Sombras del deseo

Autor: Anónimo | 23-Mar

Fantasias Eroticas
Yo estaba atónito, por unos momentos tenía una vista maravillosa. La mujer que yo siempre había deseado, por fin estaba frente a mí. Y por si esto fuera poco nada cubría su bello cuerpo, pues lentamente fue despojándose de la ropa que vestía, incluso la excitante ropa interior de color rojo que acostumbraba. Con una mirada intensa me dijo lo que yo quería oír, ante mi vacilante caminar, se abalanzó sobre mí y pasando suavemente su lengua por mi oído y me dijo:

- ¡Es hora!.

- ¿Es hora? - le pregunte.

Antes que pudiera descargar todo mi deseo sobre ella, la persona de la cual habían salido esas palabras, era mi madre, que irrumpía en uno de los momentos más gloriosos de mi vida, pero al escucharla intente concentrarme nuevamente, hasta que un abrupto “¿Qué no me escuchas?.Vas a llegar tarde a la universidad”, acabó con lo que solo era un fugaz sueño. Solo me quedaba volver a la triste realidad, era solo un día más de escuela, aburrida y desesperante como siempre, pero había algo diferente aquel día. El sonido de un automóvil inició lo que sería mi más grande sueño al fin cerca de ser materializado.

Aquella mujer de la que hablaba inicialmente, bajó del automóvil con el típico caminar que exalta, tras unos ajustados pantalones un par de hermosos glúteos, que parecían hechos a mano por un escultor. Con alegría recibía la noticia de que diariamente nos visitaría, ¿la razón?, mi madre cuidaría de sus hijas por las mañanas, ¡Así es... era una mujer casada y con dos hijitas! Lo cual de ninguna manera alejaba mis más recónditos deseos de tenerla.

Al principio solo me conformaba con esperar su llegada y desde un sillón observarla cuando regresaba por sus hijas, era estremecedor verla entrar, su rostro casi desprendía luz, pues tenía unos ojos grandes y color miel, no podía tener una nariz más hermosa pues sería imposible, y esos labios que invitaban a morderlos como a una fresa.

Pero su cuerpo. ¡Que decir de su cuerpo! El delgado cuello terminaba en unos frágiles hombros que solo eran el principio de una obra maestra de mujer, pues un par de adorables pechos resaltaban de ese formidable torso. No eran ni grandes ni pequeños, eran simplemente perfectos, sobre todo cuando los resaltaba con un sostén adecuado. Su formada cintura culminaba en el trasero más proporcionado que haya visto, solo bastaba dirigir la mirada por un momento para perderse en ese sensual y vistoso par de gemelas. Sus delicados pies eran antecedidos por la belleza de sus piernas.

Observarla de pies a cabeza se volvió mi obsesión, más aún cuando en la universidad comenzó a atender el mostrador de la biblioteca, que se convirtió en hogar y recinto de todas mis fantasías. Acostumbraba charlar con ella cuando no tenía alguna clase o en cualquier momento disponible, al parecer todas las demás empleadas sentían la razonable envidia de trabajar con aquella mujer, todos los profesores y personal masculino la trataban con mucha amabilidad esperando el momento en que ella no los viera para comérsela con los ojos, cosa que a mí me disgustaba. Yo quería ser el único en deleitarme observando como trabajaba, y más aun cuando llegaba a mi casa después del trabajo.

En ese tiempo siempre estuve pendiente a casi cada movimiento que hacía, esperando que por algún descuido me dejara ver más allá, por ejemplo, un día en la biblioteca ella estaba como de costumbre atendiendo el mostrador con unos jeans muy ajustados, era difícil no desviar la mirada, pero yo estaba del otro lado del mostrador y veía muy poco, de pronto en un descuido de ella cayeron al piso algunas carpetas con hojas, después de la expresión de enojo se inclinó a recogerlas, ¡Vaya manera de hacerlo! Al principio volví el rostro a una ventana por el miedo a ser sorprendido mirándola, pero no resistí y en ese momento fui testigo de algo maravilloso, era como si sus nalgas fueran a romper ese pantalón, cuando creí que no podía ser mejor, por el borde del pantalón se asomó su divina pantaleta color rojo, como una invitación a desgarrarla, de no ser por el mostrador, no sé si me hubiera contenido de abarcar con mis manos el trasero que más anhelaba. Aquella impresión se quedó grabada en mi mente además de causarme una duradera erección, que oculté con mis libros.

