Perro de alquiler

Autor: Granjaguar | 18-Feb

Gays
Navegando preocupadamente por la red, Arturo Martínez, visita esperanzado los sitios de empleo. Ya tenía más de 3 meses de estar en paro, pues había sido despedido de su anterior trabajo. Todo porque el jefe necesitaba hacerle un espacio al incompetente de su hijo, un irresponsable muchacho de 26 años que, al fin, había logrado cerrar su carrera. Como no habían vacantes, Arturo fue el elegido para ser echado de la empresa.

Arturo Martínez es un hombre alto y fornido. De unos 175 cm de altura, y velludo como una oso. Contaba con 38 años entonces. Estaba casado con Lucía, y tenía 2 hijos. Después de 3 meses de inactividad, ya los ahorros que tan cuidadosamente había juntado, se habían agotado, casi dejando a su familia en la calle. Y el pobre de Arturo no conseguía nada. A su edad ya era difícil hallar un trabajo bien remunerado dada la gran competencia que existía. Hay muchos administradores de empresas ya.

Cansado y decepcionado, Arturo decidió salirse de lo que buscaba en la red. Cuando al voltear, vio que el muchacho de la computadora de a la par veía atentamente un portal pornográfico. Debido a su estado de ofuscación, Arturo decidió entrar en el. Vio mujeres en poses obscenas, haciendo de todo con tipos con penes inmensos. Vio también un área de contactos. "¿Qué escribirá esta gente en estos contactos?" se preguntó, e ingresó en esa área. Allí habían para gays, heteros, parejas, etc., para todos y todas, de todos los gustos. Decidió leer algunos, y le causó gracia ver los mensajes tan tontos y prosaicos que decían. Accidentalmente pinchó en uno de homosexuales, y apareció el siguiente mensaje: "Joven ejecutivo solicita caballero maduro. 1.80 m, de estatura, velludo corpulento (no gordo) y fornido. Para servicio de sexo servidor. Ofrezco excelente paga y mucha discreción. Interesados escribir a blacksuitcase@… Solamente interesados por favor. Paul."

"Qué mal esa gente" se dijo. Pero una espinita se le había metido en la espalda después de leer eso. "Excelente paga" decía allí. Una excelente paga es lo que el necesitaba, pero no, el era un tipo íntegro. Además qué pensaría su mujer y sus hijos si supieran que no era más que un puto gay. No, de eso ni hablar.

Regresó a su casa con las manos vacías. Lucía lo esperaba con una noticia:

- Amor, fíjate que Lucy se enfermó. Le volvió a dar un ataque de asma otra vez.

- Pero si ya estaba bien… por qué…

- Ya mi hermano me dio para pagarle el tratamiento. Pero ya no podemos seguir pidiéndole a mi familia más amor, ya no.

- ¿Pero que quieres que haga mujer? No hay nada para mí allá afuera. Nada.

- ¿Y nosotros qué? - un balde de agua fría le calló encima a Arturo. Ella tenía razón, ¿y ellos qué?.

- Hoy vinieron unos señores del banco. Dijeron que si no le pagábamos lo que les debemos por la casa en menos de un mes, nos vienen a desalojar con la policía y todo. ¿Podremos pagarles dentro de un mes? ¿Arturo, podremos?

- No.

- ¿Entonces…?

La contundencia de la realidad era demasiada para Arturo. Hablaron, y llegaron a la conclusión que lo mejor era aceptar la propuesta de los padres de el, irse a vivir a la provincia, en la ciudad de Cobán donde ellos residían, y tratar de salir adelante allí. Arturo aún sacó brillos y orgullo. Quedaron en que ella y los niños se irían allá, pero el se quedaría para ver qué podía hacer. Tal vez todavía podía hacer algo.

Pasó el tiempo, y apenas logró juntar para que el banco le diera otros 2 meses más de plazo, pero no más. Arturo estaba desesperado, ya no sabía qué hacer. Y ese contacto que leyó en la red seguía retumbando en su mente. Una noche en un bar, ya no soportó más, se puso a beber como nunca lo había hecho. Un caballero bien vestido se acercó a la barra y pidió un whisky. No pudo dejar de mirar al hombre que tenía a su lado, con esa tremenda cara de ofuscación y decepción. Se trataba de un viejo conocido de Arturo.

- Caballero tome.

- Pero, yo no pedí esto.- dijo Arturo al recibir un trago de manos del cantinero.

- Es cortesía del caballero que está a su lado.- Arturo lo voltea a ver.

- Mi hermano, ¿cómo estás?

