Experiencia extramarital

Autor: Anónimo | 16-Nov

Grandes Relatos
Acudo al consultorio médico por presentar una tracción muscular en la columna lumbar al querer mi marido penetrarme su verga, poniéndome en un sofá y lanzarme para atrás. Permitiéndole que mi vagina se encuentre expuesta a él. El dolor es insoportable y acudimos donde un médico para solucionar mi dolor.

Conversaba telefónicamente con mi amiga de gran confianza sobre una inesperada experiencia sexual extramarital mantenida hace dos días, me encontraba sumamente nerviosa por lo sucedido y le pedí que me aconseje sobre mi actitud. Me pidió que se lo explique personalmente y quedamos en vernos ayer domingo por la tarde en su casa. Tiene una familia muy unida y de principios sumamente firmes en su manera de ser, su hogar es un ejemplo de amor. Llegué con gran expectativa, me recibió con un fuerte abrazo y se me fueron las lágrimas por lo confundida que me encontraba. Le conversé con lujo de detalles lo que me sucedió mientras mi cuerpo se llenaba de lujuria por lo sucedido. Me indicó que no era pecado lo que me había pasado y que ella me daba todo su apoyo de amiga, confianza y seguridad. Me pidió que en Internet hay consultorios sobre temas sexuales y que pida consejo a un profesional. De aquella manera no me conocerían en absoluto lo que me sucedió. Llegaron sus hijos y su esposo, quienes me invitaron a la cena, topamos varios temas de interés nacional y cultural, nos reímos por las ocurrencias de los chicos y regresé a casa totalmente tranquila y segura de mi persona.

Al parquear mi auto en el garaje de mi casa las luces del comedor y sala se encontraban prendidas, por lo que deduje que había visitas. Mientras tanto me quedé pensando sobre la posibilidad de ingresar a Internet y tratar mi experiencia para lograr otro criterio profesional. Ingresé a mi casa y estaba mi esposo, que es muy atractivo, cambiando unos focos que se habían quemado. Nos saludamos como siempre lo habíamos hecho con mucho cariño y amor que nos teníamos en todo momento. Conversamos sobre varios temas de interés profesional mutuo que tenemos en nuestros trabajos y nos retiramos al dormitorio. Me cambié de ropa, poniéndome mi pijama, indicándole que tengo algunos trabajos que realizar en la computadora para presentar mañana en la compañía que laboro, con un tierno beso me pidió que no demore mucho y pasé a mi cuarto de estudio. Me conecté a Internet e ingresé a una página de Consultorio Sexual y me pidió escriba con lujo de detalles lo que me había pasado. Al comienzo me pareció ridículo hacerlo, pero razonando tranquilamente era el único mecanismo para poder obtener una respuesta profesional a lo sucedido y tomé la decisión de explicar sin mentiras mi experiencia extramarital. Me prometía decir solamente la verdad.

Tengo 27 años de edad, profesión Ingeniera en Economía Bancaria, mi peso 132 lbas., estatura 1.70 cmts., mi piel es de color canela, mi pelo es suave y negro azabache, mis ojos color cafés claros y grandes, mi cuerpo es bien formado y atractivo por donde se lo vea, piernas contorneadas y atractivas, mis senos son firmes y turgentes, mis nalgas firmes y atractivas. Mi vulva la mantengo siempre rasurada y no utilizo pantys al usar medias de nylon tipo pantalón, me gusta por comodidad. Mi vestir es elegante y discreto en todo momento. Me encuentro casada desde hace ocho meses de mi bello esposo, que lo amo con sinceridad infinita. Nuestro romance transcurrió de lo más hermoso, muy tierno, muy cariñosos, muy respetuoso en todo sentido. Salíamos a bailar, jugábamos tenis, leíamos libros realizando una crítica formal y en algunas oportunidades nos besábamos manteniendo caricias íntimas que nos encantaba realizar hasta desnudarnos y sentir la longitud de su pene que ingresaba en mi cosita virginal, eyaculando en mis pechos. Únicamente en nuestra noche de bodas nos amamos por entero y por primera vez en mi vida sentí todo su pene dentro de mí, momentos de felicidad y maravillosos en diferentes oportunidades y lugares de la casa.