Realmente mi deseo por ella era mucho, pero había demasiado en juego si me atrevía a insinuarle mis intenciones, por lo que siempre fui un observador pasivo. Para calmar esas tremendas ganas acostumbraba ver pornografía por televisión, pero solo lograba encender más mi vehemencia por aquella diosa. La pornografía me ocasionaba muchos sueños, pero todos con ella, disfrutaba hasta el límite aquellas ilusiones. Como una vez que me vi dentro de aquella biblioteca rodeado de estantes y libros, sabía que buscaba algo pero todo perdió sentido cuando la vi, sentada en su silla de trabajo y entre lágrimas y sollozos repetía la frase -¿Por qué a mí?-. Conmovido me acerqué e hincándome abracé con fuerza su cintura descansando mi cabeza sobre su vientre. Entonces tomándome del cabello me arrojó al piso y se tendió sobre mí con un deseo ardiente escapando por sus ojos, intenté besarla pero de alejó, enderezándose comenzó a desabotonar la blusa color verde que traía, extendí los brazos y apreté sus senos aún cubiertos con el sostén, apoyándose en sus rodillas levantó su trasero de mis piernas con lo que supuse que deseaba que la despojará de su falda, y así lo hice, con las manos extendidas recorrí su figura mientras bajaba aquella prenda, su sudor fragante me excitaba demasiado, por lo que sin más demora la tomé entre mis brazos para sellar aquel momento y de nuevo se acercó a mi oído diciendo -¡Este es el día!-. Pero en ese momento despertaba, estaba solo en mi cama abrazando mi sábana.

No puedo ni imaginar por que en los sueños no podía ir más allá, cosa que pasaba a menudo en la vida real. Pero un día tuve una maravillosa idea, surgió mientras contemplaba vídeos en una página web, eran cámaras ocultas en baños y lugares públicos, pero la idea se consolidó un día, pues yo me preparaba en mi cuarto para un examen, tan inmerso estaba en el estudio que olvidé tomar mi lugar para cuando ella llegara, solo la vi pasar su silueta por la puerta de mi cuarto dirigiéndose para el cuarto de baño, gracias a un espejo que esta fuera de mi cuarto podía ver todo lo que acontecía en ese lugar, ¡Claro! Cuando la puerta del baño estaba abierta. Pero al no verme en la sala, tal vez pensó que ese día no estaba en casa y que al estar solo mi madre no habría problema si no cerraba la puerta del cuarto de baño. No era muy excitante el pensar que solo entraba para orinar, pero el pensar en ver sus divinos glúteos y un poco más, me dejó inmóvil mirando al espejo, ella desabrochó su cinturón, abrió su pantalón y comenzó el descenso de aquella prenda, cuando observé maravillado el límite superior de sus nalgas, la entrada al paraíso, calló de mi cama un libro, y ella sin voltear (para fortuna mía) al sentir la advertencia de mi presencia cerró de un golpe la puerta, yo estaba al borde del shock, y solo un suspiro salió de mi llevándose toda aquella calentura que me causó la impresión.

