Noche de Hotel en Gijón

Autor: luisscj | 26-Nov

Heterosexuales
¿Cómo nos conocimos?, pudo haber sido de noche en un bar, simplemente paseando por la calle o en la playa, pero el destino quiso que fuese por Internet. Pat era una mujer de 30 años, mulata, francesa afincada en España y que quería trasladar su empresa desde Madrid a Gijón. Yo había escrito algunos relatos eróticos que discurrían en mi ciudad, y ella buscando referencias sobre Gijón en la red los encontró y me encontró. Grata fue su sorpresa cuando además escribió a la dirección de e-mail y recibió contestación.

Los relatos la habían excitado hasta cotas insospechadas, aunque ciertamente ella era una mujer muy sexual. El sexo jugaba un papel importante en su vida. ¿Os la describo? 1,65 metros, 95 de pecho, pelo rizado y unos 55 kilos, con unas curvas muy atractivas: unos senos rellenos y turgentes con unos grandes pezones oscuros que se erizaban al más mínimo roce, su pubis completamente depilado y hermoso, amén de un culo redondo que delataba su ascendencia mulata. Por mi parte 1,75 metros, castaño, 65 kilos, y sin un ápice de grasa con el cuerpo trabajado de gimnasio, depilado, y para muchas chicas atractivo. Lo cierto es que le encanté.

Tras intercambiar múltiples e-mails y sms a cuál más caliente, que nos hacían estar en un estado de excitación constante, llegó la hora de conocernos. Ella vino a buscar un local para su oficina y se alojaría en un hotel, al que me invitaba a hacerle compañía. Ni que decir tiene que acepté la habitación incluso casi antes de que acabara de salir de sus labios. Llegué al hotel a las 21 h 30, y ella no llegaría hasta una hora más tarde porque tenía una cena, aunque me prometió deshacerse de su compañía rápidamente y venir presta a mi encuentro. Se fue a cenar con un elegante vestido y sin ropa interior, y de sólo pensar en lo que le esperaba, me aseguró que llegó al orgasmo durante la cena, y que estaba totalmente empapada, llegando a sentir vergüenza y temiendo que alguien pudiera darse cuenta porque además sus pezones se marcaban contra su vestido de un modo escandaloso.

Mientras eso sucedía yo había entrado en la habitación, me había quitado la ropa, y me había dado nuevamente una ducha. Volvía del gimnasio y mis músculos estaban marcados, y mis abdominales se marcaban como de costumbre, listos para la acción. Unté en crema mi cuerpo depilado y me anudé una toalla a la cintura. Me tumbé sobre la cama, empecé a pensar en Pat y lo que me esperaba, y mi aparato se rebeló contra la toalla y se puso duro como una piedra. Miré hacia la ventana. Era de noche, pero la luz de una farola se colaba por el cristal. La televisión estaba encendida, y la habitación estaba en semipenumbra. Me pregunté cuanto tardaría en llegar Pat; mi mano empezó a bajar por mi pecho hacia la toalla. Mi polla estaba encharcada en sangre, dura como una piedra, y lista para la acción, y mi mano involuntaria o voluntariamente se dirigía hacia ella, ¿Cuánto tardaría Pat? y entonces di un brinco. Alguien metía una llave en la cerradura, me acerqué a la puerta. La luz del pasillo me cegó y sólo pude entrever una silueta con divinas curvas de mujer. Parecía desnuda, izó un brazo y su cuerpo hacía una S. No estaba desnuda, pues a la altura de los muslos pude ver que su vestido transparentaba.

Hummmm, qué preciosa visión. Noté como mi polla palpitaba contra la toalla, y de hecho en ese preciso instante se me desanudó de la cintura, y se me quedó sujeta nada más sobre mi polla. En ese momento su risa llenó mis oídos.

- Con razón no tomé postre - dijo dirigiéndose hacia mí y cerrando la puerta tras ella.

- ¡Qué ganas tenía de que llegara este momento!.

No tuve tiempo a contestar que su lengua ya estaba en mi boca y su mano aún no sé como estaba ya en mi aparato. Bueno, si ella tomaba la iniciativa yo no iba a quedarme atrás. Así que respondí a sus besos apasionados con idéntica pasión y lujuria, mientras una de mis manos se metía entre el pelo de su nuca, y la otra acariciaba la cara interna de sus muslos, arrancándole un estremecimiento de placer. En una rápida maniobra le di la vuelta, y llevando sus brazos a su espalda la hice caminar danzando hasta echarla sobre la cama que estaba tras ella. Tras su empuje inicial, ella se dejó hacer. Había pasado el examen de los besos, y sabía que esa noche iba a estar a la altura de sus expectativas.

