Adriana una sexy madura y caliente auditora

Hola, voy a contarles una experiencia que tuve hace tiempo con Adriana mi compañera de trabajo y con quién después paso a ser mi amante de tiempo completo.

Adriana no se distingue por ser una mujer con el mejor cuerpo, sin embargo tiene dos a atributos que la hacen una persona muy llamativa y hacen que quieras conocerla. Tiene una cara muy linda con unos ojos bellos y una boca que cuando sonríe te dejará fascinado. Además, es dueña de un par de senos preciosos que por supuesto lucen y resaltan con su figura.

Todo empezó cuando ella entró a trabajar al banco y trabajamos en el mismo equipo. Creo que siempre hubo muy buena química entre ambos porque pasamos mucho tiempo juntos platicando y nos buscábamos demasiado; solíamos salir seguido en realidad nunca cruzamos las línea del trabajo y la amistad. Pero todo eso cambió, cuando un día de salir con los amigos y ya entrados en copas y la alegría del momento hizo que hiciera lo que tanto soñé. Esa noche, muy coqueta y con su sexy sonrisa me dijo: a dónde seguimos?. La respuesta fue inmediata: a donde tu quieras. Acto seguido tomó rumbo a un motel que siempre supuse que ella conocía, aunque lo negara tantas veces. Debo confesar, que a mi edad en ese entonces, nunca había entrado a un motel. Recuerdo las sensaciones de caliente y extremadamente excitado, mi pene estaba muy erecto y sentía como lubricaba toda mi trusa. No podía creer lo que estaba a punto de suceder. Siempre imaginé poder tocar es par de senos que me producían erecciones cada vez que pensaba en ellos. Me masturbaba pensando besarlos y tenemos entre mis labios o acariciando mi pene.

Estando en la habitación, comenzó mi sueño a hacerse realidad. Comenzaron las caricias y besos apasionados, sus labios rojos carmín por su labial se juntaron con los míos y bebí de su saliva que era deseo y lujuria para mí. En ese abrazo pude percibir como sus senos se apoyaban en mi pecho. Mis manos recorrían todas sus curvas sin cesar. No dejaba de recorrerla ni un centímetro. Comencé quitar su blusa y ahí estaban sus pechos grandes y turgentes. Se notaba que su brasier hacia resaltar aún más el tamaño y belleza de esas tetas dignas de esa mujer hecha para ser amada todos los días. Bajé su falda y contemple toda su belleza. Allí estaba Adriana, una diosa de la tentación. Ella me desnudó por completo y me acercó tomándome de la mano. Yo estaba totalmente excitado y pene lo demostraba, babeante esperando la oportunidad de dar estocadas de placer. Nos acostamos y siguieron las caricias calientes, recuerdo sus nalgas, no prominentes, pero lo suficiente para deleitarse. Una sexy tanga blanca acompañaba su color blanco de piel y hacia una vista caliente y deseosa de sexo.

Quite el sostén y pude admirar el tamaño real de esos senos, grandes, acompañados de dos pezones del tamaño de un centenario. De un color café serio no intenso, que cuando estaban excitados se dejaban ver sin importar el sostén o la blusa. Los besé a más no poder mientras ella gemia de placer. La tenía muy apresada contra mi, prácticamente era un abuso autorizado mi boca comiéndose sus tetas mientras mis manos entraban y salían de sus nalgas pasando por su vagina, tocando su ano, sintiendo sus labios vaginales mojados de sexo. No tardé en empinarla y admire su culo en plenitud y y su ano que me invitaba a besarla y no lo decepcione. Lo besé, subía y bajaba mi lengua trataba de penetrar ese bello agujero de placer.

Después cambiamos posiciones y paso ella a besar su instrumento del amor. El sentir sus labios en mi pene me hacía gozar, frescos hambrientos de mamar y chupar el lubricante. Pasamos por el 69 el misionero, de perrito, sentados y me pene gozaba su vagina caliente, húmeda un poco apretada. Se notaba la experiencia de Adriana en cada posición. Ese cuerpo había recorrido muchos penes y camas, moteles y la verdad, era una delicia cada movimiento, cada chupada, cada embestida. Movía sus nalgas con ritmo, volteaba a ver como gemia en cada sentada. Sabía lo que hacía, son de las mujeres que si tienen un pene saben sacarte cada gota hasta vaciarte completamente. Se entregaba sin miedo sin temores, ver su cara bella y su sonrisa de gozo era hipnotizante. El placer y éxtasis llegó cuando en el misionero tocando sus senos y con todo el pene dentro de ella. Sus manos acariciaban mis testículos, no pude contenerme más y terminé a chorros y más cuando ella exhalo de placer. Dejándose caer en mi pecho descansando sus tetas. Reposando hasta tomar fuerza y darle otra sesión de semen.

Así empezó mi relación con ella. Cada día era una sesión de sexo y placer. Esta diosa de la tentación pedía ser atendida. Valió la pena cada cogida por cada día, cada año. Adriana, eres sexy y caliente.