Por estar de bolero

Autor: superhombre | 31-Jul

Gays
El día estaba soleado. Más de una vez al levantarme ese sábado pensé en ir a la playa, pero mi coche estaba averiado y preferí llevarlo al mecánico y luego pensar en cualquier viaje de placer. El mecánico revisó el coche y me sugirió que lo dejara para cambiarle una de las correas que estaba a punto de romperse. Así lo hice.

Debo decir que soy casado, que tengo un hijo de 3 años y que soy alto, con un cuerpo atlético, con unas nalgas muy grandes y paradas. Desde joven tenía episodios difíciles con mi sexualidad, pues por un lado me encantaban las chicas pero por el otro los chicos me enloquecían. Varias veces tuve sueños en los que me desperdiciaba en semen imaginando una experiencia homosexual.

Volviendo al día en cuestión, al salir del mecánico a buscar transporte me encontré una carretera completamente desierta. No sabía que hacer. Luego de un rato se detuvo un coche bellísimo, negro y con los cristales muy oscuros, de manera que no veía al conductor para nada. Cuando dio reversa y bajó el cristal pude verlo: era un hombre joven, como de 30 años, usaba un barba tipo candado pero al ras de la piel. Su cara era muy masculina, de ojos y cejas muy parcas pero con unos labios rojos que hacían titubear al mirarlos.

Me dijo: Te llevo?

Yo ni lo pensé. Por un lado estaba la dificultad de seguir ahí por tres horas sin encontrar transporte y por otro lo atraído que me sentí hacia él desde que lo vi. Súbitamente empecé a temblar. El llevaba una franela y unos pantalones de tela suave. Sus brazos eran fuertes y largos. Sus manos, al abrazar la palanca de los cambios parecían juguetear. Imaginé todo en un instante y me di cuenta de repente que me estaba excitando.

Empezó a hablar. Dijo que tenía varias tiendas de ropa y que estaba viajando todo el tiempo. Que era divorciado y que tenía 3 hijos. Yo por mi parte, le conté mi historia sin titubear, que era casado y que tenía 30 años. Mientras el se dedicaba a bregar con un bolso tratando de encontrar algo. Al encontrar lo que buscaba me estrechó una tarjeta de presentación que decía su nombre: Manuel (me reservo el apellido). Al ir avanzando creo que ambos nos dimos cuenta de que había una complicidad entre nosotros que nos llevaba a tener conversaciones casi perfectas, era como hablar con un espejo. Estábamos de acuerdo en todo o casi en todo.

Empezó a hablarme de sexo y yo le correspondí. Empezamos a contarnos nuestras experiencias sexuales más íntimas. Tanto así que me refirió que cuando chico jugueteaba con un primo que dormía con él. Esa confesión me excitó aún más, no se porque. Se veía muy seguro de sí mismo al hablarme de que tenía ciertas tendencias hacia su propio sexo, mientras yo trataba de ocultar casi temblando de excitación, las mías.

Luego de un rato de haber hablado bastante, llegamos al lugar donde yo tenía que bajar del coche, le dije:

- Bueno, hasta aquí llego yo.

A lo que el respondió:

- Mira hombre, que tal si vamos hasta mi casa a bebernos unas cervezas, tengo piscina y muchas amigas que pueden hacernos la vida más feliz.

No lo pensé dos veces, cerré la puerta y volví a aspirar ese perfume que tan lamentablemente iba a dejar de percibir si me bajaba del auto. Ahora todo era más fluido, íbamos hablando y de vez en cuando hasta nos tocábamos la pierna para dar más viveza a la conversación. Me gustaba sentir que cada vez que lo tocaba me miraba, se estremecía y algo se movía dentro del pantalón, algo que supuse que era el pene pero que llegaba hasta tan bajo en el pantalón que no estaba seguro, pues para ser pene era muy grande. No aguanté más. Me hice el entretenido y se lo toqué. Para mi gran sorpresa era todo pene, aquel bulto era parte de su anatomía sexual, era increíble.

- Dios - le dije.

Y me quedé mirándolo a los ojos, su mirada me hizo temblar y creo que me lo dijo todo. Me deseaba tanto como yo a él. Era imposible evitarlo. Mi mente no dejaba de pintar cosas: quería comérsela, literalmente. Era el deseo de hacerlo sentir lo mucho que me gustaba, eran las ganas enormes de regalarle algo que nunca había dado a nadie. Era el deseo reprimido de poder hacerlo con un hombre y más que eso con un hombre que me volvía loco. Quería sentirlo dentro de mi, quería su pene completo dentro, hacerlo sentir eso que tenía. Sacar hasta la última gota de semen que tuviera. Agarré en mis manos esa pieza enorme, cada vez más y me sentí como si lo hubiera hecho antes. Bajé la cremallera y del pantalón saltó un pene rosado enorme y extremadamente duro, con una cabeza muy pronunciada y que por el flujo me di cuenta de que estaba muy excitado.

Lo metí en mi boca, todo lo que pude. El empezó a gemir y a decirme como hacerlo, yo sentía como si me fuera a morir, tenía miedo de lo que estaba haciendo pero no podía parar, quería seguir hasta que terminara en mi boca. Era imposible para mí metérmelo todo dentro de la boca así que empecé a masturbarlo, el pene seguía duro y cada vez más rojizo. De repente sentí que me retiró de su pene y me dijo con voz entrecortada: esperemos llegar a casa, quiero penetrarte. Yo le contesté que nunca lo había hecho y el me dijo: Mejor, así soy el primero.

