La promotora

Autor: Anónimo | 09-Jun

Fantasias Eroticas
Resulta que ella estaba aburrida, yo me encontraba en esos días en los que deseaba imaginar que esta vez mis deseos serían cumplidos. No sé que podía implicar semejante desafío contra la actual escenografía, pero quizás lo esperaba como muchas otras veces.

La tarde pasaba lentamente y mirando el techo las películas mas osadas se proyectaban en lo alto de la casa, justo frente a mí. Ella, parecía dormida, o casi. Sin la menor noticia de mis pensamientos, ni tampoco intriga por ello a pesar de mis ojos abiertos. Justo cuando era yo el que se comenzaba a dormir, como en las películas, suena el timbre de la puerta, molesto y fastidioso fui a ver de que se trataba. Una encuestadora de una tabacalera venía por mi tiempo y su trabajo, el que no podía dejar de considerar a la hora de despacharla sin atenderla. Sucede que la vi antes de hablar, era elegante, y simulaba bajo su traje sport un lindo cuerpo, seguramente. Detrás de sus anteojos sus ojos suplicaban atención después de una tarde en la que no había podido recorrer casi ninguna casa.

Seguramente si mi novia la hubiera visto habría sospechado de ella y su trabajo. También de mí y de mis pensamientos, aunque resolví que era mejor hacerla pasar ya que ella, mi novia, no se hacía cargo de mis pensamientos desde hace rato. Para mi fortuna mi novia seguía tendida en la cama, y yo en el living algo alejado de la habitación miraba las curvas de la encuestadora con todo el recato posible, ella apenas despegaba la vista de sus anotaciones.

Al cabo de unos minutos me pidió algo de beber y obedecí sobresaltado, como culpable de mi desatención. Agradeció el vaso y miro al derredor como estudiando el escenario, puse algo de música y continuamos. Cuando apoyó el vaso en la mesa derribo su contenido en sus pantalones. Parecía un mundo sobresaltado en el que ambos nos desprendimos de nuestros asientos como si hubiera estallado algo. Sus piernas manchadas, su anotador mojado, y yo sin saber que se podía hacer, salvo traer una servilleta, algo con que parecer preocupado. Parecía acongojada, entonces me comentó que luego tendría una reunión con el director de su proyecto y que no podía presentarse así, lo cual la dejaría casi fuera del trabajo ya que era ella sólo una mas de varias interesadas y el peor desenvolvimiento indiscutiblemente era el suyo. La verdad es que yo no podía hacer nada, me sentía impotente y sin caminos para ayudar, todo estaba fuera de mi alcance. Parecía una oportunidad, pero una oportunidad para qué, si yo no era un seductor como para conquistarla y hacerla olvidar de su drama.

De pronto, al mirar atrás veo a mi novia, que no se desde cuando observaba la situación, me pidió que me acerque y me imaginé un típico reproche por mi cara de libidinoso. Entonces me pide que la deje a ella resolver el drama. Se aproximó a la promotora, se presentó y charlaron breves minutos, entonces veo desde lo alto del entrepiso a la promotora desabrocharse el pantalón, dejarlo caer luciendo las piernas por demás hermosas, aunque su ropa interior no se veía ya que la camisa caía por fuera. Me imaginaba una diminuta lencería, ya que no se marcaba nada cuando tenía el pantalón puesto y obviamente la había observado radiografiando ese culito firme y proporcionado.

Agradeció a mi novia que se dispuso a quitar esa mancha, ella se aproximó a mí mientras pasaba a lavadero a continuar con su tarea en el pantalón, al pasar me susurró al oído...

- Ahora para ti, es toda tuya.

No podía creer lo que dijo, pero lo dijo. Mi culpa pesaba tanto que no podría hacer nada con esa mujer en casa, y menos con mi novia bajo el mismo techo, aunque me lo había dicho realmente.

Mi novia era la mujer que más me excitaba, todos los días provocaba un placer descomunal ver su paseo por la casa con sus tanguitas diminutas, su colita tentadora luego de cada baño y unas prominentes tetas que me provocaban orgasmos cada vez que los acariciaba. Su sexualidad aún así era cumplidora, aunque nunca hubiera imaginado que tenía pensado una fantasía semejante en sus neuronas.

