Mi prima Ana

Autor: Angel_Perverso | 18-Dec

Heterosexuales
El día se prometía algo aburrido, típico día del típico encuentro familiar, donde se junta toda la familia, viendo gente que no recuerdas o que hacía años que no veías. Personalmente, esas situaciones me agobian bastante, estar sentado, rodeado de tíos, tías, abuelos, primos, primas, novios y novias de primos o primas… En fin, lo típico. Afortunadamente, de entre toda esta cantidad de gente, estaba también mi prima Ana, que tiene mi misma edad (23 años), y desde luego con la que más confianza tengo, pese a no ser prima de sangre directamente. Hemos crecido juntos y la verdad es que siempre hemos tenido muy buena relación, contándonos nuestras confidencias, problemas, preocupaciones o anécdotas. En resumen, que es muy buena chica, y quizás a la única que tenía verdaderas ganas de ver ese día.

Como esperaba, el día era aburrido, y como no era el único que tenía esa sensación, uno de mis primos, Miguel, propuso echar un partidillo de fútbol sala en un campo que hay cerca de mi casa, y allí que nos fuimos todos los primos y Ana, que siempre ha sido muy futbolera. Eso fue poco después de comer, y estábamos a principios de septiembre, por lo que aún hacía algo de calor. Yo jugaba de portero, era donde menos se notaba mi falta de calidad futbolística, pero sin embargo Ana tenía clase, y jugaba de delantera en el otro equipo. Era buena y de hecho si hubiésemos tenido que nombrar mejor jugador del partido, hubiese salido ella ganando con toda probabilidad. Me marcó algunos goles, pero siempre recordaré uno de ellos. En un momento dado, Ana salió corriendo hacia mí, llevando la pelota en sus pies, cuando de repente, Gonzalo, uno de mis primos, le agarro de la camiseta de tirantes que llevaba, dejando al descubierto un pecho. Me quedé atontado mirándolo, hecho que ella aprovechó para batirme sin ningún tipo de problema.

Cuando por fin nos cansamos, volvimos a mi casa, donde nos habíamos reunido toda la familia, y ahí la gente empezó a despedirse, salvo la familia de Ana, que se quedaron un rato más. Como la cosa iba para largo y yo estaba sudado de pies a cabeza, decidí darme una ducha, sin poder quitarme de la cabeza la imagen del pecho de Ana. Pensé que el agua fresquita me serviría para olvidarme un poco del tema, así que sin pensármelo dos veces, fui a mi cuarto. Entré en mi habitación y abrí el armario para seleccionar ropa limpia que me pondría después, me quité la camiseta, y me dispuse a entrar en el cuarto de baño. Al abrir la puerta, vi algo fuera de lo habitual. Allí estaba Ana, que había tenido la misma idea de la ducha que yo para quitarse el sudor, y me la encontré únicamente vestida con un pequeño tanga de color fucsia claro. Yo sorprendido, me quedé completamente congelado ante tal visión, que me encantaba todo hay que decirlo, pero me dejó de piedra. Nunca había visto desnuda a Ana desde que éramos muy pequeños y sin “deseos adultos”, y desde luego, verla allí, en esa situación me resultó muy chocante y excitante.

Ante mí tenía a toda una mujer, con un cuerpo bonito, pechos en su justa medida y por lo que veía reflejado en el espejo, un culito respingón y atractivo. Además, Ana también es guapa, tiene dos grandes ojos marrón oscuro, pelo liso negro y un pequeño lunar junto a la boca que le daba un aire misterioso. Nos quedamos los dos mirándonos unos pocos minutos sin saber que decir, la situación era incomoda, pero ninguno de los dos hacíamos un amago de echar a correr o de girar la vista. En ese momento, rompiendo ese silencio hipnotizador, Ana preguntó:

- “¿Te ha gustado verdad?”

- “¿El…el que?”

- “No te hagas el tonto” - dijo ella riéndose - “Me he dado cuenta en el partido que cuando se me ha salido una tetilla, la has mirado… y además ahora estás mirando la misma de antes”.

Y era verdad, pudiendo disfrutar de una visión más amplia, yo me había quedado absorto mirando el mismo pecho que había visto antes.

- “¿Te gustaría tocarlo?” - dijo ella mirándome primero a los ojos y después bajando la vista a una erección bastante evidente que se marcaba en mi pantalón.

- “¿Cómo?” - dije yo sorprendido - “Bueno… si, gustarme me gustaría, pero… ¿Estás segura?”.

