El dulce sabor de sus labios

Autor: tanitoxxx | 26-Nov

Grandes Relatos
Comenzaré diciendo que fui educado en el seno de una familia muy conservadora, donde el tema del sexo era un tema tabú. Durante muchos años, fruto de ignorar su existencia, nunca me interese por el sexo. Por eso, puedo afirmar que conocí primero el amor que el sexo.

Nasly era una chica muy agradable, con unos pechos bien formados, un cuerpo un par de kilos por encima del que debería ser su peso ideal, aunque no era gorda, pero sobre todo, me enamoré de su forma de ser. Su piel es blanca, su cabello lacio hasta la mitad de la espalda, un rostro angelical. Era alguien que siempre inspiraba ternura.

Un día, luego de una pelea de novios, ella me recibió en la puerta de su casa… le dije lo que tenía que decir para reconciliarnos, y nos abrazamos. Me invitó a seguir. Pronto descubrí que estaba sola en la casa. Me encantaba consentirla, me gustaba mucho jugar con su cabello (siempre he sentido un atractivo especial por el cabello de una mujer y si tiene rizos, es mucho mayor esa atracción). Me senté en el sofá, y ella se recostó contra mi cuerpo, comencé a jugar con su cabello pero en la posición en que estaba, pude observarle sus senos por sobre su blusa, eran unos senos preciosos, grandes, y pude sentir que crecían a medida que mis manos jugaban con su cabello. Poco a poco comencé a dibujar con mis ojos sus pezones, debería estar duros, porque sobre su blusa comenzó a aparecer esa pequeña protuberancia que me decía que ella estaba excitada. Y observé sus piernas, ella llevaba una minifalda en lana, sin medias veladas, desee explorar, tocar sus piernas, sentir su suavidad. Luego de un momento, ella se levantó y fue a su cuarto por unos segundos… (Supongo que estaba excitada y no quería perder en control en ese momento conmigo) al regresar se sentó en otra silla, y conversamos, escuchamos música.

Con el correr de los minutos, la deseaba más. Imaginaba su cuerpo desnudo, ese cuerpo que quería llenar de besos, que quería explorar, conocer, sentir. De pronto, ella se levantó de su silla y al hacerlo, involuntariamente me dejó ver su panty durante una fracción de segundo, eso fue suficiente para soñar durante varios días. Imaginaba su panty, su forma, su textura, la manera como se pegaba a su piel, fue un panty con el que soñé varias noches un panty color crema (lo único que no me gustaba mucho era el color, pues siempre he sentido predilección por el blanco, el negro o el rojo vivo), imaginaba como se lo quitaba muy despacio para poco a poco ir descubriendo un bosque de vello, unos labios carnosos. Me extasiaba imaginando su vagina frente mis ojos y así, la desee a partir de entonces. Y así, comencé a soñar, a imaginar, a planear cómo sería el día que ella fuera mía.

No nos habíamos visto en varios meses estaba muy bella. Fuimos a bailar y bailamos como nunca muy juntos, muy románticos como si ahora si ella dejara aflorar los sentimientos y no importara lo que pudiera pasar porque en ese momento, a ella no le importaba lo que iba a suceder o mejor dicho, estaba segura de que era el momento y eso hacía que incluso el olor de su cabello, de su piel, fuera diferente. Yo no quería que aquella noche terminará nunca me sentía feliz quería estar a su lado siempre. Cerca de la media noche me pidió que nos fuéramos, que le dolían los pies (el viejo truco de los pies). Y me pidió que la llevara a su casa. Con algo de tristeza, accedí, aunque lo que quería en ese momento era seguir bailando a su lado toda la noche.

Cuando llegamos a su casa, me invitó a pasar, eran las 12:30. Le dije que no, porque podría despertar a sus padres. “Y si te dijera que no están”. No esperé a que me lo dijera dos veces. Seguimos a la sala, colocó música a bajo volumen y se acercó a mí para que acariciara su cabello. “He extrañado mucho tus manos”, “Y yo te he extrañado a ti” le dije. “Gracias por esta noche tan especial Carlos Eduardo, quiero que pase lo que pase siempre me recuerdes, aunque no estemos siempre juntos”. Y vaya si lo logró, porque aunque han pasado los años, siempre he recordado esa noche. Aunque conociéndola como la conocí, sus palabras no eran sinónimo de sexo. Me dio un beso y abrazó mi cuerpo. “Quiero que tus manos jueguen con mi cabello… me encanta sentirlas, me gusta que me consientas”. Se recostó en el sofá y colocó su cabeza sobre mis piernas. Comencé a acariciar su cabello y ella cerró sus ojos. Esa noche, ella llevaba un vestido negro de alguna tela muy fina (no soy experto en telas), un tanto ajustado a su cuerpo de la cintura hacia arriba, y de la cintura hacia abajo era ancho, con blondas, una medias veladas negras, zapatos de tacón. El vestido era muy bello, tenía un escote de dejaba ver la parte superior de sus senos, un vestido sin tirantes que dejaba gran parte de su espalda descubierta.