Hace dos días estamos sexualmente unidos y me colocó de espaldas sobre el respaldar del sillón, al introducir su pene en mi vagina y al hacerme para atrás mi cuerpo, exponiendo más mi vulva sentí un fuerte dolor en mi espalda a nivel de la cintura, fue tal el dolor que tenía que no podía enderezarme y con mucha dificultad me vestí ligeramente con la decisión de llamar a un médico inmediatamente. Mi esposo estaba muy asustado y con sentimiento de culpa. Llamé a la compañía de seguridad en salud, pidiendo el nombre y teléfono de un profesional médico que me atienda inmediatamente. Me contacté y quedamos en ir a su consulta lo más pronto posible y que nos estaría esperando. Al ingresar a su consultorio nos recibió el Médico, muy elegante, limpio y distinguido situación que me dio más tranquilidad. Estando en la mesa de exámenes boca abajo realizó un prolijo examen de mi columna. Me puso una inyección en mi nalga y colocó un aparato sobre la región lumbar y sacra, el mismo que daba calor y movimientos vibratorios. Sentía como mi dolor disminuía paulatinamente. Mientras tanto el doctor conversaba con mi esposo explicándole que había sufrido una tracción muy fuerte en la zona y que era importante tomar una radiografía. Timbró el celular de mi esposo y por emergencia de la oficina salió del consultorio, dándome un besito tierno e indicándome que todo saldrá muy bien y que regresaría en una hora para llevarme a casa.

Mientras el doctor me hacía preguntas para llenar su historia clínica miraba su arreglado despacho, había orden, limpieza y ante todo una sensación de paz. Existía una fabulosa energía positiva, Su voz muy calmada, alto nivel de educación y su vestir impecable realmente me impresionó. Al momento me dí cuenta que mi pantalón y el panty no los tenía puestos, cubriéndome una manta blanca de tela muy suave mis glúteos y piernas. Me sentí muy segura por la actitud muy profesional del médico. Le pregunté cuanto tiempo se demora el equipo en mi espalda, diciéndome que más o menos una hora. Cerré mis ojos mientras escuchaba como contestaba el teléfono e inmediatamente y con firmeza daba soluciones a las personas con las que hablaba. Se acercó a mí y procedió a bajar la sábana hasta la mitad de mis glúteos levantando la máquina y presionando suavemente con sus dedos la zona de la columna. El dolor estaba aún presente en menor intensidad. Me dijo que el procedimiento que estaba realizando es seguro y que iría mejorando paulatinamente. Que tendría que realizar ejercicios terapéuticos en casa y con la máquina se harían dos o tres sesiones más. Que no era nada grave y que me sienta tranquila. Nuevamente puso la máquina en la zona de la columna lumbar (cintura posterior) y sentía un calor agradable en mis glúteos, los movimientos vibratorios se hicieron más rápidos, pero no violentos. Se retiró a su escritorio y observé atentamente como escribía en su recetario, indicándome que eran medicamentos relajantes musculares para el dolor y el horario que tenía que tomar por vía oral. Mientras lo observaba sentí en mi cerebro una terrible descarga emocional que involuntariamente me hizo separar mis piernas, mientras el calor de mis nalgas sentía que se profundizaba por mi vulva hacia mi vagina. Me encontraba con un buzo de lana pero sin brazier, que mi esposo me puso por la urgencia y sentí que mis senos se ponían duros y mis pezones muy erectos y me molestaba mi propio peso, teniendo que colocar mis codos para elevarme un poco mi espalda. El doctor salió un momento de su oficina dejándome sola. Aproveché para palpar mi cosita que estaba hinchada, húmeda, caliente y la entrada de mi vagina abierta. El movimiento que realizaba la máquina y la admiración que mentalmente pensé del doctor, me produjo una sensación de excitación, muy despacio me moví de lado para coger mi clítoris y proceder a estimularlo con una satisfacción plena que me produjo un pequeño orgasmo y metía mis dedos con lujuria en mi chuchita y por el temor a que ingrese el doctor a su consultorio pensé en detenerme y tener sexo con mi marido en la noche.. Parecía de esas chiquillas que una travesura tan íntima tenía que realizarla sin que nadie se entere. Sentí los pasos del médico que venían y procedió a conversar conmigo mientras retiraba la máquina y presionaba con sus dedos mi espalda lumbar y sacra (parte de glúteos), que los sentía tan agradables, que le pedí si podía dar un masaje en aquél lugar con sus manos. Me indicó que no había ningún problema y llamaría a la enfermera para que lo realice. Le indiqué que me daba vergüenza de otra persona y que sea personalmente quién lo realice por cuanto le había tomado confianza y seguridad profesional.

