La doble vida de Ana (I)

Autor: AAna | 03-Jun

Grandes Relatos
Me llamo Ana, soy rubia de pelo largo y rizado, piel blanca, ojos azules, creo que gusto a los hombres a pesar de mis ya dos embarazos, estoy felizmente casada y ocupo un puesto de ejecutiva en una entidad financiera. Como digo, estoy casada y soy feliz con mi marido y con mis hijas, pero además desde hace mas de un año y dos veces a la semana, cuando no tres o cuatro me follo a un compañero que, también casado, me saca mas de quince años.

Habíamos trabajado juntos, yo sabía que le gustaba, pero él no pasó nunca de cumplidos y alguna que otra mirada a mis tetas, culo o mi pantalón ajustado con el que me gusta provocar. Luego él a quien llamaremos Luis, fue destinado a otra sucursal y perdimos el contacto diario, a decir verdad le olvidé.

Todo comenzó cuando me enviaron a un fastidioso curso, fue en un hotel alejado de la capital donde aparte de tragarse jornadas inacabables había que pernoctar. Nos dividieron por equipos y mira por donde apareció Luis. Apenas me dijo nada, casi diría que me ignoró por completo, después de la cena en un momento que lo vi solo, me acerqué:

- Hola Luis, ¿No me dices nada?.

- Hola Ana, ¿Cómo estás?.

Y nos enfrascamos en una conversación larga y si acaso aburrida. En un momento dado, va él y me pregunta:

- ¿Tomamos una copa de cava en mi habitación?.

- Casi mejor en la mía, no me apetecería que me vieran entrando o saliendo de otra que no fuera la mía.

- Vale. Si quieres ve tu delante, dejas la puerta entornada y si no hay moros en la costa entro. - me dijo.

Según andaba por el pasillo, presentía su presencia a unos metros. Llegué a la puerta, abrí, entré y dejé la puerta entornada, oí pasos, hablar y nada más. Pasaron unos minutos y de Luis ni rastro, me sentía furiosa, bueno otro día será... Me desnudé, y me fuí a dar una ducha, me pareció oír algo, entonces me di cuenta, la puerta, la había dejado abierta, me tapé con la toalla y salí. No, que no, que estaba cerrada, me volví, allí estaba con dos copas en la mano. Me dirigí sonriente, tome la copa y él tiró de la toalla, me quede totalmente desnuda frente a Luis, me sonrojé, como pude, le pregunté:

- ¿Te gusta lo que ves?.

- Me gustaba mucho con ropa, así que imagínate como me gustas ahora.

Un segundo después me estaba saboreando, me atrajo hacia el comenzó a besarme en los labios en el cuello, en la nuca, al tiempo que le desvestía. Me sorprendió que aunque yo estaba a cien y ya totalmente mojada, él tenía su pene totalmente flácido. Ya sobre la cama siguió besándome los pechos, muy lentamente, tan pronto uno como el otro, yo deseaba que me penetrara pronto, me estaba deshaciendo, él siguió una eternidad mas con mis pezones, chupando, mordiendo y haciéndome desea, bajé la mano y el pene flácido. Las caricias pasaron a los alrededores de mi vulva y siguieron piernas abajo hacia mis pies, ni mis novios, ni mi marido me habían dado tanto placer, por fin se decidió a meter su lengua en mi coño que para entonces era un charco completo, lo hizo muy lentamente, se bebió todos mis jugos y por fin atacó el clítoris en medio de un orgasmo en el que exploté como no había tenido ninguno y al que le siguieron una cadena que me dejaron agotada.

Noté que algo entraba en mi coño, pero no, no era su pene, eran sus dedos, comenzó a darme un masaje en la parte interior de mi vagina y unos segundos después explote, no me había sucedido nunca, me asusté, ¿Qué me pasaba? ¿Me estaba meando? ¡Que placer!, pero no era pis, era blanquecino, gelatinoso, pero que gusto. Me abrió las piernas, y lo vi, de la flacidez llevó su pene a una brutal erección, la controlaba, ¡Que polla! no era larga, pero la suya salían en anchura dos de mi marido. Me la clavó sin miramientos, se alojo en mi estrecha vagina, mis dos hijas han nacido por cesárea, y sentí un ligero dolor al que le siguió una experiencia inolvidable, mientras me hablaba metía y sacaba su herramienta y me provocaba una cadena de orgasmos, le pedía que se corriera, pero nada, él a su bola, me tuvo más de diez minutos en ese ir y venir y después me inundó de una catarata. Me dio un largo beso y se levantó en busca de las copas de cava, las bebimos mientras nos besábamos, yo estaba agotada, una sesión de sexo como la que estaba protagonizando no la había tenido en mi vida, mi coño no paraba de emitir jugos, todo mi cuerpo estaba envuelto en ellos, el semen chorreaba por mis piernas, estaba escocida, pero no sentía ningún remordimiento y deseaba que la noche no se terminara.

- ¿Te apetece una ducha?. - me preguntó.

Ya lo creo que me apetecía. Nos metimos juntos bajo el agua, no recuerdo haberme duchado acompañada. Nos enjabonamos mutuamente.

- ¿Te apetece mamármela?.

Por que no pensé, mi marido no era partidario de esas opciones, bueno en realidad en los últimos años se había dedicado a un polvo rápido 3 o 4 veces por semana y a dormirse a continuación. Me vi negra para meterme esa cosa en la boca, no era muy larga, pero de ancha no me cabía, poco a poco gano en dureza. Salimos de la ducha y sobre la cama sin secarnos, yo a cuatro patas, él penetrándome desde atrás, con una mano me sobaba las tetas, me pellizcaba los pezones, me restregaba el clítoris, me puso a doscientos en un segundo, comenzó un nuevo bombeo mientras me hablaba. de nuevo comencé a correrme como una loca...

- Córrete por favor, que no aguanto más.

Pero él siguió a su ritmo. No sé el tiempo que paso hasta recibir otra descarga en mi coño. La mantuvo dentro hasta que se desinfló. Cuando la sacó caí en un trance total y me dormí.

Le volví a ver en el comedor desayunando, nos sonreímos, desde entonces no hemos parado de follar al menos dos veces por semana. Ni mi marido ni su mujer saben nada, algún día nos pillaran, pero hasta entonces no quiero perder mi ración semanal de sexo de alto nivel.

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