Mientras ella cerraba sus ojos, comenzó a crecer en mi el deseo de hacer ese cuerpo mío y miré su escote, en realidad sus senos eran muy bellos, eran unos senos duros y grandes. “Quiero sentir tus manos en mi cuello”. Y mis manos fueron hacia donde ella pidió. Comencé a tocar su cuello, su barbilla, con movimientos suaves, circulares, y bajaba mi mano cada vez un poco más, para luego volver a subir hacia sus labios. A cada movimiento, mi mano quería explorar más abajo. Noté que su respiración comenzó a ser un poco más rápida, aunque trataba de disimularlo, hay que entender que para ambos era nuestra primera vez, y de alguna manera ninguno quería crear una imagen equivocada del otro, queríamos que todo ocurriera con naturalidad. Luego de unos instantes, mi mano bajó lo suficiente para sentir con la punta de mis dedos el sitio donde la piel comienza a ascender, donde nace su seno derecho, y sentí que su cuerpo se estremeció levemente. “Me das un beso, amor…”. Le di ese beso, y luego ella se levantó, me tomó de la mano y me llevó a su cuarto.

Aquella era la primera vez que entraba a su habitación. Y en ese momento no me importaba saber como era, solo la quería a ella. Solo me di cuenta que la luz era tenue, que tenia una lámpara sobre su mesita de noche y que hacía que el ambiente fuera romántico. Pero en el fondo de mi, sentía algo de miedo, miedo a que ella dijera “Mejor no, Carlos Eduardo, no me siento preparada” miedo, porque llevaba ya bastante tiempo deseándola y ahora que la tenía tan cerca no quería que se arrepintiera. Le pedí que se recostara en su cama, y así lo hizo. Me recosté junto a ella y me abrazó. Y entonces mis manos retornaron al sitio donde habían quedado a su cuello. Ella cerró sus ojos y se separó un poco de mi para dejar que mis manos continuaran con su trabajo. Me acerque a sus labios y la besé, mientras mis manos acariciaron su seno por sobre la tela del vestido, en medio del beso, ella suspiró, y su cuerpo se movió levemente, en realidad ella deseaba esa caricia.

Mis manos comenzaron a moverse lentamente sobre la tela de su vestido, en forma circular, y de vez en cuando se acercaban a la frontera, donde la suavidad de la piel se pierde dejando paso a la textura del vestido. Desde entonces me gustó jugar con la ropa, con esos límites donde termina lo permitido para dar paso a lo prohibido. Fue un beso increíble, mientras mis manos bajaron levemente su vestido, no fue difícil. Ella llevaba un sostén negro, de encaje, que dejaba dibujar la turgencia de sus pezones, la firmeza de sus senos. Imagino que debí quedar con la boca abierta al observar tanta belleza, el objeto de mis deseos a tan solo unos centímetros de mis ojos. Y mis manos volvieron a sus senos, por sobre la tela del brasier, pero ahora podía sentir su calor, un calorcito dulce que invitaba a seguir explorando. Y bajo las palmas de mis manos sentía la dureza de su pezón que se volvía irresistible, jugué con su seno derecho, luego con el izquierdo, mientras mis ojos iban de sus senos a su rostro, era un sueño ver a Nasly así, con los ojos cerrado, como queriendo contener en su memoria cada sensación despertada. Mis manos volvieron a su piel desnuda, y acariciaron la base sus senos, y con un poquito de esfuerzo irrespetaron las fronteras, se metieron suavemente, lentamente buscando esos pezones duros, firmes, cálidos y embriagadores. Y con ansia los alcancé luego de unos segundos, los tomé con mis dedos, los sentí, los apreté suavemente, los solté para comenzar a girar mi mano sobre ellos, como quien da una caricia, muy suavemente, con la fuerza un simple roce, con la delicadeza de un susurro. Eso hizo que su pezón se pusiera duro, más duro aún de lo que estaba.