Casi no me dio tiempo para pensar, pues su casa estaba muy próxima. Parqueamos el carro y entramos a unos apartamentos muy bonitos. Cuando la llave abrió la puerta la desesperación se apoderó de nosotros y sin siquiera tomarnos un guiski nos devoramos a besos, nunca pensé que me besaría sin reparos con un hombre como yo. Lo desnudé rápido, el me desnudó a mi rápido. Me acostó de bruces en el sofá y empezó a besar mi parte trasera, era la gloria. Sentía su lengua por mi espalda, por mis nalgas, me mordía y me lamía al mismo tiempo, se veía que tenía tantos deseos de hacerlo pues su pene estaba duro y sus ojos estaban locos de pasión.

- Tu culo es muy rico, me dijo

- Es todo tuyo, le contesté, haz lo que quieras conmigo.

Fue entonces cuando se desinhibió me abrió las nalgas y buscó mi orificio para darme la mejor lengua que había sentido en mi vida. Mi ano, completamente virgen empezó a ceder a sus caricias y sentí como su lengua empezaba a cavar con éxito dentro de mí, sentía como entraba y salía. Casi no podía aguantar el placer.

- Quiero que me lo hagas ya, le pedí

No dijo una palabra. Se puso de pies y desapareció por un instante. De allá venía con algún tipo de grasa en las manos, la cual deduje inmediatamente que era para mí. Sentí miedo, decepción de mi mismo, excitación. Todo en un pestañar. Pero pensé que no era hora de amedrentarme, ya no podía seguir así, reprimiendo un deseo que no me dejaba dormir por la noche. Así que valientemente me puse en posición de perrito y paré mi culito lo más que pude. El comenzó a meterme los dedos primero, se sentía bien. Su toque lo combinaba con besos que enredaban las lenguas de ambos.

Luego se retiró y colocó un poco de grasa en su miembro que ahora estaba nítidamente parado y me agarro por las caderas. Buscó con su pene mi orificio y empezó su tarea de penetración, con una suavidad que me dejaba saber que definitivamente no sería mi última vez que estaría con él. Sentí como la cabeza entró de repente dando paso a mis gemidos, comencé a gritar como toda una puta. Me di cuenta de que esta experiencia sacaba otra persona de mí. Al parecer mis gemidos le hicieron excitar mas y comenzó a darme más y más duro, yo excitado hasta los límites le pedía que me diera más, más, que me penetrara hasta el fondo, que terminara dentro mío, que quería sentir todo su semen dentro de mi.

No se como encontré la forma de besarlo mientras me lo enterraba. Su lengua recorría mi oído interno y sus manos acariciaban mi espalda y me daban de nalgadas. Sentía el placer dentro de mí como nunca en mi vida, fue cuando me di cuenta de que su pene estaba completamente dentro de mí hasta las pelotas. El me decía que nunca había gozado un culo como gozaba con el mío y súbitamente y sin siquiera saber que era posible tuve el orgasmo más largo y completo que haya sentido. Un orgasmo que solo se siente cuando el placer esta en su máxima expresión y cuando se está con la persona que uno quiere. Se que el se dio cuenta de mi orgasmo porque mientras me venía se esforzó por enterrarme toda su carne hasta el fondo una y otra vez, lo cual hizo que el orgasmo fuera aun más intenso y rico. Acto seguido me comentó que también terminaría, le pedí, le rogué, le imploré que me la diera toda dentro, él me dijo: Te voy a echar toda mi leche dentro, como tú lo pides.

Me complació: sentí un torrente de su líquido entrando en mí. Sus gemidos se hicieron más y más fuertes hasta que dejó de gemir y sin sacarme su pene se acostó sobre mí. Yo estaba completamente satisfecho, al parecer él no, pues su pene estaba todavía erecto, aún así nos quedamos un buen rato en esa posición, el acostado sobre mi espalda penetrándome luego de haberse venido dentro de mi. Comenzó a besarme y a decirme que yo era la persona que estaba buscando hacía tiempo. Me volteé hacia él y sentí que el pene se salió de mis adentros, dando paso a la salida del semen de mi culo, que estaba completamente abierto.

Lo besé desesperadamente y le dije que también había disfrutado mucho. Los besos que le dí encendieron la hoguera otra vez y empecé otra vez a desearlo, me di la vuelta voluntariamente y volvió a penetrarme ahora con más calma. Esta vez tuvimos oportunidad de cambiar de posición, me puse de frente a él mientras el me penetraba y me acariciaba el pene y me besaba, me amaba. Me dio de lado, me dio de espalda, me dio de frente y al final prefirió terminar en mi boca.

Al terminar el segundo, dormimos un rato, como lo hacen los amantes y luego caída la tarde nos bañamos, yo lo bañé a él y él a mi, el gran pene estaba por fin quieto, aunque siempre firme.

Me llevó hasta mi casa, conoció a mi esposa como un amigo de un amigo y se fue. Hoy día me pongo a pensar en esa experiencia y no puedo resistir masturbarme. Me sentí mujer por una vez, sentí tanta felicidad de estar con él, satisfaciendo su hambre sexual, entregándome a él por completo, dándole lo que nunca había dado a nadie, hacerlo sentir mi dueño, y tan feliz de ser su puta por una vez al menos porque jamás nos volvimos a ver.

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