- ¡Julio! ¡Qué gusto de verte!

- Qué carita Arturito, ¿no te trata bien la vida?

- Ja… vieras.- y le comenzó a contar todo lo que le había pasado, con lujo de detalles.

- ¡A la gran… si, de plano no te ha tratado bien.

- Julio, vos no me podrás dar una mano.

- Pues allí donde estoy yo la cosa está un poco difícil. A la empresa no le ha ido bien, y no estamos contratando personal.

- Aunque sea limpiando o barriendo.

- No, ni para eso hay ahora. Tal vez en unos meses te pueda jalar para algo.

- ¡No tengo meses, ni siquiera semanas! Me van a echar a la calle si no logro pagar mis deudas.

- Si, vos, pero… talvez… no, no. Eso para vos no.

- Decirme, hago lo que sea, lo que sea.

- ¿Lo que sea Arturo? ¿Seguro?

- Si vos, lo que sea… lo que sea

- Pues mirá, no es un puesto de trabajo en ningún lugar, ni siquiera es fijo. Pero la paga es muy buena.

- ¿Qué es?

- Dentro del círculo empresarial en el que desenvuelvo, hay gente que paga muy bien por sus caprichos,- Arturo comprendió de qué se trataba todo eso.- y por alguien como vos seguro que pagarían mucho. - la mirada de Arturo lo decía todo.

- No es para que trabajes en eso por mucho tiempo, es solo en lo que yo te encuentro algo más seguro en la empresa. ¿O preferís morir del hambre?.

Arturo solo lo miraba, no respondía, hasta que dijo:

- ¿Y con quién debo hablar para eso?

- Te voy a dar esta dirección. Debes llegar allí en horas hábiles de oficina y darle este papel. El te dirá que hacer después.

Después de eso se despidieron. Arturo de fue a su casa pensativo. Lo que acababa de aceptar hacer era algo, por mucho muy lejano a lo que el era realmente.

Arturo se presentó a las 10 am en punto al día siguiente, en las oficinas convenidas. Era una empresa exportadora de café muy importante del país. Llegó lo mejor arreglado que pudo y habló con la secretaria de quien seguramente sería su empleador.

- Disculpe pero el Licenciado Ochrier no lo puede recibir en estos momentos sin una cita previa.

- Si, si, claro. Pero me dijeron que le entregara esto.

Arturo le tendió el papel a la secretaria, que entró a la oficina con el. Salió unos minutos después, un tanto desconcertada.

- El Licenciado lo recibirá en unos minutos.

Dicho y hecho, Arturo estaba ingresando 5 minutos después a la oficina.

- Buenos días.

- Buenos días. Por favor quédese de pié junto a la puerta.- dijo el licenciado Ochrier, que resultó ser un joven como de veintitantos, alto y delgado, de ojos y cabello claro, y sonrisa infantil. Se le quedó viendo de pies a cabeza a Arturo.- Por favor, quítese la ropa.

- ¿Perdón?

- Quítese la ropa.

- ¿Qué?

- ¿Tiene algún problema con esa orden?

- Por supuesto.

- Caballero mire, no se su nombre ni quien es usted, y la verdad no es importante. Lo que si se es que si vino a verme con esa nota en la mano, no fue para pedirme un trabajo convencional. Y si usted es incapaz de seguir órdenes como la que les estoy dando, entonces no me sirve. Puede retirarse y que tenga un buen día.

- Si puedo seguir esas instrucciones.- dijo apresurado Arturo. Necesitaba con urgencia cualquier dinero que le pudiesen dar.

- Mire, soy un hombre muy ocupado y no tengo tiempo para juegos, mas que lo que yo quiero jugar. Si se queda tendrá que obedecerme en todo, ¿me entiende?

- Si, si claro.

- Quítese la ropa, solo quédese en interiores.- Arturo obedeció sin rechistar esta vez.

- Muy bien, muy bien. Veo que es usted un hombre robusto, bastante apuesto también.- eso no le gustó a nuestro protagonista. El tipo se puso de pié y se dirigió hasta donde el se encontraba.

- Necesito cerciorarme de algo.- Pasó sus manos sobre el pecho de Arturo, este se sobresaltó - Tranquilo, tranquilo, que solo estoy examinando la mercancía.- ¿mercancía? solo eso era para ese joven extraño.