Me acomodé porque quería que mis dos manos tuviera la misma fortuna de acariciar esas protuberancias firmes, y mi mano izquierda se apoderó de su seno izquierdo, y comencé a jugar allí, en ese paraíso de bondades infinitas. Poco a poco sentí la necesidad de descubrirlos, de verlos fijamente, y saque mis manos un instante para buscar el broche de su brasier, pero mis manos fueron hacia su espalda mientras el broche estaba en frente (era el primer brasier que soltaba y yo imaginaba que todos tenían el broche en la espalda) Nasly había querido ahorrarme trabajo de ir tan lejos, y al darse cuenta de mi frustrada búsqueda, en sus labios se dibujó una leve sonrisa. “No tienes que ir tan lejos… el broche de este brasier está adelante”. Me sentí como un tonto pero quise compensar mi torpeza con nuevas caricias, así que de nuevo metí mis manos bajo su brasier unos segundos, para asegurarme de que seguían duros, para proporcionarle a Nasly nuevas sensaciones que le hicieran olvidar mi tontería. Y cuando mis manos buscaron de nuevo el broche de su sostén, con facilidad lo encontraron. Por fortuna no tuve que sufrir mucho para soltarlo, no se si estaba mal ajustado, o en mi primera vez fui tan hábil pero fue sencillo soltarlo y eso hice, simplemente lo solté pero lo dejé en su sitio. Para mi es excitante cada instante de estos, ver sus senos atrapados bajo la tela, luego casi libres, dejando traspasar algunos rayos de luz que permiten dibujar en la mente la forma de los pezones.

Acaricié sus senos por sobre su sostén, con la intención de querer liberarlos, pero a la vez retenerlos, porque me gusta la sensación que se forma bajo mis manos cuando acaricio de esta manera. Es todo un ritual para mi hacerlo de esta forma. Se puede decir que es una forma de acrecentar mi deseo, mi excitación queriendo descubrir esa parte de su pecho para conocerla, pero al mismo tiempo cubriéndola para permitirme un instante más de imaginación, de deseo, de ganas. Y poco a poco descubrí sus senos, una redondez que me parecía perfecta, una suavidad que invitaba a la embriaguez. Y miré de nuevo el sostén, el afortunado sostén que había estado siempre tan cerca, al contacto del fruto de mis deseos, qué afortunado era aquel sostén que podía extasiarse cuantas veces quisiera de la dureza, de la suavidad, del perfume de mujer que emiten los senos de las mujeres. Y sobre todo, el buen gusto de Nasly, era un brasier perfecto, coqueto, que permitía ver lo suficiente para imaginar lo demás; de un tamaño adecuado (aunque ahora adoro los sostenes pequeños en una mujer) y un color negro que invitaba al peligro. Sus senos quedaron al descubierto y me extasié unos segundo mirándolos. En realidad eran hermosos. Y tuve la tentación de dirigir mis dedos hacia lo pezones y tomarlos con dos dedos, tirarlos hacia arriba suavemente y mi recompensa fue mayor, cuando luego de hacerlo sentí que el cuerpo de Nasly se movió suavemente, aprobando aquella tentación. Su boca se abrió levemente y sentí un deseo irrefrenable de besarla.

Toque sus labios con delicadeza, con suavidad, porque no quería que mis labios desconcertaran la sensación que estaba experimentando. Y ella pegó sus labios a los míos, me dio un beso apasionado, su lengua buscó la mía, quería que su lengua también fuera mía, que estuviera dentro de mi, y que mi lengua fuera suya. Luego de unos instantes, mis labios abandonaron los suyos, porque seguir explorando su cuerpo, besé su barbilla, su cuello, y a medida que bajaba podía sentir que su deseo aumentaba, que su respiración se hacía un tanto difícil. Y rocé su seno izquierdo con mi mejilla. Sentía entonces la punta de mi pene totalmente mojado, hacía rato había despertado pero yo había consiente de eso, porque ahora solo me extasiaba en el placer de ella, su placer era mi placer. Ascendí poco a poco por sus senos hasta encontrar sus pezones y comencé a besarlos, a apretarlos con mis labios, mientras mis manos tomabas su seno desde la base y los apretaba con firmeza, como queriendo desplazar volumen hacia la punta para hacerlos más duros de lo que estaban. Durante un tiempo que no se si fueron segundos o minutos, mi lengua jugó a voluntad en ese manjar dulce, y cambió luego al otro seno, buscando ese mismo placer. Nasly decía que mi forma de hacer el amor era toda una tortura, porque hacía que cuando llegara a algún lugar de su cuerpo, ese lugar de verdad deseara la sensación que iba a sentir, alguno me llamarían lento, yo digo que esa tortura hace que en una mujer se acreciente el deseo, y me encanta disfrutar al máximo de cada instante y cada centímetro del cuerpo de una mujer. Porque no tiene sentido acabar rápido ignorando todo el placer que uno puede experimentar cuando se acrecienta el deseo.

