Excitante sorpresa untada en aceite
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Llevaba varios días dando vueltas en su cabeza a la sorpresa de cumpleaños de Mateo. Ni tarta, ni globos, ni fiesta con amigos, sólo ella y un bote de aceite. Eran casi las 5 cuando escuchó el ascensor. Casi seguro, era él.
Entró en casa y espetó un sonoro ?hola?, pero ella no contestó. A Mateo le extrañó que no hubiera nadie en casa, pero más le asombró cuando la vio, sensualmente tumbada en el sofá, con un diminuto tanga negro y totalmente embadurnada de aceite. Antes de que pudiera decir nada, Sofía se acarició los pechos eróticamente, sin apartar la mirada de él. Sus pezones estaban erectos y relucientes, así que inclinó su cabeza y pasó su lengua sobre ellos, ante la sorpresa de su chico.
Se reclinó en el sillón y abrió sus piernas, mientras indicaba a su novio que se acercara. Apartó su tanga y deslizó el dedo índice por su coñito igualmente aceitoso. Mateo se lanzó enseguida a besar a su chica, pero esta le hizo saber que no tenía más remedio que ir a su ritmo. Sofía se puso en pie y buscó sus labios y también su erección. Le quitó la camiseta y frotó su cuerpo untado contra el torso desnudo de su chico.
Este besó su cuello y fue bajando hasta sus pechos para chuparlos y deleitarse en ellos. Sofía desabrochó el cinturón de Mateo hasta que tuvo acceso a su verga, que le estaba esperando empalmada.
Le indicó que se sentara en el sillón y fue a buscar el bote de aceite. Echó un poco en sus manos y se puso a cuatro patas junto a él para masturbarle. Sofía aproximó su boca a su polla y comenzó a comérsela, mientras Mateo, muy cachondo, trataba de canalizar su excitación azotándola. Sus labios rodearon su glande y recorrieron toda su erección sin ninguna prisa.
Entonces, arrojó su tanga al suelo y se puso encima de él. Cuando la tenía totalmente adentro, Sofía empezó a moverse de forma suave, sintiendo cómo invadía toda su cavidad. Mateo la sostuvo por la cintura y agitó a su chica cada vez más y más fuerte, de modo que su polla entrase hasta lo más profundo de su ser.
A punto de correrse, Mateo tumbó a Sofía sobre los cojines y volvió a penetrarla con ganas. Esos segundos de tregua le sirvieron para recobrar fuerzas y empotrarla como bien sabía que a ella le gustaba. Abrió sus piernas todo lo posible y las sujetó con ahínco, disfrutando en todo momento de la erótica imagen de su polla saliendo y entrando de ella a toda velocidad.
Le dio duro hasta casi el final. Entonces, sacó su pene y lo masturbó hasta que su semen roció la tripa de su chica. Con una mezcla de sudor, semen y aceite en su cuerpo, Sofía fue a buscar el resto de regalos para él. Claro está que ninguno tan estimulante como el que acababa de tener lugar.
Andrea B.C.