Me indicó que no era su especialidad dar masajes, pero que no tendría inconveniente en hacerlo. Me pidió que me levante el saco hasta mi cabeza. Dejé mi espalda y parte de mis nalgas al aire libre. Mi cuerpo vibraba de emoción y sentía que se inundaba de una lujuria incandescente. Mí médico estaba sereno, tranquilo y no se denotaba vestigios de deseo carnal. Claro pensé es su personalidad y es su profesión, a cuántas mujeres tendrá la oportunidad de observar todo su cuerpo y aprendió a poner un escudo impenetrable a los interese humanos. Además es su prestigio profesional, que bien merecido lo tiene. Sus manos tomaron mi piel con suaves masajes que lo inició desde el cuello, en forma circular y sentí un chispazo que erizó mis vellos y todo mi cuerpo. Supe controlarme momentáneamente y pensé sorprendida que es lo que está pasando. Diciéndome a mi misma que tengo que actuar como una verdadera dama que lo soy y lo he sido siempre. He tenido dos enamorados en mi vida, nos hemos besado y manoseado íntimamente, pero nunca llegar a extremos como lo estoy pensando ahora. Cuando sentía sus manos en mi cintura involuntariamente moví un brazo y sin querer sentí bajo el mandil de mi médico que su pene se encontraba erecto. Sensación más excitante que vino a mi mente y cuerpo que hacía que mi vagina se humedezca y caliente más en todo mi cuerpo. Luego tomó suavemente mis nalgas masajeándome con ternura de una a una y no pude evitar en separar mis piernas, para que viera mi culito y rajita que la tenía totalmente mojada de la excitación corporal y mental que estaba pasando aquél momento. Sentía como sus manos se movían con destreza y bajó por cada una de mis piernas que las tenía separadas. El espectáculo de ver a una mujer desnuda así en esa posición mostrándole todos sus encantos con mi nalga ligeramente subida enloquece a cualquier hombre. Cuando ven los hombres a una mujer con una buena colita no dejan de admirar y la desnudan mentalmente cuando caminan y esto nos hace sentir muy mujeres, pero éste médico seguía tranquilo y sereno realizando su labor. Le pedí que me dé masajes por los muslos, lo cuál accedió gentilmente.

Sus delicadas manos estaban calientes y tomaron mis torneados muslos por la parte interior con una sensación muy tierna de caricia y siendo sus movimientos más excitantes para mí. El olor de mi vagina excitada al máximo ante un desconocido se sentía en el consultorio con mayor intensidad, cogí su mano derecha poniéndole entre mi culito y mi chuchita. Momento que aproveché para mover sin temor mi vulva. No decía ni una palabra sobre nada, era un silencio cómplice muy adecuado para el momento. Sus dedos acariciaron mis labios vaginales y mi clítoris con ligera pasión. Interiormente me enojé pensando que éste hombre es una témpano de hielo y que nada le emociona. Retiró con delicadeza su mano de mi vulva, me dio un besito en mi nalga y me pidió que me vistiera por cuanto había terminado la sesión. Me dijo que era una mujer muy hermosa, con cualidades físicas, emocionales y espirituales no muy comunes en el tiempo actual y que me felicitaba. Se retiró a su escritorio y se puso a escribir en mi historia clínica.

