El morbo de lo prohibido con mi amiga Alexa

Alexa, hay algo en ti que prende más que cualquier fuego. No sé si son tus palabras, tu forma de mirar o esa calma traviesa que escondes cuando hablas de placer. Tienes un morbo delicioso, de esos que no gritan, pero que se sienten en la piel como una corriente lenta, irresistible.

Imaginarte sin prisa, buscando solo lo que te hace sentir bien, me enloquece. No hace falta que te esfuerces, ni que sigas ningún guion; solo sé tú, cómoda, libre, dejando que el deseo fluya donde quiera. Y si algún día decides dejar a un lado la ropa interior… bueno, que sea porque te gusta el roce de la tela, el aire tibio sobre la piel, la sensación de libertad que solo entiende quien se atreve.

Hay momentos que no necesitan explicación. Basta un cruce de miradas, un saludo prolongado, el roce accidental de dos cuerpos que no se conocen, pero que se reconocen en el instante. Esos segundos valen oro: lo que pasa por dentro no se dice, solo se siente.

Besarse con un extraño no es pecado cuando lo que se busca no es un cuerpo, sino una chispa, una conexión breve pero intensa. Hay besos que no duran nada y dejan un eco que vibra durante días, que huelen a aventura, a riesgo, a algo que no debía pasar… pero pasa.

Yo lo he vivido. He sentido esas manos que dudan y al mismo tiempo no pueden detenerse, ese pulso acelerado que no miente. Lo he hecho, me lo han hecho, y cada vez que ocurre, descubro algo nuevo: no se trata solo de deseo, sino de ese vértigo dulce que da romper las reglas, aunque sea por un instante.

Quizá algún día podamos hablar de eso, sin compromisos, sin máscaras. Solo dos almas con curiosidad, jugando con la palabra, con el misterio, con el poder que tiene una conversación cuando el tono baja y el silencio se vuelve cómplice.

No prometo nada, solo el placer de conversar, de imaginar, de seguir alimentando el fuego de lo prohibido sin necesidad de tocarlo. Porque a veces, el morbo más intenso está en lo que se insinúa… no en lo que se muestra.

Besos, preciosa. Sexy, libre y peligrosa como solo tú sabes ser.

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Juan Diego
Juan Diego
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