A estas alturas comencé a desear explorar otras partes de su cuerpo, aunque sus senos me seguían embriagando. Para mi también es algo torturante tener que dejar algo que deseo para ir en busca de otras partes más excitantes. Me despegue de sus senos y ella aprovechó este momento para quitar mi camisa (mi chaqueta había quedado desde la sala). Me quité los zapatos y ella quiso hacer lo mismo, pero no la dejé, yo quería quitarle todo. Ella se volvió a recostar en la misma posición que estaba y me acerqué a sus pies. Toqué sus tobillos con mis manos, mientras mi mirada buscaba su rostro, había vuelto a cerrar los ojos, veía sus senos, totalmente abandonados de mis caricias, de mis besos, pero me excitaba también sentir la piel de sus piernas sobre la textura de la media velada. Fue fácil quitar sus zapatos, no tarde mucho en tener sus pies libres para acariciar. Mi mirada se posó en su falda, era algo excitante imaginar lo que había debajo, quería mover mi mano para levantarla un poco, pero sinceramente, estando tan abajo, me daba pena además no quería alterar mi ritual de caricias, mi ritual para desnudarla. Mis ojos se esforzaban para penetrar bajo el leve espacio que quedaba entre sus piernas, mi mente jugaba a imaginar el color de su panty, la textura del mismo, la forma, el tamaño, la turgencia que debería dibujar su vagina al sentirse aprisionada por ese trozo de tela. Mi mente deseaba que abriera un poco más sus piernas para confirmar lo que imaginaba.

Besé sus pies, fue una sensación extraña para mi, pero deliciosa. Un beso a la piel sobre la media velada es algo rico, es la mezcla de la fría lycra con el calor de la piel, es la frescura que hace soportable el fuego del deseo. Desde entonces, me encanta besar sobre la media, me gustan las mujeres que usan liguero, porque se puede hacer el amor sin necesidad de quitarle las medias. Aunque aquellas que ella tenía eran de las otras, que van hasta la cintura. Pronto comencé a avanzar, a acercarme hacia la rodilla, y cada vez era más fuerte el deseo de levantar su falda para descubrir su secreto de una vez por todas, pero no lo hice, porque cada movimiento debe ser sutil, debe ser delicado creo que esa es mi naturaleza, que cada momento llegue cuando más lo deseo. Besé su rodilla, la acaricié con mis mejillas, que rico es sentir la piel de esa manera, y mientras besaba sus piernas, mis manos las acariciaban , exploraban el lugar que luego recorrerían mis labios, masajeaba sus carnes con delicadeza, con suavidad, con pasión. Cuando mi ojos se encontraron de nuevo en la frontera donde se separa lo visible de lo oculto, deposité un gran beso en sus muslos, quería tener una excusa para continuar explorando, quería que fueran mis mejillas, mis labios, lo que inconscientemente, los que voluntariamente comenzaran a correr el vestido hacia arriba.

Mis manos poco a poco se metieron bajo su falda, desde sus rodillas hacia arriba, con lentitud, por la parte interior, y experimenté que su calor aumentaba a medida que me movía más hacia arriba. Quería llegar a la fuente de ese calor, pero no era prudente, porque quería que ella lo deseara más, porque yo mismo quería desearla más. Mis manos jugaban entre sus muslos, masajeándolos de arriba abajo, sin acercarse totalmente a su meta, jugaban por debajo de su falda, porque no se la había levantado aún. Mis dedos comenzaron a moverse lateralmente, para no olvidar la parte superior de sus muslos, y mis movimientos se volvieron circulares en principio, y desordenados luego, recorriendo en un momento sus muslos por dentro, luego por fuera, luego por encima, y hubo un momento en que quise tocarlos por debajo. De esta forma, ella abrió poco a poco más sus piernas, y mis ojos quedaron fijos buscando ese lugar que tanto deseaban, pero que aún no podía ver, porque en algún lugar dentro de sus muslos las oscuridad aún reinaba porque las piernas no estaban tan separadas. Pero supe que esa era la estrategia que ella deseara abrir sus piernas, que necesitara abrirlas para que mis manos exploraran, que no fuera yo quien se lo pidiera, ni que usara la fuerza de mis manos para hacerlo, simplemente quería que por voluntad propia ella poco a poco abriera sus piernas para que mis ojos se extasiaran con su intimidad. Pero a medida que mis manos subían y bajaban, ganando espacio, su falda se comenzaba a correr lentamente hacia arriba. Subí mis manos por la parte exterior de sus piernas y sentí los bordes de su panty bajo su falda, tuve cuidado de no levantarla, aún no era el momento de mirar. Pero lo que sintieron mis manos me gustó porque la parte del panty que sentía a sus costados era delgado. No era un panty de esos que usan las abuelas, era un panty sensual, pequeño, como me gustan a mi.