Me quedé por el momento pensativa, me senté en la mesa de exámenes y me dije para mis adentros. No es que éste hombre no tenga sentimientos humanos, los debe tener mucho. Por que es un sabio y muy inteligente. Es un real profesional de la medicina. Me acerqué con admiración y ternura mirándole fijamente a sus bellos ojos, tome su rostro sereno con mis manos y lo besé ardientemente, con una fuerza incontenible de amor. Nuestras lenguas se entrecruzaron locamente, sentía su saliva agradable en el interior de mi boca. Acerqué mi cuerpo a su cuerpo, presioné mi abdomen al suyo y me alegró sentir como su verga estaba totalmente hinchada. Puse mi vulva entre su pene, mientras me apretaba a su cuerpo. Tomó mi espalda entre sus brazos y mi cuerpo perdió el temor que tenía de él. Sus manos bajaron por mis nalgas que las movía con lujuria y deseo. Le desabotoné su blanco mandil y observe que su pantalón hacía una enorme prominencia que la tomé sin recelo alguno. Procedía a quitar su pantalón mientras tomaba mis pechos y los buscaba para besarlos, los agarraba con firmeza y me gusto como la hacía. Mi excitación aumentaba a cada momento. Era en ése momento una mujer con una experiencia única en mi vida. Me sentía libre de amar y ser amada. Su interior lo sentí adelante húmedo y al retirarlo saqué con mi mano una verga muy erecta, grande, gruesa y la cabeza del pene totalmente rosada. Ni qué decir de todo su pene. Me encantó su forma y luego me agaché a contemplar sus testículos, que estaban al interior de unas buenas bolsas; no reparé ni un momento y comencé a chupar su verga con desesperación y me la metía por todas partes que podía por mi boca. Sentía sus movimientos acompasados que entraba y salía de mi boca. Lo retiré y nos besamos nuevamente con lujuria, Mientras sus manos me cogían mi chuchita que pedía tener su hermosa verga dentro de mí. Cogí con una mano su pene abrí mis piernas y se lo puse en dirección a mi abierta vagina y comenzamos poco a poco a introducirla, no pude resistir el expresar la inmensa alegría y satisfacción que tenía de haber conocido un macho maravilloso, mientras nuestros movimientos aumentaban, presionaba mis nalgas para adelante y lograr que su verga entre más profundamente a mi chuchita. Estuvimos así un rato parados sintiéndonos muy bien por lo que hacíamos, que decidí subir mi pie izq. sobre el escritorio, dejando espacio suficiente para que me meta su pene profundamente. En verdad que quería tener a éste macho y su verga dentro de mi todo lo que fuera posible. Y así lo hizo que de un jalón penetro su verga toda dentro de mí. Que sensación más espléndida. Nunca había sentido algo así con mi marido.

Mi pie sobre el escritorio permitía abrir mis piernas, dejando mi vagina totalmente libre de cualquier obstáculo y permitirle que meta su verga con fuerza dentro de mí. Metía y sacaba su pene tantas veces fueran necesarias, mientras mi vagina totalmente mojada permitía fácilmente entre hasta lo más profundo. Que posición más hermosa la que teníamos. Suavemente pasó su mano por mis glúteos que los apretaba con fuerza, separando con sus dedos hasta llegar a mi culito con suavidad sensual, sentía como su dedo se movía en círculos por el anillo mi ano hasta que lo penetraba poco a poco; sentí miedo al comienzo y luego pasé a sentir una lujuria maravillosa al sentir sensaciones especiales que recorrían mi espalda, me incliné hacia delante apretando entre mi vagina su verga y permitía que los músculos de mi ano se aflojaran conforme introducía totalmente su dedo, que lo movía con frenesí dentro de mi. Sentía como su dedo dentro de mi culo topaba su verga que estaba en mi vagina, separándole una membrana. Que interesante sensación que hizo que me excitará más aún. Sus movimientos se hicieron más rápidos y antes que eyacule dentro de mi. Me separé suavemente mirando como su gratificante verga salía de mi vagina toda húmeda, caliente, muy gruesa, dura y de color rojizo. Que bello espectáculo. La tomé entre mis manos y procedía a acariciar suavemente poniéndome en mis labios, la besé por todos los lados con verdadera pasión. Mientras acariciaba mis senos, mi espalda, mis nalgas e intentaba con sus dedos introducir en mi culito. Me hallaba tan excitada que me coloqué de lado, dejando mis nalgas a su disposición. Mientras yo besaba su cálida verga procedió a introducir un dedo por mi culito y el otro dedo lo hacía por la vagina que la tenía muy húmeda. Los movía con lujuria y los penetraba con fuerza haciendo que levante mis nalgas. Así pasamos varios minutos, hasta cuando sentí que su pene volvía a engrosar dentro de mi boca con movimientos rápidos. Cogí sus huevitos y la base del pene con caricias y me retiré tiernamente. Mientras nuestros labios se encontraban con besos apasionados.

