Clases de sexo

Autor: Donatien | 18-Mar

Fetichismos
En alguna parte de la búsqueda de una relación excitante y que me haga sentir las sensaciones de antes, de sexo sin límites, me di por vencido. La gran hipocresía de todas las personas, su supuesto puritanismo que solo me irritaban cada vez mas me llevaron a esta especie de terapia que desde este mes comienzo. Decidí que en lugar de estar detrás de vanidosas mujeres y de estar escondiendo mis “perversiones” voy a dar rienda suelta a mis instintos más bajos con prostitutas. Al final resulta mucho más provechoso, más barato y con menos inconvenientes. Lo que busco por ahora es solo satisfacer esos bajos instintos que solo una vez pude saciar completamente y que desde entonces están exigiendo que los satisfaga de nuevo. El amor ha de llegar algún día, mientras tanto, puede esperar. Cuando llegue mis bajos instintos pasarán a un segundo plano, creo.

Aquella tarde de hace unos días fui a un prostíbulo céntrico donde un amigo me contó que habían hermosas mujeres. En realidad era una casa en la que vivían juntas algunas chicas y que hacían esto para después ir a otros lugares, aunque algunos habían conseguido servicio gratis solo por gusto de ellas. Fui solo, subí al segundo piso donde estaban esperando. Al entrar una de ellas me recibió amablemente y vestida de forma normal. “Acá están las chicas, podéis elegir la que mas te guste, yo también estoy incluida” me dijo. Todas parecían muy agradables, estaban sonrientes y eran bastante lindas. En ese momento habían cuatro contando la que me abrió la puerta, voy a pasar a describirlas.

La de la puerta se llamaba Cinthia, era rubia de pelo corto, mas o menos hasta los hombros, tetas medianas, linda cintura y un culo bien redondo y marcado por los pantaloncitos cortos que tenía. Era bastante linda de cara, sin ser hermosa, me dijo que tenía 23 años. Otra de ellas era Laura, de pelo castaño claro, largo hasta la mitad de la espalda, tetas pequeñas y un culo agradable, tenía 20 años. Mónica estaba sentada a su lado tenía 19 años, rubia teñida con un efecto de dos colores que le quedaba muy bien, pechos bastante grandes, la cintura no iba muy bien con sus caderas pero era muy linda de cara. La última fue por la que me decidí, se hace llamar Marina, es bastante alta como de 1 70, tetas enormes, lindas piernas, especialmente sus muslos que me cautivaron, un culo muy bien formado y que resaltaba por su cintura estrecha que dejaba ver unos marcados abdominales. Tenía el pelo bastante largo, de color negro y atado en una cola de caballo. Dijo que tenía 24 años Me decidí por ella para probar algo distinto, la última experiencia realmente salvaje que tuve fue con mi amiga mucho menor que ella y con una figura totalmente distinta. “Marina, me gustas muchísimo, creo que te voy a elegir a vos, solo decidme el precio” le dije. Me dijo el precio, “y con eso podemos hacer de todo en una hora” agregó. Yo no necesitaba más y fuimos al cuarto.

Apenas entramos y cerramos la puerta la tome apoyándola de espaldas a la pared dándole un beso totalmente húmedo, ella me contestaba con su lengua que parecía llegar a mi garganta. Mis manos fueron directamente a ese par de tetas enormes, debe tener cien cm. de pecho. Mi bulto se apretaba contra su pelvis y mis manos entraban bajo su camiseta, se la saqué viendo que no tenía sostén. Sus tetas eran blancas, se notaban naturales, bastante blandas, con unos pezones entre rosados y marrones con aureolas grandes. Se las chupé con fuerza, la tomé por la nuca y la hice chuparse un pezón mientras yo succionaba el otro. “Mordedme, mordedme la teta!” me dijo cuando comenzaba a excitarse. Yo mordía sin hacer mucha presión la punta de sus pezones, toda la circunferencia de esas hermosas tetas, nos turnábamos para chupar los pezones dejándolos totalmente empapados de saliva y duros como piedras.

Su mano se metió bajo mi pantalón y comenzaba a masturbarme. Sus tetas estaban poniéndose rojas y ella gemía con mas ganas, como disfrutando de esa mezcla de dolor y placer. La acosté sobre la cama y baje hasta sus piernas abiertas. Tenía una faldita corta que no se la saqué, se la subí hasta la cintura y le arrebaté la ropa interior. Su concha estaba húmeda y solo un poco depilada. Comencé lamiendo esos muslos que me excitaban tanto y seguí bajando. Me entretuve lamiendo esos pelos de su vulva, eran suaves y mullidos, se había depilado pocas veces. Había llegado el momento de subir el nivel.

Le metí dos dedos para empezar mientras escupía y lamía su concha, metí tres dedos, los sacaba y metía despiadadamente haciendo que se retuerza y gima. “Hoy vas a coger como la puta que sois, vas a acordarte de mi” le dije mirándola a los ojos. En ese momento forcé sus labios y metí cuatro dedos dentro, apenas entraban a pesar de lo lubricada que estaba. “No tenéis lubricante?” le pregunté, me dijo que en la mesa de al lado había una botella de aceite. Tomé la botella y se la exprimí sobre sus vellos, me entretuve embadurnándolos con el aceite pegajoso, luego le abrí los labios y metí el pequeño pico aplicador de la botella y se lo apreté dentro de la concha, ella se contrajo y mucho del aceite rebozó. Allí seguí con el ataque de los dedos, los cuatro entraron fácilmente a través de esa concha aceitosa, quería meterle todo el puño, hice un último esfuerzo y toda mi mano se hundió en su vagina. Marina gritaba y gritaba, se agarraba de las sabanas, se mordía los labios, “me vas a romper al concha, me duele mucho!”. No me importó en lo absoluto lo que decía, su cara reflejaba otra cosa.

