Una noche sin luna

Autor: Anónimo | 24-Jan

Heterosexuales
Me llamo Isabel, soy una mujer con un temperamento muy ardiente y fue uno de esos días que se me antoja tener una buena sesión de sexo. Me gusta mucho cuando un exponente masculino sabe besar, esos besos apasionados que te excitan y disfrutas mucho cuando te muerden los labios e introducen la lengua en tu boca, sí, esos besos húmedos, ardientes, que duran mucho tiempo y que provocan que tu sangre corra rápido. Como todos los días estuve trabajando, salí como a las seis de la tarde y me dirigí a mi auto. Era una tarde muy brillante, los colores vívidos, el cielo de un azul intenso, el rey sol con un naranja impresionante, pocas nubes y una rica brisa vespertina. Aquí en el sureste disfruto mucho los atardeceres pues parecen pinceladas de un maestro. De pronto se acercó a mí un digno exponente del sexo opuesto. Era alto, de 1,80 m, moreno, de figura atlética, buen porte, vestía jeans, camisa color arena y zapatos deportivos.

- Disculpe, señorita - me preguntó - ¿Dónde se encuentra la sección "B" del estacionamiento?.

Procedió a explicarme que iba a recoger el coche de un amigo. Mientras me hacía la pregunta, le miré con una total desvergüenza, poniendo mucha atención en los detalles. Por ejemplo, miré sus manos, grandes. Mi mente trabajó muy rápido imaginándolas sobre mis pechos. Sentí un agradable calor. Sus labios, llenos, regordetes, gruesos y sí, así como sus labios estaba él.

Me sentí audaz e hice algo loco, pero muy loco, pues yo quería una buena sesión de sexo. Le dije que le enseñaría la sección que andaba buscando y pensé que esta era mi oportunidad, no me iba a quedar con las ganas. La sección "B" del estacionamiento está poco frecuentada. Normalmente la usamos para dejar nuestros vehículos durante períodos largos. Mientras nos dirigíamos hacia allá decidí tocarlo descuidadamente. Su cuerpo se sentía duro y seré sincera. Mi mente calenturienta trabajaba a mil por hora y me estaba excitando al imaginar la cara que pondría cuando tomara la iniciativa y le sorprendiera. Llegamos y buscamos el vehículo. Era un flamante deportivo el cual, según él, abriría, lo pondría en marcha y después me llevaría al mío. Pero la suerte estaba de mi lado. El auto no arrancó. Me pidió ayuda, así que accedí. Yo encendería el motor mientras él revisaba la batería. Se dispuso a abrir el capó y yo cumplí con mi parte. Pero en estos menesteres mi falda subió más de lo debido, mostrando generosamente mis piernas. Cuando él se asomó por la ventanilla para comentarme algo, vi cómo sus ojos brillaban al mirármelas. Me dije que este era el momento. Lentamente, empecé acariciarme las piernas mientras él me miraba fijamente. Con la otra mano le acaricié su cara mirándolo a los ojos. Me pasé la lengua húmeda por mis labios y mis dedos por sus gruesos labios. Reaccionó en segundos y como se interponía la puerta, la abrió para sacarme del coche y allí mismo me pegó a la puerta.

No me defraudó. Me besó tal y como yo me lo había imaginado, me mordió los labios y metió su lengua en mi boca. Era un beso candente. Mientras me besaba, sus manos tenían vida propia. Recorrían mi cuerpo, acariciaba mis pechos y los masajeaba por encima de la blusa. Siguió con otras partes de mi cuerpo hasta que me subió la falda mientras me miraba fijamente. Yo estaba muy excitada y húmeda, lista para lo que fuera. Al igual que yo, él se notaba excitado. Al frotarse contra mí podía sentir su erección y toda prudencia se borró de mi mente. Mi deseo se estaba haciendo realidad. El aparcamiento estaba solitario y todo se confabulaba. Le separé suavemente de mí y me dispuse a desnudarme. Me sentía audaz, quería enloquecerlo. Me fui desnudando lentamente. Empecé quitándome la blusa, luego la falda, mientras bailaba con una melodía imaginaria. La visión que proyectaba era lujuriosa. Mi body era de encaje y delineaba mi figura. Se quedó quieto mirándome, sin hacer aún nada. Al desnudarme me movía sugestivamente, frotándome contra él y luego separándome. Parecía que le untaba mi cuerpo. Continúe pegándome a él, tocándolo. Realmente era un buen ejemplar de hombre. Le quité la camisa y le bajé el cierre a sus pantalones, pues yo quería tocarlo más íntimamente. Ya no se quedó inmóvil. Acarició de nuevo mi cuerpo. Una de sus manos tocaba mis tetas mientras me quitaba el body, y con la otra sobaba de forma muy sabrosa mis nalgas.