Ochrier pasó sus manos por todo su pecho. Palpó sus pectorales, le satisfizo. Luego bajó su mano por su vientre, tocando concienzudamente todo lo que veía allí. Se aseguró que su estómago estuviera firme, no flácido y abultado. "Veo que su vientre empieza a pronunciarse, pero se puede corregir con ejercicio". Continuó tocándolo, ahora por los costados. Arturo comenzaba a sentir algo. Las caricias, que al principio le molestaron mucho, ahora ya no le parecían tan repulsivas. Ochrier se agachó para palpar sus piernas, le gustaron.

- ¿Es usted deportista?

- Lo …lo fui.

- ¿Qué deporte practicaba?- preguntó el joven.

- Este… pues…- Arturo empezaba a perder la sangra fría, todo ese toqueteo tenía que hacer algún efecto en el.

- ¿Qué deporte practicaba?

- Em… fútbol, básquet… em… natación, karate, de todo un poco.

- Era todo un deportista… eso me agrada…- le decía al tiempo que apretaba sus pantorrillas.

El tipo se puso de pié y clavó sus ojos azules en los de Arturo, de color café claro. Comenzó a tocarle la cara, le abrió los labios para ver sus dientes. Arturo se sentía como un animal en exhibición. Le recordó la manera en la que su padre examinaba a las reses antes de comprarlas.

- Dígame, ¿Cuál es su nombre?

- Arturo Martínez.

- Bien, bien. Me imagino Arturo que usted vino aquí buscando este trabajo por necesidades económicas, ¿me equivoco?

- No señor.- respondió intimidado Arturo.

- Me lo imaginaba, usted no parece tener experiencia, y así no me serviría de mucho. ¿O está dispuesto a aprender?

- Si, podría hacerlo.

- Mmmm, jamás he tenido un alumno, me apetece la idea, pero…- volvió la vista a los ojos de Arturo - necesito ver más, no puedo contratar sus servicios si no me parece, emmm… adecuado.

Arturo no sabía a lo que Ochrier se refería.

- Bájese el calzoncillo.- Arturo se sobresaltó; después de dudarlo un momento, obedeció.

- Me gusta lo que veo. No está circuncidado, justo como me gusta. Y peludo como un oso. Bien, bien, bien. Ponga las manos contra la pared y separe las piernas.

Arturo obedeció nuevamente. Se puso en la posición que el tipo le ordenó. Este se quedó contemplándolo por unos momentos. Al parecer le agradó lo que vio. Se acercó y puso una mano sobre las nalgas de Arturo, y la comenzó a mover por toda su superficie. Estaba corroborando su suavidad y firmeza. El pene de Arturo comenzó a reaccionar, ya era mucha la tocadera y el solamente era un ser humano. Ochrier se percató de ello. Veo que le agradan mis atenciones Arturo. Sería excelente si en verdad es tan sensible como aparenta.- e introdujo una mano entre las nalgas del pobre hombre.

Un escalofrío recorrió la espalda de Arturo. Nunca lo habían tocado de allí, ni siquiera Lucía su esposa. El pobre no quería, sentía una gran vergüenza, pero contra las hormonas no se puede competir. Los dedos de Ochrier comenzaron a pasar encima de su ano, esto aceleró su corazón y puso más en alerta a su pene. Acarició en círculos aquel delicado órgano, siguiendo toda su circunferencia. Poco a poco comenzó a hacer presión sobre el, trataba de introducirlos. Ochrier acercó su nariz al cuello de Arturo, lo olfateó. Nuestro protagonista contenía la respiración. De verdad se estaba calentando.

- Huele muy bien Arturo, eso es bueno. Me gustan lo hombres limpios.

Continuó presionando, hasta que logró introducir uno de sus dedos. Lo comenzó a mover lentamente en el interior, en círculos, tratando de averiguar que tan elástico era. No mucho, pues Arturo aún era virgen del culo. Empezó a lamer su cuello, despacio para que lo sintiera. Logró introducir un dedo más, mientras que su otra mano subía hacia su pecho y aferraba su pezón derecho. Un suspiro salió de la boca de Arturo.

- ¿Le gusta verdad? Si, le gusta y mucho.

- Si…- respondió inconscientemente Arturo. Ya estaba perdiendo su voluntad.

Entonces, Ochrier comenzó a mover sus dedos de adentro afuera del ano de su víctima. Arturo se estremeció, nunca pensó que podría sentir semejante placer con eso, en las manos de otro hombre. Lo que antes le repugnaba, ahora le empezaba a gustar. Lentamente, la mano de Ochrier bajó de su pecho peludo, buscando su pene. Lo encontró, duro y desafiante. Retiró su capucha y los sacó. Con firmeza, pero suavemente a la vez, empezó a masturbarlo. Arturo ya no cabía en si de placer. Sentir los dedos hábiles de Ochrier dentro de su ano y frotando su miembro era demasiado. Su respiración se agitó, su corazón se aceleró. Estaba a punto de llegar al orgasmo. Dio un fuerte gruñido, y gruesos goterones de su semen se estrellaron contra la pared de la oficina del licenciado. Arturo cayó de rodillas contra el suelo, rendido de tanto placer.

