Un marido que consiente

Autor: Anónimo | 24-May

Dominaciones
Un marido que consiente cacho es un placer y un dolor a la vez, se tiene que someter uno a la voluntad ajena. Un día, al llegar del trabajo, encontré a mi esposa mamandose una verga enorme en la cocina. Era el plomero que había ido a casa por lo de la estufa, y ella le estaba dando la mamada de su vida. No había nada de malo con la estufa, solo que a ella le había gustado aquel macho desde que fue a instalársela. Ella sabia además a que hora regresaba yo, y ya antes me había dado mas de una sorpresa la muy zorra. El día que vino a instalar la nueva estufa, ella lo vio, y le encanto, como me lo dijo esa noche mientras me la cogía. La muy puta pensaba en otro. Yo gozaba con lo excitada que se ponía, y le dije que antes de que se fuera le había dado el numero de teléfono de la casa al macho con una nota diciendo que ella le daría la propina mas tarde, cuando yo no estuviera. Anote también que yo era solo su compañero de recamara. Ella me contó que el tipo se había percatado de las miradas lujuriosas que ella le daba y que la había visto sacar disimuladamente la lengua para mojarse los labios mientras miraba el bulto en sus pantalones. Creía que no la había visto cuando le paso por el lado y el se la arrecosto al pasar. Ella se había apretado contra el. Me dijo mientras me la cogía que tenia una cosa muy prometedora debajo de los pantalones, y que ella la sintió a pesar de que estaba oculta detrás de los jeans sucios de aquel hombre.

El hombre no nada era mal parecido, pero a ella le llamo la atención que se portaba bien masculino, a pesar de que tenia un aura algo femenina de atracción. Era alto, delgado fornido, y algo brusco en su trato, algo displicente, algo arrogante y gallardo. La miraba con descaro, a pesar de que no sabia si yo era su macho o no, incluso antes de haberle entregado la nota. Le sonreía con altanería y la recorría con los ojos, como si fueran manos, la palpaba, lo sentía yo, con su mirada. Ella zarandeaba su cuerpo, tenia una minifalda de jean. El miraba las piernas de mi hembra, se saboreaba sin perder el hilo de la conversación, era como si yo no existiera. Yo sabia que se la iba a comer sin clemencia, que se la seguiría metiendo hasta aburrirse de ella, y que no podía hacer nada para evitarlo.

No era la primera vez que sucedía algo así. En varias ocasiones antes, habíamos tratado. Al comienzo, fracasamos una que otra vez. Nos enojábamos uno con el otro, pero más podía el placer y a mí siempre me encanto verla encaramada dándole gozo a otros machos. Sentía rabia, placer, humillación, éxtasis, colera, culpa, miedo, parálisis. Me sentía inadecuado complaciendo a mi mujer de una manera que la gran mayoría nunca conocerán. detrás del miedo y los celos hay un universo de placer aguardándonos. Para empezar, salíamos a bailar y yo la soltaba tímidamente a que bailara con otros machos. Con las cervezas y los tragos, las cosas escalaban deliciosamente. Después de salir en varias ocasiones, la vi besando a otros mientras la manoseaban, y yo bailaba arrecostado a otras.

A veces era solo espectador. Otras veces participaba. Cuando bailaba con un tipo de carácter consentidor, que no le importaba si yo la agarraba a bailar al mismo tiempo, entonces hacíamos emparedados (sándwich) con ella, uno por detrás y otro por delante. En una ocasión, un muchacho bien guapo se la llevo al final de la noche. Ella pidió mi consentimiento, como ya hoy en día no hace. Yo le di permiso que se fuera. Volvió como a la media hora a casa, enojada. Yo le pregunte que había pasado y me contó que se la iba a mamar al bello desconocido en el auto antes de llegar acá a casa, cuando descubrió que no tenia gran verga y se le bajo toda la arrechera que tenia. Le dijo que no quería y el tipo se enojo con ella, ya que había herido su orgullo masculino. Se puso algo violento y la golpeo. Yo, preocupado, le pregunte si quería llamar a la policía. "No, tonto" me dijo. "A mi me cayeron bien sus golpes, me volví a calentar toda" me dijo. Entonces, ¿lo hicieron? Ella respondió mordiéndose el labio y con una mirada bien perra asintió. "Si" me dijo entre risitas. "Fue rapidito" me dijo. Yo la agarre por los pelos y me la tire allí mismo en la sala. Hubo otros encuentros, y cada vez íbamos mas lejos hasta que las cosas llegaron a estar como están ahora. Encontrarla cogiendo con otro al volver del trabajo es cosa rutinaria en estos días.