Subí un poco más mis manos y encontré con un poco de dificultad el nacimiento de su media velada, la tomé por los extremos, con mis dos manos y la comencé a bajar lentamente, bajo su falda. Si pudiera vivir de nuevo esa experiencia, ese instante lo repetiría muchas veces, unas de la misma manera, con mis manos bajo su falta otras, con su falda levantada, otras quizá quitando el panty al mismo tiempo de la media o tal vez, acariciando su intimidad por encima de la media y su panty, o con mi mano entre el panty y la media. Es uno de los momentos que más me excitan y que lo descubrí desde ese día. Con mucha delicadeza mi mano bajó su media hasta donde pude y ella levantó levemente sus nalgas para facilitarme la acción. La media se comenzó a enrollar, vaya… eso era algo que yo no sabia, que las medias se quitaban enrollándolas, pero no se como se comenzó a enrollar y me pareció que era una buena forma de quitarlas, pensando que eso yo lo había inventado. Pronto, ante mis ojos vi la separación que dejaba ver la piel blanca de sus piernas entre la frontera donde estaba su falda y donde la media se enrollaba. Por cierto que su falda ya estaba un tanto arriba, aunque por la posición en que me encontraba aún no alcanzaba a ver totalmente alguna parte su panty. Veía la parte interior de sus muslos, unos muslos interminables, deliciosos, apetecibles, que hacía que sintiera deseos de arrojarme sobre ellos para besarlos, para comerlos, para sentirlos, pero aún no era el momento. Y continué bajando su media a lo largo de sus piernas, con delicadeza, con suavidad, y me corrí hacia abajo, y desde allí levanté levemente la mirada, allí estaba lo que deseaba, a solo unos centímetros alcancé a ver donde la piel se escondía bajo un panty negro, es la imagen más espectacular que tengo en mi vida, la sensualidad, el deseo que sentí, es algo indescriptible, es un deseo que lo pone a uno a dudar, si seguir con el ingrato trabajo de seguir enrollando la media, o abalanzarse son deseo para arrancar esa prenda que oculta esa fruta deliciosa que llama a la pasión.

Finalmente mis manos quitaron su media velada y comenzaron de nuevo el ritual de acariciar sus piernas de abajo hacia arriba, ahora sobre la piel desnuda, ahora con mi mirada fija en su sexo, en su intimidad, pero con mis labios reforzando la sensación que cada centímetro acariciaban mis manos. Fue algo torturante no poderme abalanzar sobre su sexo y explorar con mis labios su intimidad, pero eso incrementaba mi deseo, eso hacía que la deseara más y sabía que eso era lo que quería, lo que quería ella también. Llegue a sus rodillas y la verdad es que su falda estaba lo suficientemente levantada para dejarme ver la extensión de sus piernas, de sus muslos, ahora apreciaba mejor su intimidad, protegida por tan solo ese panty que comenzaba a gustarme mucho, porque lo sentía como un reto, como lo único que me separaba del deseo sexual tan fuerte que sentía en ese momento. Ella separó un poco más sus piernas y sentí necesidad de explorar de una manera diferente la ruta que aún tenía por delante. Me recosté entre sus piernas con mi cuerpo de sus rodillas hacia abajo, me sentía entrando a un túnel, un túnel delicioso, cálido, con un olor exquisito, el olor a mujer, a mujer excitada, a mujer que quiere hacer el amor, a mujer que involuntariamente permite que la exploren. Acerqué mis labios a su muslo izquierdo y comencé a besarlo, comencé a subir lentamente, cada vez más arriba, mis ojos se acercaban a cada instante al sitio de donde emanaba ese olor, entre dulce y fuerte, entre embriagador y saciador. Su falda cubriendo parte su intimidad me excitaba más. Y cuando estuve a punto de besar el borde de su panty, retrocedí. Noté en ella un poco de desconcierto, en realidad esperaba que terminara ya esa tortura y me concentrara en su fuente de deseo. Levantó un poco su cabeza para mirar hacia abajo y nuestros ojos se encontraron, esbocé una sonrisa en mis labios, mientras sus ojos parecían suplicarme que ya era suficiente. Le dije que la amaba, que cerrara sus ojos porque aún faltaba un poco más.

Me concentré de nuevo desde sus rodillas en besarlas, en acariciarlas, mientras mis manos comenzaban a explorar el camino que seguirían mis labios, poco a poco me acercaba más a su gruta de satisfacción, que cerca estaba de nuevo, y otra vez volvía a sentir ese olor embriagador de su sexo. De pronto, ella corrió su cuerpo hacia abajo como queriéndome forzar a que tocara su intimidad, ya no me lo pediría con una nueva mirada, ahora quería sentir que me concentraba en su vagina. Al correrse hacia abajo sentí una leve humedad en su panty, estaba mojada y que espectacular era aquel panty (Desde entonces comenzó mi debilidad por los pantys, por esos pantys sensuales, que huelen a mujer, me regalas uno tuyo, Maria Eugenia? Y te contaré lo que me inspira con lujo de detalles). Bueno… lo cierto es que me enamoré de ese panty, de su humedad, de su calor y con mis manos corrí su ya arrugado vestido hacia arriba, ya no hacía falta que estuviese allí incluso ya estorbaba e hice el esfuerzo de quitarlo, ella se sentó levemente para dejar que se lo quitara y mis manos tropezaron con sus pechos… Oh! sus pechos… que descuido. Cuando hube quitado su vestido, pude apreciar ese lindo panty, era de encaje (aunque ahora me gustan más las transparencias) un encaje muy fino, muy delicado, y a pesar de la luz tenue alcancé a dibujar difusamente la forma de su triángulo de amor, y se marcaba con mucha debilidad el canal donde se separan esos labios que invitan al beso, a la satisfacción.