- Todavía no hemos terminado señor Martínez.- dijo Ochrier despojándose de su pantalón y de la corbata.

Arturo lo vio desde el suelo. Ya sabía lo que ese hombre haría en ese instante, pero no le importó, ya era tarde para volver atrás, ya se había dejado llevar bastante como para retroceder. Ya no tenía voluntad.

- Venga aquí y chúpemela.- ordenó Ochrier.

Arturo se acercó a el de rodillas. Sin pensarlo se metió ese pene en la boca y lo comenzó a chupar. Ochrier lo tomó de la cabeza y lo guió. Arturo sentía arcadas cuando el tipo le introducía hasta el fondo ese falo, que había resultado ser bastante grande. En el rostro de Ochrier se veía el placer y la lujuria. Casi llega al orgasmo, pero el no quería terminar solo así.

- Dese la vuelta Arturo, y póngase en 4. Creo que ya sabe lo que viene.- Arturo le obedeció sin rechistar.

Ochrier se puso un condón y acomodó su pene en la entrada de su ano. Después de escupirle un par de veces, lo consideró lo suficientemente lubricado, y comenzó a empujar. Arturo sintió cada cm que le introdujo su amo y señor. Le dolió, y bastante, pero ya no estaba en condiciones ni de protestar. Ya no era Arturo Martínez, ahora era un objeto de placer. Por fin todo el falo de Ochrier estuvo dentro completamente, estaba listo para ejecutar a su víctima.

- Arturo, quiero que lama y chupe el semen que dejó pegado en mi puerta, antes de que se sequé.- Arturo lo hizo inmediatamente.

Entonces, Ochrier lo embistió sin piedad, arrancándole gemidos de dolor a su víctima. Pero el dolor no duró mucho. Arturo, poco a poco, lo comenzó a disfrutar. Comenzó a hallarle el gusta a ser empalado por jóvenes muy viriles y rudos. Entonces los gemidos de dolor se tornaron en placer, y la dominación se convirtió en sometimiento. Ochrier le dio duro y tupido por un buen rato. Los embates se escuchaban muy fuertes, el pene de Arturo se estrellaba contra su vientre, bamboleándose frenéticamente. Ochrier estaba fuera de si. Sabía que Arturo era primerizo, y aún así lo agarró como si tuviese ya cayo en el culo, fue muy salvaje.

Por fin Ochrier comenzó a dar señales de cansancio. Se salió del interior de Arturo, lo jaló hacia el, y lo puso con la boca abierta bajo su pene a punto de explotar. Se sacó el condón y, después de unas sacudidas, dejó salir de su miembro gruesos chorros de semen blanco, que Arturo capturó con su boca y cara, en medio de gruñidos de placer y expresiones en francés. Calló rendido en su silla. Arturo quedó arrodillado dándole la espalda. Todavía no alcanzaba a comprender lo que acababa de hacer, lo que le hicieron. Se preguntaba por qué eso le dio tanto placer. No lo sabía.

- Dese la vuelta Arturo.- dijo Ochrier- Límpiese el semen de la cara y trágueselo.- Arturo obedeció, se tragó todo ese semen como si se tratase de un festín de reyes.

Ochrier continuó:

- He quedado muy impresionado con su desempeño Arturo. Quiero decirle que no me lo esperaba,. Es usted un hombre muy apetitoso. Realmente lo es. Ahora estoy preparado para hablar de negocios con usted, y estoy seguro que ambos saldremos muy satisfechos y beneficiados de nuestra futura relación comercial. Usted comercia con su carne y yo se la compro. Ese es el tipo de negocio que a mi me agrada mucho cerrar.

Huelga decir que Arturo fue contratado por Ochrier, quien siguió trabajando como si nada. Su secretaria entraba y salía de su oficina como siempre. Arturo, escondido bajo el escritorio del licenciado, se afanaba en lamer bien los pies desnudos de su amo, para satisfacerlo a plenitud. De vez en cuando Ochrier lo recompensaba dejando que le chupara el sexo y se tragara todo su semen, pero muy de vez en cuando. El no quería malcriar a su nueva adquisición, a ese perro tan fino y eficiente en que se había convertido Arturo.

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