Aquella pregunta me descolocó completamente, pero tampoco pude ocultar mi deseo sincero. Como yo no me arrancaba, ella me tomó por la muñeca, e hizo que apoyase su mano en su teta derecha, la que había visto en el campo de fútbol sala. Después, suavemente me tomó la otra mano, y la apoyo en el otro pecho, y ahí estaba yo, acariciando dulcemente los pezones, agarrándole toda la redondez que cabía en mi mano. Estaba ensimismado en ello cuando Ana empezó a tocar mi paquete. Mi miembro estaba muy duro y yo ya no pude aguantar más y ella al parecer tampoco. Apretamos nuestros cuerpos, sintiendo yo sus curvas junto a mí, y notando como cada vez, mi cosa, cada vez más excitada y dura, se apretaba contra la tela de su tanga. Mientras yo comenzaba a devorar sus pezones, cada vez mas endurecidos por la excitación, ella me bajó el pantalón corto que llevaba, dejándolo todo al descubierto, y lo mismo hice yo, poniéndola de espaldas a mí y besando sus nalgas, bajando poco a poco el tanga, dejando a la vista una rajita cubierta de una suave capa de vello como pude comprobar al acariciarlo. Empezamos a besarnos y de repente ella me dijo al oído suavemente.

- “¿Nos duchamos? Al fin y al cabo, veníamos a eso”.

Me miró con una mirada y una sonrisa pícara y alargando la mano encendí el agua de la ducha, y cuando la encontramos a una temperatura tibia tirando a fría, entramos, dejando que el agua surcase nuestros cuerpos. Ahora con el frío del agua, curiosamente nuestros cuerpos entraron en más calor, y las caricias eran mucho más directas que unos minutos antes. Ella me la agarró con fuerza, y empezó a masturbarme, mientras yo a ella le hacía lo mismo con una mano, y con la otra acariciaba sus nalgas, mientras nos besábamos debajo del chorro de agua. Agarré la alcachofa de la ducha, y sonriendo, apunté con ella entre sus piernas. El agua estaba fresquita, cosa que hizo que Ana diese un pequeño saltito de sorpresa, pero a la vez de placer, cerrando los ojos y sonriendo dejando que la presión del agua jugase con su clítoris, ayudada por mis dedos que giraban en círculo. Así estuve un rato, haciéndole llegar a su primer orgasmo, que le hizo soltar un suave gemido de placer La verdad es que verla así aumentaban mis deseos de poseerla.

En cuanto abrió los ojos, me miró, me guiñó un ojo, y se agacho. Empezó besándome el vientre, y masajeando mi pene, durísimo, al que empezó a besar en la punta, a la vez que le dejaba caer un chorro de agua sobre el, la combinación del agua y de lo que me estaba haciendo Ana era maravilloso, y aun lo fue más cuando ella empezó a lamerme todo lo largo de mi miembro, y cuando se lo introdujo en su boca. Yo me sentía en el paraíso, pero la cosa no había hecho más que empezar.

Estuvo mamándome unos pocos minutos hasta que los dos necesitamos algo más. Se abrazó a mí, y mientras besaba su suave cuello, separó un poco sus piernas, m agaché un poco y con la ayuda de su mano, fui introduciéndome en su interior. Era maravillosa la sensación del agua sobre nuestros cuerpos, y el calor que sentía cuando entraba en ella. La primera embestida fue suave, asegurando que mi pene se introducía entero dentro de ella. Poco a poco, empecé a acelerar el ritmo de mis entradas y salidas, y los dos empezábamos a gemir de placer. A cada acometida, sus pechos saltaban y yo no podía evitar la tentación de morderlos suavemente, cosa que sin duda le gustaba también a Ana, que en cuanto paraba me miraba, sonreía, y me daba un beso como dándome las gracias. Así estuvimos bastantes minutos, besándonos, gimiendo, dándonos un amor prohibido pero a la vez el más placentero que nos habíamos dado, hasta que empecé a notar que mi cuerpo no podía más y ya iba a explotar. Ella me lo notó y me señalo el pecho que tanto me había gustado en el partido. Quería que acabase allí. Así que se separó de mí, se agachó y se lo introdujo de nuevo en la boca, para provocar la “explosión”. Con un par de sacudidas, noté que iba a correrme finalmente, le avisé, y ella apuntó al centro de su pezón derecho, donde salió todo mi semen, en gran cantidad, empezando a deslizarse por su cuerpo. Sin embargo, ella no había acabado esta vez, así que para compensarle por el gran regalo que me había hecho, la senté y empecé a lamer su rajita suavemente, con cariño, pero sin descanso, pasando primero la lengua por sus labios, y finalmente haciéndola girar en su clítoris, mientras mis dedos se introducían en un lugar húmedo que no tardó mucho en acabar también.

Así nos quedamos un rato abrazados bajo el agua, hasta que decidimos, ducharnos “de verdad”, y vestirnos. Cuando salimos la familia seguía hablando, así que decidimos dar una vuelta donde también sucedió alguna cosa cuando llegamos al campo de fútbol, pero esa es otra historia, y desde luego, no la última que protagonizó mi prima Ana, ya que en cada encuentro familiar, siempre buscamos nuestro momento de intimidad, y recordamos lo que fue este primer encuentro en la ducha.

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