De pronto me tomó por ellas y me alzó. Quedé sostenida con mis piernas, abrazándolo. Se restregaba en mí. Me besaba y me excitaba cada vez más y entonces me sugirió entrar al auto, pero yo le dije que aún no. Yo lo quería allí, en ese momento. Siguió acariciándome, llegando a mi coño. Sus dedos eran gloriosos y yo sólo me dedicaba a sentir y a vibrar. Me masturbaba lentamente. Me gusta mucho masturbarme pero si me lo hacen a mí, me enloquece y estoy más que dispuesta. El lo hacía muy bien y casi enseguida sentí la explosión del orgasmo en mi cuerpo, pero yo no estaba saciada. Mientras él me masturbaba, yo le bajé los pantalones y su ropa interior. Quedé gratamente impresionada. Era mi tarde de suerte. El tipo estaba fenomenal, bien dotado. Su polla era suculentamente enorme y la iba a disfrutar. Después de los masajes, yo quería ver con mis propios ojos cuánto crecía su miembro, así que me arrodillé ante él y golosa, procedí a besarlo. Pasé mi lengua por su glande mientras él cerraba los ojos, disfrutando. Su respiración se hacía más rápida. Yo besaba, lamía, daba pequeñas mordiscos y mamaba su pene. Se me llenaba la boca. Me gusta mucho medir con mis labios el tamaño que puede alcanzar este instrumento de placer. Se incrementaba el brillo de sus ojos mientras le daba una buena mamada e intentaba tragármelo, pero era imposible, pues era grande.

Me levantó para no correrse, me recostó sobre el capó del coche, frotó sus dedos en mi coño, abriendo mis labios para introducírmelos y también abrió mis piernas para meter su cabeza entre ellas. Sentí su lengua lamiéndome, sus labios besándome, su boca mordiéndome suavemente y después esa lengua introduciéndose en mí. Yo, queriendo más, al mismo tiempo me acariciaba las nalgas.

- Apoya tus pies en el capó - me dijo.

Obedecí y me besó, mordió mis muslos y lamió mis nalgas para después meter su lengua mi culo. Yo me cimbreé. Era algo que me gustaba y me excitaba mucho. Volvió a mi coño para después morderme suavemente los muslos y acariciarme las piernas. Me besó el vientre, me mordió los pechos... era una locura de caricias, tocando, conociendo todo mi cuerpo. Así como estábamos, me fue bajando hasta su cintura, jugó un rato conmigo y se frotó en mí intentando metérmela. Yo ya no me aguantaba más. Estaba encendida y desesperada pues no entraba en mí. Al mismo tiempo, con sus manos me acariciaba los pechos y las nalgas. Volvió a meter de nuevo su dedo en mi vagina, jugó con ella y luego sacó su dedo para empezar a meterse lentamente en mí. Realmente era grande.

Yo me movía, quería tenerlo todo, pero él siguió con la misma lentitud. Me abrazó la cintura para detener mis movimientos y alzarme un poco para meter su mano. Con sus hermosos dedos empezó acariciar mi ano. Yo me sentía loca pues me tenía inmovilizada, sólo sintiendo. Era una calentura lujuriosa. Yo quería movimiento, pasión, locura. No nos habíamos dicho mucho, pero en ese momento me preguntó:

- ¿Te gusta?. Anda, contéstame.

Le miré enfebrecida contestándole:

- ¡Es delicioso!.

Al entrar todo en mí se quedó quieto, pero su dedo se movía. Yo quería hacerlo también, pero abrazada y cogida por las nalgas no podía hacer mucho.

- Estás muy buena y vamos a disfrutar mucho - dijo.