Ella se volvió a recostar y mis manos acariciaron sus senos de nuevo, seguían duros, es más, me parecieron más duros en ese momento. Acerqué mi boca hacia el extremo derecho de su panty y comencé a besar su piel por encima de su interior, recorrí el bordillo superior, cuidando que mi labio superior tocara su piel, mientras mi labio inferior rozaba su deliciosa prenda intima. Que rico se dibujaba aquel ombligo unos centímetro arriba, pero esa noche, su ombligo echó malo, porque ya no hubo voluntad para dedicarle unos instantes, ahora mis manos jugaban con sus senos, mis labios jugaban a descubrir cual era el límite entre su piel y su sensual prenda, entre el deseo y la voluntad. Una vez recorrido el bordillo superior de su panty, comencé a hacer el mismo ejercicio con el bordillo inferior, ese que se pierde deliciosamente entre su entrepierna y a medida que bajaba, olía a sexo, a deseo, a mujer caliente y sentí que su cuerpo se movía tímidamente, de una manera descoordinada con movimientos casi imperceptibles, pero que denotaban un gran deseo, este largo ritual la tenía al borde de un orgasmo, aunque por la humedad creciente de su panty, en algún momento anterior tuvo que haber tenido alguno. Yo no quería que terminara. Quería que acumulara todo ese deseo, que fuera como una olla express que acumula presión para dar una descarga fuerte.

Le pregunté que cómo se sentía, quería saber si iba a tener ese orgasmo. Sabía que si decía algo, aún no lo tendría y podía seguir, si no respondía nada, era mejor cambiar de táctica. Pero ya era tarde estaba teniendo un orgasmo en ese momento. Y, bueno, no quería desperdiciarlo. Entonces, mis manos se concentraron en sus senos con mayor delicadeza y precisión en proporcionar placer, mis labios acariciaron su sexo tímidamente por sobre su panty, mientras ella con fuerza pegó su vagina contra mi rostro. Es algo digno de recordar ese momento tan especial, aunque hubiera querido que se corriera cuando ya le hubiese quitado el panty. Poco a poco se tranquilizó, pero hice que no me había percatado de su orgasmo y seguí explorando el otro bordillo de su ropa interior, ella no dijo nada, solo se dejó hacer, ahora mi reto era crearle de nuevo ese deseo, necesitaba que así fuera y por fortuna para mi, ella tenía mucho deseo dentro y yo también. Que linda se veía ella con solo su panty. Y en su panty pude apreciar ahora que lo tenía tan cerca, que estaba mojado, sentí curiosidad por besar esa parte y me dirigí hacia el borde superior, donde había una pequeña florcita de encaje negro. Comencé a besarla y fui bajando lentamente, a medida que bajaba experimentaba una textura extraña bajo su panty, esa textura que proporciona el vello púbico bajo la tela, una textura que no hay en otra parte del cuerpo y sentí que algunos vellos se encapaban por entre el encaje, solo de recordarlo me da nostalgia. Y continué bajando, acercándome a ese sitio donde el néctar de su sexo me llamaba con desesperación. Todo aquello era algo nuevo para mi, yo no sabía por ejemplo, que una mujer se humedecía estando muy excitada, o no conocía la sensación de besar un panty sobre el vello púbico, o sobre los labios de la vagina o el calor rico que hace entre las piernas de una mujer.