Después de un rato de cogerla con mi puño comenzó a gritar “no pares, no pares!”. La puta estaba disfrutando, un momento después su espalda se arqueó totalmente y gimió con un enorme orgasmo. “No que te dolía Marina, sois toda una putita sucia” le dije mientras sacaba mi mano llena de aceite y jugos vaginales dejando su concha totalmente dilatada, podía ver dentro su carne rosada contrayéndose todavía. “Ahora es tu turno de complacerme perra, mostradme que vales lo que te pagué”. “Ahora voy a mostrarte” me dijo con una sonrisa pícara. Se arrodilló frente a mí, me bajó los pantalones y me dio una mamada espectacular. Al chupar escupía sobre mi verga, de su boca y mi pija colgaban hilos de saliva y yo estaba a punto de terminar. Marina puso mi pija entre sus tetas y me masturbó con ellas. El contacto de aquellos pechos era totalmente suave y delicado. La punta de mi verga salía y golpeaba bajo su boca, ella intentaba lamer la punta con cada arremetida. No pude mas con la situación y le solté chorros de semen que salieron disparados hacia arriba cayendo sobre su cara, su lengua y resbalando por sus tetas. “Me encanta que me cojan las tetas, y la lechita también” me dijo. “Así que te gusta que te den por las tetas, no creas que terminé todavía” le dije. La puse sobre la cama, tomé sus pechos y puse mi verga en el medio. Las apretaba con fuerza y le daba arremetidas salvajes que la hacían gritar. La hice agarrarse las tetas, tomé otro envase de lubricante y lo comencé a derramar sobre sus pechos. Todo su pecho estaba chorreando aceite, mi pija entraba y salía resbalándose con facilidad. Sus pechos se ponían rojos por la fuerza de mis manos y mis arremetidas.

Cuando me cansé de follarle las tetas la puse de cuatro con cara apoyada en la cama y las piernas bien abiertas. Puse su culo de forma que quedara totalmente parado, con las nalgas abiertas de par en par. Allí me entregué a hurgarle el culo con los dedos y la lengua. Mis dedos iban más y mas profundo dentro de su recto, metí dos dedos de cada mano y los comencé a tirar en direcciones opuestas dilatándole el ano. Todo el edificio debía escuchar sus gritos mientras yo le dilataba más y más el esfínter. Dentro iba escupiendo y echando lubricante que se perdía entre las paredes rosadas de su recto.

Sobre su mesa había un consolador, de esos realistas que se doblan, de unos 25 cm. “Meterme eso en el culo ahora!” me grito la puta. “Así que te gusta lo doloroso, esta bien vas a sentir lo que es ser bien cogida” le contesté y le ensarté el consolador hasta la base de un solo empujón. “Rómpeme toda, lléname todos los agujeros!” gritó Marina. Se lo metía y sacaba con fuerza desgarrándole el recto, lo hacía girar dentro y le daba palmadas en la concha que a estas alturas salpicaba jugo con cada golpe. Me acosté a su lado y le dije que se siente sobre mi pija. Ella lo hizo con el consolador en el culo y de frente hacia mi, allí comenzó a cabalgarme. Saltaba sobre mi verga con una velocidad desgarradora, yo la tomaba de la cintura y prácticamente me masturbaba con ella. Sus enormes tetas saltaban frente a mi totalmente brillantes y pegajosas por el aceite y el sudor. “Ahora date la vuelta, pero sin sacar mi pija de ahí dentro” le dije y ella se volteó lentamente como podía por el consolador en su culo. Así tenía una perfecta vista de su culo frente a mí mientras ella se apoyaba con las manos en el piso. Yo tomaba sus nalgas y las movía arriba y abajo velozmente. Su ano se contraía y el consolador estaba saliéndose por lo que lo tuve que empujar otra vez hasta el fondo.

Después de unos minutos en esta posición el consolador trataba de salirse otra vez así que lo apreté con mis pulgares hacia adentro, se metió mucho, mas que la otra vez hasta casi perderse dentro. Mi verga estaba totalmente bañada por los jugos de su concha, hasta las sábanas se estaban mojando. “Ahora te voy a terminar en el culo, te gusta eso putita?” le dije. “Si, adentro, quiero tu leche adentro” dijo como entre dientes. La volví a poner de cuatro con el culo levantado. El consolador estaba muy enterrado. Ella se abría las nalgas y yo metía mis dedos con cuidado para quitarlo hasta que al final comenzó a salir. Parecía que no terminaba de salir y cuando al final estuvo afuera vi el estado de su recto. La carne estaba roja, podía verse perfectamente el fondo y su esfínter no se cerraba. Metí ahí mi verga y a decir verdad su recto apenas lo apretaba. La bombeé un rato apretándole las tetas hasta que terminé dentro. Un verdadero chorro de semen le baño las entrañas. “Aah, me quema, me esta ardiendo!” gritó al sentir la descarga. Después de eso cerré sus nalgas y vi como después de unos segundos mi leche comenzaba a salirse de su ano, escurriéndose hacia los labios de su concha dilatada.

Cuando iba a irme me tomó del brazo y me dijo “realmente nunca me habían hecho todo esto, tuve varios orgasmos y hacía tiempo que ya me cuesta un poco tenerlos, ojala vuelvas pronto, le voy a contar a mis amigas de vos y te vamos a esperar por acá”. Al salir al cuarto de al lado vi que las demás se estaban arreglando la ropa, rojas y cansadas. “A ver cuando nos probas a nosotras” dijeron. “Voy a volver muy pronto”.

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