- Creo que lo mejor para cargarnos las pilas y recuperar fuerzas será darnos un baño juntos. ¿Te apetece? - pregunté pícaramente mientras comenzaba a besar sus piernas desnudas (su vestido estaba ya a la altura de sus caderas) con mi lengua juguetona y haciendo coincidir el final de mi pregunta con una lamida rápida y superficial sobre los labios de su coño, que le hicieron arrancar un gemido de placer.

- Vale, interpretaré eso como un sí, ja, ja, ja

Dije riendo mientras dedicaba mis atenciones a su barriga y subía mi lengua por su canalillo hasta llegar a su nuca y regalarle un beso vampírico, jugando donde el cuello se junta al hombro, ¿le gustaba eso? No hacía falta ni que me lo preguntase, puesto que un grito de dolor salió de mi garganta en ese preciso instante: acaba de clavarme sus uñas en la espalda y os aseguro que no lo hizo para castigarme, sino por el placer que sentía en ese instante.

- Puff, el alcohol me ha puesto cachonda, pero contigo los efectos se multiplican por mil - me dijo mirándome a los ojos.

Y sin darme tiempo a reaccionar giró sobre sí misma haciéndome quedar ahora a mí tumbado en la cama.

- Déjate hacer, esto es cosa de dos y no sólo voy a recibir yo -me dijo.

Mis pies tocaban el suelo y yo estaba tumbado al borde de la cama. Ella se arrodilló en el suelo, y jugueteó con sus manos en mi pecho, mientras casi sin más preámbulos se metió mi polla en su boca. Una sensación de calidez y humedad a un tiempo me embargó. Aún no sé muy bien como, pero vi como mi aparato desaparecía casi entero en su boca... ¡sabía tragársela como si fuera un fakir tragándose una espada!, me excité tanto sólo de ver esa imagen que casi me corro allí mismo. Al poco tuve que apartarla de mi lado.

- Quieta, quieta, o harás que me corra-dije mirándola a los ojos.

Su sonrisa cínica casi me asustó.

- Y, ¿cuál es el problema? aún no me he tomado mi leche para ir a la cama.

Como veis sabía como excitarme. La verdad es que en el primer encuentro siempre tengo miedo a correrme demasiado rápido. Es tal el grado de excitación, las nuevas sensaciones que uno está al límite desde el primer momento. Tampoco me preocupa demasiado, porque lo bueno es que en nada estoy recuperado y siempre listo para al menos tres asaltos. El sexo como una buena cena o cualquier cosa gratificante hay que saber disfrutarla y prolongarla y no quedarse en un aquí te pillo aquí te mato. El caso es que nos pusimos de pie, y durante unos instantes se dejó hacer. Fui deslizando suavemente el vestido por su cuerpo, el tiempo parecía congelado y yo disfrutaba de esa sensación tan erotizante. El cuerpo desnudo de una mujer siempre es fascinante. No sé por qué tantas mujeres se empeñan en ocultarlo o miran mal a las mujeres que lucen su cuerpo. El cuerpo es hermoso y jamás ha de ser motivo de vergüenza. Desde luego en aquel momento tenía aquella piel suave, sedosa, morena y de la que emanaba sensualidad por cada poro, toda para mí.

Ya desnudos los dos y de pie, nos fundimos en un abrazo, y seguimos pasando de besos dulces y suaves a salvajes y apasionados, y entonces como de mutuo acuerdo nos dirigimos los dos hacia el baño. Ahora que lo recuerdo caminamos como patos, pues su espalda iba pegada a mi pecho, y mi polla dura y ardiente pegada a sus nalgas, mientras mis manos juguetonas masajeaban sus pechos y de vez en cuando bajaban juguetonas hacia sus labios. Por lo empapada que estaba se veía que no lo estaba pasando mal.

La luz del baño casi nos cegó. Pusimos a llenar la bañera y durante unos instantes volvimos a observarnos el uno al otro, e intercambiamos mutuos cumplidos. Cogió espuma de afeitar y una cuchilla, y me dijo que nos daríamos un repaso. Que le encantaba el morbo de depilar a un hombre y que aunque yo ya lo estaba le excitaba igualmente llenarme de espuma y afeitarme. Ya estábamos los dos de un caliente incomparable. Ella tenía una cámara y decidimos tirarnos unas fotos. Primero nos metimos en la bañera de espuma. El agua es siempre gratificante, y estar con ella en la bañera era de lo más relajante. Uno frente al otro. Mis manos acariciaban sus muslos, y me encantaba ver como sus pezones aparecía y desaparecían entre el agua. Su mirada juguetona y lasciva, me animaba. Me encantan las mujeres que viven plenamente su sexo y que no se avergüenzan de su sexualidad. A una mirada nos levantamos ambos y volvimos a besarnos. Sin decir palabra la giré, y comencé a besarle la nuca. Al tiempo llené mis manos de gel y comencé a enjabonar su barriga por debajo de sus senos, rozando de vez en cuando los mismos, pero sin llegar a tocarlos directamente, aumentando su deseo.