Me recostó sobre mi espalda, dejándome libre y empezó a moverse, primero despacio y después acrecentando el movimiento. Ese entrar y salir eran maravillosos. Al mismo tiempo introdujo uno de sus dedos en mi ano. Solo sentía y estaba a punto de explotar. Su grueso dedo se movía casi sincronizado con su miembro y de pronto se detuvo. Le miré, suplicante y me dijo:

- ¡Vamos dentro del coche!.

Le seguí. Corrió los asientos delanteros del auto y nos metimos en el asiento trasero. Se sentó y no fue necesario que me dijera lo que quería. Solo con mirarnos a los ojos nos entendíamos. Le acaricié las piernas mientras me sentaba sobre él, al igual que él lo había hecho antes. Me fui sentando lentamente. Me tomó de la cintura para que yo no perdiera el equilibrio, puse mis rodillas al frente y sentí que estaba todo dentro de mí. Tenía un buen tamaño y yo estaba en la gloria. Me acariciaba los pechos, me mordía los labios y las orejas. Yo sentía en mí un calor muy fuerte. Pocas veces me he sentido tan caliente y dispuesta a cualquier entrega en el sexo. Poco me importaba no conocerlo. No sabía ni su nombre. De lo que sí estaba consciente era de que, además de tener labios preciosos, sus manos eran estupendas para acariciar y su miembro me estaba dando un placer exquisito. Uno de mis juegos favoritos es cabalgar, pues controlas tu orgasmo. Yo me salía e insertaba muy despacio. A cada entrada y salida lo sentía, queriendo más y él me dijo:

- Me gusta cómo disfrutas haciéndolo, pareces una viciosa.

Yo estaba tan ensimismada en mi placer que no le contesté. Bajé mis rodillas y cambié el ritmo. Le empecé a cabalgar, le mordía las tetillas y él me tocaba lo que quería. Era una fascinante locura. Seguí cabalgándolo mientras él vibraba, llenándome. Tembló, alcancé mi orgasmo y me bajé de él para que se acostara a lo largo del asiento. Me puse encima y le pedí que me masturbara, porque era una sensación única sentirlo después del orgasmo. Procedió a darme gusto acariciando y metiendo sus dedos en mi nido, además de sobarme mis nalgas y mi culo. Me dijo:

- Eres única, acabamos de hacerlo y quieres más...

Sonreí y seguí deleitándome con sus dedos. Disfrutaba con su masturbación pero él también empezó a excitarse de nuevo. Sentí su erección y me puse muy contenta. Cambiamos de lugar, se acostó sobre mí y puso su miembro entre mis nalgas mientras sus dedos hacían maravillas en mi coño Estaba de nuevo a punto, queriendo sentirlo dentro de mí. Tomó mis caderas alzándome un poco y se fue metiendo lentamente en mi chocho. Ya dentro de mí, cambió de ritmo. Entraba y salía con una furia que me enardecía. Sus manos acariciaban mis tetas, mi espalda, mis nalgas y mi culo mientras gozábamos.

- ¿Te gustaría que te la metiera por aquí? - me preguntaba al acariciarme el ano.

Yo estaba a punto y le contesté que sí. Cuando me calientan bien me gusta disfrutar un buen miembro y éste era regio como pocos. Lubricó con mis jugos mi culo e inició su hazaña. Al igual que antes, se fue metiendo lentamente. Aunque me gusta el sexo anal, tenía un buen tamaño. No opuse resistencia pues sé que al principio duele o molesta un poco, pero ya dentro es un placer inigualable. Así que me relajé para disfrutar. El me decía:

- Tienes un culo bien apretadito y muy sabroso.

- ¡Disfrútalo, pero hazme gozar! - replicaba yo.

- Vas a gritar de placer - afirmó.

Me enculó lentamente, durante un buen rato, al mismo tiempo que me masturbaba. Yo estaba en la gloria y él me decía:

- Aún no quiero correrme, es perfecto.

Yo disfrutaba de su entrar y salir, y gemía pidiendo más. Me torturó lentamente y exploté más de dos veces hasta que sentí cómo me llenaba de nuevo con su espesa leche. Ya relajados y normalizándose nuestra respiración me dijo:

- Ha sido más que un placer conocerte.

Yo le contesté que el placer había sido mutuo. Nos vestimos, cerramos el coche de su amigo y fuimos a por el mío. Había oscurecido y no había luna.

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