Me aproximé al living y la chica no pareció sorprenderse de mi presencia ante su cuerpo casi desnudo, entonces le pedí que me diera la camisa, de ese modo quitaría la mancha que había pasado del pantalón hacia su camisa. Casi no lo dudó, no sé si por nuestra hospitalidad o por su desinhibición. Florecieron dos enormes pechos sostenidos por un ajustado corpiño transparente, no podía evitar mirar, aunque lo disimulaba en lo posible. Ella me pidió disculpas por la molestia y yo llevé su camisa con el pantalón. En ese momento encuentro a mi novia espiando, con su mano dentro de su bombachita, apoyada contra el marco y pidiéndome una actuación lo suficientemente buena como para no echar a perder la oportunidad de algo distinto entre nosotros. Volví con la promotora y me senté sobre el sofá, al costado de ella, ella me miraba ahora cómplice de nuestra situación, solos, ella semidesnuda, yo a su lado y sin nada por hacer mas que cumplir un sueño, quizás el de ambos, mas concretamente el de los tres.

El silencio parecía imbatible, el tiempo que giraba en nuestro derredor parecía infinito y pesado, inamovible. Ella pareció tomar la iniciativa y se arrodilló frente a mí, bajo el cierre de mi pantalón y desabrocho todo lo necesario para bajar mis prendas sin impedimento, sin titubeos comenzó a introducir mi verga en su boca, hasta el fondo sin miramientos, la dejó dentro calentando mi sexo como en un horno tibio y suave, la dejó crecer al máximo en su interior sin mover una pestaña, hasta que sentí su lengua juguetear con mi tronco erecto dentro de su boca, con una mano acariciaba mis testículos en un juego repetitivo y por demás placentero, con la otra sostenía su cuerpo sobre mi pierna. Luego la sacaba y la metía en su cueva provocando sonidos de chupeteo iguales a los de los niños, pero con gemidos que venían desde el fondo de su sexualidad, alternaba miradas a los ojos, como preguntando si podía seguir, seguramente intuía que con mi cara de extasiado no hacía falta hablar mucho, entonces proseguía lamiendo y apretando mi verga intermitentemente, cuando llegaba arriba lo hacía bien hasta lo alto y bajaba con mi pene erecto en su boca tibia y húmeda.

Cuando decidió cambiar de postura yo podía hacer cualquier cosa que me pidiera, luego de semejante escena. Allí es cuando mi novia se deja ver, detrás de la puerta, en ropa interior y con un pecho salido de su prenda, un pecho que me excitaba de sólo imaginar que había sido acariciado por ella misma, se sentó frente a nosotros y a tocarse con las piernas abiertas, apoyadas sobre los respaldos del sillón.

La promotora se bajo su bombacha, se puso de espaldas a mí, se apoyó sobre el respaldo del sofá y dijo:

- Es tuyo, hacerme gozar - entonces introduje mi miembro húmedo de su boca.

Lentamente se hundía en su ano acompañado de un suspiro que acumulaba aire en su interior, dejándolo salir con un grito que era digno de un audio erótico por si mismo. Luego de esa penetración, cuando pensaba que acabaría de una vez mi novia me detuvo, me separó de la promotora y dijo:

- Ahora mójame toda a mí, pero con tu leche.

Fue entonces cuando me recostó sobre el piso, ató mis manos sobre las patas de la mesa y los pies sobre los del sofá, la chica miraba la escena desprendiéndose de la única prenda que le quedaba, mostrando sus curvas y su cabello flotando en sus hombros, mi novia se sentó sobre mi verga, dura y húmeda, comenzó a rozar su clítoris sobre el duro miembro mojándolo con los flujos de su pertenencia, animó a la promotora sentarse sobre mi cara, haciendo que mi lengua trabaje sobre su clítoris obedeciendo yo sus mas ardientes deseos de placer. Los de mi novia estaban en su entrepierna, con mi miembro duro introducido, jadeándose de placer entre lo que veía y lo que sentía dentro de si.

Mi placer era supremo, sentía como se movía mi novia, y la promotora no paraba de refregarse sobre mi boca, ambas gemían de locura, parecía inaudita al menos para mi novia, hasta que comenzó frenéticamente a moverse de adelante hacia atrás posada sobre mi vientre con el tronco de mi sexo introducido hasta el fondo de ella, los gritos anticipaban un orgasmo que no tardó en llegar, parecía una vertiente oceánica en contra de la gravedad que alcanzaría su cuello de no ser por la guarida en la que se encontraba mi pene, erecto, latiendo, empapado de semen, dolorido de tanta erección. La promotora tuvo el suyo simultáneamente de sólo escuchar los gritos del living, los míos más profundos. Luego mi novia se me acercó, con migo atado aún, y me dijo:

- La próxima vez no calles tus fantasías, lo hiciste muy bien.

La chica confesó que ya no deseaba ese trabajo, volvería a su casa a soñar con sus fantasías.

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