De la misma manera, mis labios descubrieron pronto esa división que se formaba sobre la tela, ese canal que se abre deliciosamente a la espera del amor, del sexo, de unos labios que le proporcionen placer, de unos dedos que hagan estremecer el clítoris y lo estimulen con delicadeza, con suavidad, pero a la vez con deseo, de un pene que invada con placer cada rincón de la intimidad, ese mismo canal que separa unos labios tímidos, tímidos porque es la primera vez que van a ser besados, porque es la primera vez que son acariciados de esa forma, y porque es la primera vez que fueron penetrados. Que delicioso fue besar allí. Y no fue difícil que mi lengua recorriera la zona, gracias a esa humedad que había allí, una humedad que tenía un sabor al principio desconocido, y sinceramente, no muy agradable pero que luego de unos segundos hace que exija más, porque embriaga, porque se desea, porque no es suficiente el que hay en ese momento, porque se necesita más. No fue difícil besar su sexo sobre su panty, lo difícil fue continuar con las manos sobre sus senos. Necesitaba centrar toda mi atención en ese lugar, necesitaba comenzar a descubrir ese último secreto que solo separaba esa linda y sensual prenda. Y sin perder el contacto con su piel, mis manos fueron bajando al encuentro con su sexo. A estas alturas, el deseo había vuelto a despertar en su cuerpo. Mis manos se acercaron a su entrepierna, y con delicadeza acariciaron las zonas que habían recorrido mis labios, eso fue una nueva y grata sensación para ella, que tímidamente acomodaba su cuerpo al movimiento de mis manos, de mi boca. Ahora comenzaba el juego de mis manos, de mis dedos en su zona intima. Y mis manos recorrieron con delicadeza el borde su panty, de arriba abajo, una vez, otra vez más, y mi dedo meñique invadió por primera vez su jardín prohibido. Sentí su vello púbico delicadamente en mis dedos y ya no fue suficiente, porque la siguiente vez que mis manos se movieron, fueron dos los dedos que buscaron esa sensación y mis manos se empalagaron en su textura, en el contraste de su vello y su panty y mis dedos aferrados a su prenda interior subían y bajaban lentamente, dejando ver de vez en cuando una vagina preciosa, custodiada por un pequeño bosque negro, a cada lado de sus labios y que se extendía con firmeza, hacia arriba, hacia su delicado pubis.

Por un momento detuve el movimiento de mis manos para admirar ese tesoro oculto, pero no pude resistir mucho tiempo, la voluntad ya era débil y mis labios fueron atraídos por ese olor, por esa imagen que me obligaba a dar un beso a esos labios frescos, húmedos, dulces, definitivamente ricos. Al bajar mi mano un poco más, las piernas de ella se separaron lo suficiente, era todo lo que necesitaba, quería ver lo que había oculto y por eso, corrí hacia un lado la entrepierna de su pequeña prenda interior para extasiarme en aquella imagen terriblemente provocadora: ahora veía su vagina absolutamente deliciosa. Cómo describir algo tan esplendido, cuando las palabras siempre estarán limitadas, porque la sensación, el deseo, la imagen que tenía en ese momento, solo es posible volver a vivirlo, más no describirlo. Pero de todas maneras, trataré de hacerlo, aunque peque de mezquino. Ante mi tenía su potecito de miel y recuerdo tanto el día que le di a Nasly el primer beso en su boquita, ahora era el primer beso, pero en otros labios, unos labios prometedores, que proporcionaban mucha más pasión y deseo. Unos labios que dejaron por el suelo mi voluntad e hicieron que me acercara a ellos poco a poco, con delicadeza, porque quería sentir el primer roce del placer, quería que ese roce también lo sintiera ella. Ese primer roce es fundamental en una mujer, en alguien que va a perder su virginidad y va a ser penetrada en su secreto más profundo. Y con suavidad, besé esos labios, que delicioso que era sentir a la vez, la suavidad de su piel en contraste con la aspereza de su vello, es una sensación que enloquece. Besé su vagina en un largo beso, un beso como de bienvenida, un beso de despertar al deseo, al placer.

Pero unos segundos después ya no fue suficiente. Y de la misma manera que cuando di mi primer beso, luego quise hacer mía la lengua de quien besé (que fue una chica diferente a Nasly), quise hacer mía toda aquella vagina que tenía frente a mis labios. Primero con mis labios intenté separar los suyos, y tuve algo de éxito, aunque no el que esperaba, su rajita estaba bien apretada y no era fácil irrumpir en su intimidad. Por eso, mis dedos acudieron presurosos a mi llamado y con delicadeza se apoyaron, los de cada mano, en uno de sus labios, para permitirme ver una piel rosada, fresca, indiscutiblemente provocadora y en uno de sus extremos, el superior, se levantaba con timidez un pequeño capullo que exigía ser mimado, ser despertado de su largo sueño. Y entendí esa necesidad, y por eso dirigí mis labios en principio, y luego mi lengua hacia esa morada suculenta de placer y deseo. Quise despertarlo con besos suaves, quise consentirlo arrullándolo entre mis labios, y sentí su despertar, porque cada vez se puso más duro, mas grande, y sentí que su vagina se humedecía poco a poco, ya no era solo la humedad que proporcionaba mi boca, su gruta emitía su propio frescor, su propios líquidos que de nuevo embriagaban mi cerebro, porque quería hacerlos míos, quería saborearlos, tomarlos, quería que ese manantial nunca dejara de brotar, pues su líquidos vaginales sabían a gloria.