Mientras una mano jugaba arriba, la otra enjabonaba sus muslos pero sin tocar tampoco su concha. Entonces giró su cara y nos besamos y en ese instante apreté con fuerza sus senos. Ella mientras jugaba desde atrás con mi aparato. Pero en el momento en que apreté sus senos lanzó un gemido, y entonces mano derecha bajó a su concha y empezó a juguetear con ella. Se estremecía y su culito se estrechaba contra mi polla en sus contoneos de gata. Volví a enjabonarla y esta vez ataqué su concha y su delicioso culito. Con una mano toqueteaba su coño y con la otra su ano. Entonces la puse a cuatro patas y yo me arrodillé. Aunque sabía a jabón, bajé mi lengua desde su nuca por toda la espalda hasta su ano y allí estuve dedicándole mis atenciones a su agujerito mientras ella me rogaba que siguiese. Le encantaba. Uno de mis dedos acariciaba su clítoris. Ahora, deslicé uno de mis dedos untados en gel en su ano y luego otro, y mi lengua jugó en su coño. Estaba totalmente entregada. Un tercer dedo se hundió en su ano, y luego un cuarto, y seguía frotando su coño. Era como si ella estuviera ausente. Me encantaba como se contoneaba y absorvía mis dedos en su interior. De repente unas convulsiones apretando mis dedos y un gemido contenido me hicieron saber que había llegado al orgasmo. Sin decir palabra masajeé su espalda y la besé y acaricié suavemente sus senos. Tras unos instantes, se dio la vuelta y comenzó a enjabonarme a mí.

Para seros franco el notar como llegaba al orgasmo casi me hizo correrme a mí. Sus dedos expertos se deslizaban por mi cuerpo enjabonándome y he de reconocer que me aplicaba un masaje gratificante. Entonces nuevamente arrodillándose se situó frente a mi pene y mientras sus manos bajaban por su espalda y jugueteaban con mis nalgas, engulló nuevamente mi pene.

- Hummmmm - fue lo único que atiné a decir.

Iba a suplicarle que parase o que me correría cuando me dio la vuelta, separó mis nalgas y comenzó a lamer mi ano. Era una sensación de lo más placentera. Tras un rato me giró de nuevo y engulló nuevamente mi pene. Aún no sé si notó mis venas palpitar o cómo lo supo, pero cuando iba a decirle que me corría me miró y rápidamente dijo:

- Quiero beberme hasta la última gota, ya - y se la metió nuevamente en la boca.

Ni que decir tiene que me corrí en ese mismo instante y que tuve un orgasmo que me pareció interminable. Caí de rodillas junto a ella y nos abrazamos.

- Qué rica, así me gusta, ni rastro - me dijo sonriendo.

Se la había tragado toda. Nos levantamos y nos duchamos el uno al otro, y entonces cogió la espuma y la pasó por mi pubis y por mi culo y sin más me rasuró, aunque ya digo que ya lo estaba. Mientras lo hacía se me puso dura de nuevo, lo cual le encantó. Aquí estuvimos hablando un poco sobre todo. Me tocó el turno de redepilarla a ella. Era sumamente excitante. Hace tiempo ya que pido a las mujeres con las que estoy que se depilen el pubis, o al menos los labios y que se dejen el monte de venus muy cortito si dejan pelo. Ellas sienten más la lengua y las caricias, es mucho más hermoso e higiénico. Nos secamos el uno al otro. Y totalmente desnudos, me llevó a la habitación.

- Ya no aguanto más, te quiero dentro de mí, y no te molestes en calentarme porque ya soy un volcán - me dijo mientras sacaba unos preservativos.

Sin más preámbulos se puso encima de la cama a cuatro patas y me rogó que la follara. Ni que decir que tiene que no me lo pensé dos veces. Entré dentro de ella. Suavemente primero y luego más profundo. De repente un grito

- Aaaahhhhh - gimió.

- ¿Qué pasa te hago daño? - pregunté preocupado.

- No, no, es que la noto muy adentro, me encanta - dijo tranquilizándome.