El deseo tan intenso de verla desnuda me llevó a planear algo cuidadosamente. Por la confianza que tenía ella con mi madre, ciertos días después del trabajo se daba una ducha en nuestra casa, eran muy escasos pero se daban de vez en cuando. Así que busqué entre mis cosas aquella videocámara que me habían regalado hace tiempo, y esperé alerta cualquier indicio que me permitiera deducir cuando sería uno de esos días. Y ese día llegó, las manos me temblaban mientras trataba de colocar discretamente aquella cámara en la cómoda donde mi madre acostumbraba guardar las toallas, eran unos nervios desesperantes los que sentía, pues si era descubierto no me esperaba nada bueno. El corazón me latió con fuerza por cada segundo que duró en la ducha, pero sentí un gran alivio al verla salir sin preocupación alguna. Al parecer la operación tuvo éxito y solo tuve que esperar a quedarme solo para contemplar el resultado de mi valeroso plan.

Reproduje ansioso el vídeo, me di cuenta que la cámara no podía tener mejor ubicación pues cuando ella entró, el lente abarcó todo su cuerpo, recuerdo que vestía una playera amarilla, de la cual se despojó con facilidad, ¡waaaaaaaaaw! difícilmente podría describir la sensación que sentí al ver ese sostén rojo salvaguardando esos firmes pechos, esto me excitaba más que toda la pornografía que había visto en mi vida, jamás olvidaré como sujetó por el borde su pantalón y comenzó a bajarlo en un recorrido de armonía y gloria, pero vendría lo mejor, para sacarlo de entre sus pies se inclinó dando a la cámara la vista de ese resaltado trasero, el televisor mismo se llenó con esas nalgas, no cabía nada más ahí, casi podía ver como si derramaran néctar en ese paralizador momento, sentí incomparables ganas de abalanzarme sobre el televisor, pero me contuve pensando en lo estúpido que me vería. El espectáculo terminó por un momento pues atravesó la cortina de baño aún con la ropa íntima puesta. Decepcionado, solo me quedaba esperar a que saliera, pues probablemente sería testigo de lo que mis fantasías me hablaban, su cuerpo totalmente sin cobertura. Pero casi me doy contra la pared cuando la veo extender la mano desde atrás de la cortina de baño y alcanzar su cambio de ropa interior, lo demás ni merece contarse, ¡Qué decepción!.

Ese día recuerdo lo que vi al caer la noche sobre mi cama, era viernes, el día que coincidimos al salir de la universidad, me apresuré a alcanzarla y pedirle que me llevara con ella, pues sabía que se dirigía a mi casa por sus hijas. No cruzamos palabra en el camino, pero pronto nos encontramos en medio de todos esos automóviles comunes en un embotellamiento vehicular, con la mirada llena de tensión me volvió a mirar con aquellas palabras - ¿Por qué a mí? - Yo solo pude acercarme y darle un tierno beso en la mejilla, ella puso su mano derecha sobre mi rodilla, fue subiendo sobre mi costado, llegó a mi rostro, pasó por mi cuello y tomando mi mano izquierda la precipitó hacia uno de sus senos por encima de una blusa de encaje. Mi reacción fue inmediata dirigí frenético de pasión mi rostro contra el de ella en un salvaje beso que fue más allá de unir nuestros labios, pues el sensitivo roce de su lengua sobre la mía me sobresaltó, he hizo que apretará aún más el pecho que acariciaba con mi mano. De nuevo sentí aquel sudor aromático que salía de su cuello, y siguiendo el mismo camino que aquel introduje mi mano dentro de la blusa y el sujetador, en un desplante flexionó su espalda hacia adelante y dejó salir un instantáneo gemido.

Cuando cobré conciencia de las miradas que había alrededor intenté retirarme de ella, pero salvajemente se arrancó la blusa y se acomodó sobre mis piernas en aquel reducido espacio, descansó sus brazos sobre mis hombros. Yo solo podía mirar aquellos suculentos pechos, ignorando las miradas curiosas de la gente, me deleité en finas caricias, pues ella misma desabrochó su sostén y yo solo tuve que alejarlo lo más lejos posible, el calor era tan excitante, que únicamente podía pensar en besar sus senos desnudos, fue entonces cuando los recorrí con mis labios y pude probar ese sudor del que hablaba, repentinamente se dio la vuelta dándome una vista de su espalda descubierta, y dirigiendo su trasero hacia mi rostro comenzó a quitarse una bella falda rosa, sentí como mis manos se dirigieron contra sus prominentes nalgas de las que emanaban miel y fragancias de flores, justo cuando estaba a punto de descubrirlas de aquella pantaleta roja, me miró lujuriosamente y dijo -¡Es el momento!- ¡noooo! Todo se desvaneció. Volvía a ser presa de la desesperación.