Estar en un sitio así, como la vagina de Nasly, tan apetitosa, es como estar en un gran parque de diversiones, hay tantas atracciones que uno no sabe en cual subir. Yo sabía que además de su pequeño capullo, a unos centímetros encontraría la entrada al túnel de su intimidad. Quería conocerlo, quería saber hasta donde entraba mi lengua, quería conocer ese sitio por el que los hombres perdemos la cabeza, bueno, las cabezas. Y el canal que separa el clítoris y la entrada de la vagina es indiscutiblemente embriagador. Me dirigí hacia su entrada y dediqué unos segundos a experimentar esa sensación que proporciona una piel tan suave, tan delicada, tan dulce que invita que no separarse un solo momento. No se cuanto demoré en llegar a mi destino. Lo cierto es que unos segundos luego de llegar, Nasly tomó con sus manos mi cabeza y la levantó para decirme: “Hazlo ahora, es el momento, quiero que me penetres ahora”. Ella sabía que pronto llegaría a un nuevo orgasmo y quería escudar el dolor que produce la primera vez al romperse la inocencia llamada himen con el placer que se siente cuando se viene.

Fue muy poco el tiempo que tuve para bajarme el pantalón, quitármelo, y ella me ayudó con mi ropa interior (que para ese día llevaba un tanga negro en lycra). A decir verdad, ella no fue tan ceremoniosa como yo, pero con toda esa ceremonia mi verga estaba muy dura y en la punta podía ver el que estaba húmeda, mi interior también estaba húmedo. Tomó mi pene con su mano derecha y lo movió un par de veces hacia arriba y hacia abajo, lo cual me sorprendió un poco (por ella, porque no creí que lo hiciera), pero me gustó mucho. Eso lo puso más duro, la sensación se sentir su mano allí, donde nadie diferente a mi había tocado. “Quiero que termines amor, quiero ser tuya ahora”. Había pasado un par de minutos desde que me había separado de su deliciosa rajita, y ahora quería de nuevo besarla, pero ella no me dejó… “Métemelo ya “ dijo suplicante. Ante los ojitos que puso, ¿quien se podría negar?. Me pidió que me recostara. Ella quería controlar la situación a partir de ese momento, y quizá si sentía dolor, poder retirar su vagina lo suficiente. A pesar de lo excitada que estaba, sentía miedo y yo creo que ella lo había planeado que debía ser así como perdería su virginidad. Me recosté en su cama, y con mi verga aún en sus manos, la movió otro poco para asegurarse que estuviera firme, bueno, no lo necesitaba porque estaba firme desde hacía mucho rato. Y a horcajadas se colocó encima de mí. Poco a poco fue bajando, la imagen que tenía desde mi posición era sencillamente espléndida. Su vagina se acercaba delicadamente hacia la punta de mi verga, le dije: “No lo pienses tanto, espera te ayudo un poco”. Acerqué mi mano hacia su clítoris, y comencé darle una pequeña masturbación para avivar de nuevo el placer. Con mis dedos índice y anular de mi mano derecha separé sus labios vaginales y pronto encontré su clítoris, su vagina estaba muy húmeda. Al sentir el contacto de mi mano, sentí que comenzó a recuperar la confianza y durante cerca de un minuto estuve masturbando su coñito rico, con delicadeza, con suavidad, con mucho deseo.

Cuando sintió que era el momento, con su mano izquierda retiró mi mano y con mi verga en su mano derecha la colocó justo en su entrada muy despacio. En su rostro veía la excitación que tenía, estaba próxima a un orgasmo, por eso de un solo golpe se dejó caer y emitió un pequeño gemido, aunque a mi también me dolió un poquito, y eso era algo con lo que yo no contaba, pero fue mejor así, porque yo no tuve que preocuparme del dolor que iba a sentir. Por un momento sentí que dudó si sacar mi verga de su vagina, pero luego de un momento comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo, muy despacio. En su rostro vi un poco de dolor, pero también mucho placer, quería terminar, quería que llegara ese orgasmo que tanto esperaba, quería sentirse venir con una verga penetrándola. Yo creí que se vendría pronto, pero estuvo así cerca de 2 minutos, con el movimiento de sube y baja, con un ritmo que al poco tiempo cambió por movimientos circulares que eran ayudados por mis manos en sus caderas, y se corrió, lo puede ver en su cara, lo pude sentir en su sexo que apretaba con fuerza mi pene para no dejarlo salir, pero aún así, siguió moviéndose hasta que yo tuve mi orgasmo unos momentos después.

Cuando tuve mi orgasmo, detuve su movimiento con mis manos en su cadera, pero ella permaneció allí, inmóvil unos segundos, con los ojos cerrados, y se dejó caer hacia delante, abrazando mi cuerpo con toda su desnudez, con mi verga, ahora no tan dura dentro de su vagina que continuaba caliente, húmeda, deliciosa. Esperé unos minutos antes de volver con mi ritual de las manos para volver a hacerlo de nuevo esa noche dos veces más, pero eso es otra historia.

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