Lo que siguió fue un juego de malabarismos. Nunca me ha gustado hacer el amor con esas mujeres que sólo gustan de una posición, el misionero para entendernos y ya está. Os puedo asegurar que aquí se desarrolló un bonito juego de acrobacias. Aún a cuatro patas hice que alzara su espalda a mi pecho al borde de la cama, de modo que estaba arrodillada y yo entrando en ella desde atrás al tiempo que mis manos dedicaban mil atenciones a sus pechos. Luego la tiré contra la cama boca abajo y me tumbé sobre ella. Ahora ella tomaba la iniciativa, y cabalgaba sobre mí estando yo boca abajo. Volvimos a cuatro patas y me subí a la cama, adoptando distintas formas para penetrarla. Sacaba mi polla fuera y volvía a meterle. Le daba golpecitos con ella sobre el clítoris, la restregaba contra sus labios mientras me suplicaba que se la clavara y también le daba golpecitos sobre su ano. Me incliné nuevamente a lamerle su coñito y su ano, para lo que la puse boca arriba separando bien sus piernas. Mis dedos volvían a jugar dentro de ella. Estaba tan lubricada que podría haber metido mi mano entera. Sus jugos sabían muy bien, eran como hidromiel. Y entonces puse sus piernas sobre mis hombros y me puse a hacer planchas dentro de ella. Le encantaba y a mí me llevaba al clímax.

Cambiamos de postura nuevamente. El tiempo pasaba. Nunca había durado tanto ni era tan fascinante un polvo. Sudorosos jugamos la borde de la cama, resbalamos y caímos entre risas. Seguimos en el suelo sobre la alfombra con ímpetu renovado. Entonces me suplicó que me corriese que ella estaba a punto y los dos a un tiempo llegamos al orgasmo fue increíble. Me quité el condón y nos subimos a la cama. Encendimos la tele. Ponían una película porno en el Plus y a ella le encantaban. A los diez minutos de ver la película ya estábamos nuevamente excitados. Yo la masajeaba ambos tumbados en postura fetal. Ya me escocía la polla y a ella su vagina, pero sabíamos que no había acabado. Ella quería que me la follase analmente y yo lo estaba deseando. Siempre me han dicho que lo hago muy bien analmente, y lógicamente no la iba a defraudar. Volví a lamerla entera, todos sus agujeros. Esta vez mi lengua jugueteaba aún más en su ano, lo ensalivaba, la follaba con la puntita y con mis dedos jugaba en su clítoris. En ningún momento desantendía sus pechos y de vez en cuando lamía sus piernas. Lubriqué su ano, y mirando a la pantalla excitada como estaba mi pene se colocó en su entrada trasera. Muy suave y con el condón puesto nuevamente le acaricié su culito. Ejercí una suave presión y entró la puntita. Se estremeció. Empujé muy suavemente. Iba entrando muy suave, pero de un modo muy placentero. Cuando nos quisimos dar cuenta estaba dentro.

- Dios, me vas a reventar, me encantaaaaaa - dijo de pronto.

Y entonces me retiré hacia atrás mientras jadeaba. Estuve entrando y saliendo de ella al menos diez minutos mientras contemplábamos las folladas de la tele en una isla paradisíaca. Salí de ella y se puso a cuatro patas. Nuevamente entré en ella. En esta ocasión mordía las sábanas.

- Fóllame así. Dios, nunca nadie me lo ha hecho así, siiii... - gritó muy fuerte.

Confesaré que me sentí halagado. Me levanté de la cama, la puse sobre mis caderas, y así abrazados, mi polla entró en su culo. Botaba sobre mí. Me encantaba su culo. Le abría las nalgas con las manos, mientras ella posaba su cabeza en mis hombros y me mordía a la altura de la clavícula. Tras un rato caímos sobre la cama- Gritó porque en la caída se la clavé toda. No exagero si os digo que estuvimos una hora follando analmente. En algún momento cogimos la cara y retratamos ese momento. Yo no me corría y ella lo hizo más de una vez. Finalmente me tumbó, y me dijo que tenía sed nuevamente. Me quitó el condón y me dio la mamada de mi vida. Me corrí en su boca nuevamente. Estábamos exhaustos. La película había terminado. Nos reímos comentando que había sido mejor la nuestra. Volvimos a la ducha. Y esta vez nos tumbamos en la cama. Apenas tardamos unos segundos en quedar dormidos, cosa extraña para mí pues no suelo quedarme dormido en la primera noche. Pero había sido increíble.

Fue el mejor sexo de mi vida. Ella me confesó que lo había hecho con muchos hombres, ¿muchos? Bueno lo creáis o no llevaba la cuenta y yo era el 83, y lo cierto es que me dijo que había habido sólo uno con el que gozó más que conmigo, y es porque estaba enamorada. Me encantó eso, aunque le dije que les diría eso a todos, y ofendida me dijo que en temas de sexo nunca bromeaba, así que me sentí como un pavo real.

Bien, la verdad es que era sólo sexo, y fue increíble. También reconozco que no hace mucho tiempo estuve enamorado y la intensidad del sexo era incomparable, si bien se limitaba a dos posturas y poco más. Sexualmente esa fue una gran noche. Ninguno de los dos estábamos comprometidos con nadie, así que gozamos como nadie nuestra sexualidad. No fue esa mi única noche con Patri. Hubo más, pero esas ya las contaré otro día.

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Desde Asturias. Luis

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