Pensé que el no poder contemplarla totalmente desnuda, era la causa de aquellos sueños interrumpidos. Por esa razón me propuse consumar el plan hasta que tuviera lo que deseaba, pues para mí esos sueños eran cada vez más reales. La espera duró 5 meses, justo mi último día de clases y su último día de trabajo. Desesperado por llegar a casa aquel día me importó poco no realizar mi examen final del semestre, pero mis esperanzas se desmoronaron cuando al llegar a casa, contemplé que estaba el auto de su esposo, quien había ido a recoger a sus hijas. Totalmente exasperado me encerré en mi cuarto, oyendo a lo lejos el sonido de aquel auto que ahora se llevaba mi sueño.

Mi madre solo me preparó comida y se fue al supermercado, dejándome en la fría soledad. Pero antes de que me quedara dormido, resonó en mis oídos el sonido de otro auto.

¡Era ella!

No podía esconder la cara de idiota que tenía al saludarla. -Oye Lalo- me dijo-, sabes que tengo una reunión por el fin de cursos pero necesitaba darme un baño-. ¡Lotería! Solo debía entretenerla mientras colocaba la cámara en el baño, -¿No prefiere comer primero?- comenté suspicazmente -¡La comida de hoy estuvo de agasajo-. -¡No! -respondió-Tengo mucha prisa, mejor a lo que vengo-.

¡Demonios! Había fallado la artimaña, aún me quedaba confiar en entrar mientras estaba dentro de la ducha para dejar la cámara. Así que esperé el momento oportuno, pero me temblaban las piernas y sentí mucho temor, aun cuando escuché el sonido del agua dentro del cuarto de baño.

Entonces como voz del cielo me dijo desde la ducha- ¡Lalo! Necesito una toalla, ¿Podrías pasarme una?- ¡Era lo que necesitaba¡ Nervioso abrí la puerta y tomé la toalla, colocando rápidamente el aparato dentro de la cómoda, un chispazo de inteligencia me dijo que debía poner fuera de su alcance la ropa interior que se iba a poner, para que, al momento de salir por ella tuviera la toma del año. Pero sus prendas descansaban sobre el tubo que sostenía la cortina, el haberlas quitado, hubiera provocado su reclamo, sin embargo aproveché una única oportunidad, pues arrojé la toalla por encima del tubo sobre su ropa interior.-¡¡Gracias!!- se reservó a contestarme-.

En una hora, ella ya había salido y yo preparándome para ver ese vídeo, con cierto miedo a que las cosas no hubieran salido bien, todo había funcionado, pues al bajar la toalla, su pantaleta y sostén cayeron, al parecer atrapó en el aire la pantaleta, pero el sujetador calló en el agua. La salida de la ducha fue espectacular, por fin contemple sus tetas, tan delineadas como siempre las había imaginado, sus lindos pezones color café claro sobresalían de esas joyas que tenía por pechos, mientras ella los secaba con la toalla, yo estaba totalmente excitado viéndola rozar esos senos con la toalla, metiéndolos de un lado para el otro. Solo podía revolcarme de placer mientras me masturbaba al ver semejante espectáculo.

Pero... pronto esa dicha se convirtió en espanto, vi como después de vestirse se acercaba hacia la cámara y la tomaba, pues por ese momento se enfocó el suelo del cuarto de baño, aquellos azulejos verde oscuro señalaban, a mi aparente ruina. ¿Que pensaría?¿Por que no comento nada?¿Que consecuencias me traería haberme dejado llevar por aquel deseo vehemente? La respuesta estaba en mis sueños.

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