Voluntariamente me arrodillé y puse mis nalgas delante de sus ojos, coloqué mi cabeza sobre la alfombra entregándole mi sexo a su entera voluntad. Acarició mis nalgas con sus manos y con sus labios, separó mis labios vaginales y penetró su gratificante verga dentro de mí; sentía como ingresaba a lo más profundo de mi ser. Estaba emocionada por cuanto nunca había tenido tanto cúmulo de sensaciones placenteras. Yo resistía perfectamente las embestidas que realizaba con mete y saca frenético. En esa posición observaba como sus huevitos y pene brillantes por mis líquidos entraba con pasión y yo lo aceptaba con lujuria extrema. Sus dedos se posaron en mi culito y uno de ellos volvió a ingresar dentro de mí con movimientos circulares que excitaban más mi cuerpo y mi mente. Retiró su pene de mi vagina y se abrió poco a poco paso por mi culito que lo recibía con cierto dolor y lujuria especial, conforme lo iba introduciendo sentía el desgarre de una membrana interna que se dilataba poco a poco, dejando paso a seguir introduciéndome hasta que su verga llegó a su meta final, sintiendo que estaba en lo más íntimo de mis entrañas. Acariciaba mis nalgas, mi clítoris con suaves movimientos, mientras retiraba e ingresaba su verga dentro de mi. Lo hicimos varias veces hasta que sentía como la leche de mi macho penetraba por todo mi intestino, sentía como en mi garganta se concentraba el sabor del semen. Los músculos de mi cuerpo, de mi vagina, de mi culito interior, mi cerebro, mis senos, mi abdomen, mis glúteos vibraban de emoción y sentía un arco iris de orgasmos repetitivos que hacían que de mis labios expresen sentidamente: Mi bello y adorado doctorcito ¡ Siempre te amaré y recordaré ¡ Sensación especial única en mi vida.

Me acosté en la alfombra. Mientras su verga continuaba dentro de mi culito. Me decía palabras hermosas, dulces y llenas de ternura. Allí me confesó que era la primera vez que tenía relaciones por el ano, que le había parecido maravillosa la experiencia. Igualmente le indiqué que la virginidad de mi culito se la había entregado con amor y ternura. Nos besamos como pudimos.

Pasamos al baño del consultorio. Le lavé con agua tibia su flácida verga y sus suaves huevitos, mientras lo realizaba su erección se hizo presente a su tamaño descomunal (para mí, por supuesto). Sonreía al mirar sus movimientos mientras caminaba mi doctor por el baño y la manera que agarraba su verga pasa secar la humedad con una toalla, hizo que mi vagina sienta un calor interno, que al momento humedeció por deseo. Me lavaba con agua caliente mis labios vaginales, mi clítoris, mi chuchita y culito sentada sobre un taburete, situación que permitió que nuestros olores sexuales inundaran el baño. Me dijo que en esa posición le excitaba enormemente el verme de aquella manera y los movimientos que realizaba eran sumamente sensuales, femeninos y provocadores. Se acercó a mí con mucha ternura para abrazarnos y besarnos con verdadero furor. Sus manos recorría mi espalda, mis caderas, mis glúteos y tomó mis senos besándolos con ternura. Que sensación más maravillosa sentía por todo mi cuerpo. Sentía su pene duro e hinchado sobre mi vulva que ardía en deseos de ser amada nuevamente. Su verga buscaba la entrada de mi vagina, mientras mi vagina se abría para ser penetrada por la verga de mi doctor. Nos acostamos en el piso, abrí mis piernas conjuntamente con mis labios y nos entregamos con verdadero placer de besos y abrazos. Nuestros movimientos de cadera lo realizábamos al compás de un mete y saca constante de lo superficial a lo profundo, los músculos de mi chuchita presionaron la verga que se movía involuntariamente, hasta que sentí como su cálida leche inundaba el interior de mi vagina que me produjo un orgasmo profundo e intenso con plena satisfacción.. Nos quedamos abrazados mirándonos y besándonos. No nos queríamos separar y la noche llegaba inexorablemente. Y la realidad también.

La próxima cita la tenía para luego de tres días. Al llegar a casa me cambié de ropa, poniéndome una pijama muy liviana. Me acosté con la espalda aún con dolor, que lo pensaba se debía al esfuerzo que había realizado. Estando en mi cama aparentemente tranquila, sentía el cuerpo de mi doctor dentro de mí. Al pasar la mano por mi vulva siento mi panty totalmente mojado y parte de mis muslos que son los líquidos seminales de mi doctor. Me levanto asustada al baño y procedo a lavarme mi vulva, mi chuchita y mi culito. De aquella manera mi marido no tendría dudas materiales de ninguna naturaleza sobre mi persona.

Mi pregunta y consejo es la siguiente: Continuo asistiendo a las consultas médicas de mi doctorcito adorado. ¿Qué debo hacer?. Me encuentro sumamente inquieta y necesito urgente un consejo tuyo amiga.

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