- Mi amor, nosotros vamos a dormir esta noche en la recamara. Allí tienes el sofá -me dijo mi esposa mientras desaparecía con el plomero y se oía que la montaba, la cabalgaba fuerte, se oían los chillidos de mi hembra gozando.

Después se oía claramente el chupeteo, la mamada que le estaba propinando. Al rato, los oí quedarse rendidos, y me acosté a hacer una siesta. Me despertó el ruido otra vez de la cama, mi esposa embestida, azotada, daba gritos de placer desde la alcoba. Así que decidí asomarme para ver de cerca lo que pasaba. Lo hice con disimulo para no ahuyentarlos. Al asomarme vi a mi esposa con las piernas bien aventadas de par en par mientras el plomero la clavaba hondo con un miembro al menos doble de grueso y más largo que el mío. A mí me mide ocho pulgadas, pero el de el debía ser como de doce. Ella lo aguantaba, se lo tragaba entero. El se la sacaba del coño y se lo metía en la boca. La agarraba fuerte del pelo y le decía "chupa".

- Me vengo, ah, me vengo - gemía mi esposa.

- Quién es tu macho? - le preguntaba.

- Tu - le decía ella.

- Eso perra, aprende que yo no soy el cabron que tienes en la sala.

- No, papi, tu eres mas macho.

Yo los espiaba mas a menudo, se me paraba la verga y se me salían las lagrimas, pero el gozo y el miedo a aquel hombre que clavaba a mi mujer. Tenían montones de juguetes por los suelos, y unas cuerdas y cadenas. Ella se echo en la cama con el agujero dilatado y toda sudada, mirada y sonrisa de perra ultrajada y satisfecha, para recibir la leche de su macho. El se la echo en la boca a borbotones, se la escurría y la hizo que tragara. Ella se asqueo un poco, y el la tomo por el pelo y la halo contra su verga, para que se la dejara limpia.

- Ahora, mama, perra... al que no quiere sopa, se le da doble.

Mi esposa lamió, obediente. Después el la levanto y ella miro hacia donde yo estaba, espiándola. Se sonrió mirándome con los labios embarrados de leche y la lengua enjugada. El hombre también se percato de que yo estaba de pie asomado por la raja de la puerta entreabierta.

- Abre la puerta de par en par - me ordeno - así como yo haré con tu hembra.

Yo hice caso. El hombre abrió a mi mujer y me dijo, "Esta mojada de leche mía, ven, pruébala." Yo me acerque tímido, me arrodille frente a ella que ahora miraba sumisa a su amo ordenarme que se la mamara. Yo saque la lengua y ante el olor penetrante a semen que emanaba de su cueva, me deje llevar por la lujuria y mame, sin compasión. Mientras le mamaba la concha a ella, ella se mamaba la verga de el con gusto, saboreándola y haciendo sonidos chasqueantes con su saliva. Después de un buen rato oí que el la empujo a un lado. Sentí su mano en mi hombro, y me la dio a mamar. Yo me negué porque nunca me han gustado los hombres. Pero el se puso violento y mi mujer confabulo para agarrarme por la cara y besarme con toda esa leche que tenia de el todavía en sus labios. Yo la bese mientras el amo de ella la penetraba por atrás y me miraba. Yo evadía sus ojos.

- No creas que me olvide de tu culo. Solo que quiero que me la mames primera y que te sepa a la sepa a la pepa de tu mujer.

Me quede mudo. El dejo de bombear el culo de mi esposa, y se la saco para dármela a comer. Me negué otra vez, y entonces el cogió y arrojo una bofetada a mi mujer, que la tiro en cuatro al suelo. Ella se levanto y me agarro fuerte por los brazos. El hombre fue a buscar algo y regreso unos segundos mas tarde con una botella de tequila. Me dio un vaso. Yo lo acepte. Mientras lo bebía, me acariciaba la cabeza y me rozaba la cara con su enorme verga. "Quieres otro trago?" me pregunto. Yo dije que si. Entonces me dijo que me lo ganara y sin preámbulos me la metió a la fuerza en la boca. Saco una navaja y me la puso al cuello, y ordeno mamar. Yo mame por mi vida, mame y mame, con el filo de la navaja resplandeciente en mi cuello, se la mame a morir. Poco a poco vi como ablandaba la presión.

- ¿A que te sabe? - me pregunto. Yo deje de mamar enfáticamente para decirle:

- Me sabe a mierda de mi mujer.

Después el la agarro y la puso contra la pared, sostenida con una mano por el cuello. Y se la clavo de pie, por adelante. La saco sangrada, pues se la había metido en seco. Ella tenia una mueca de dolor y de placer, de completo éxtasis. Así que el hombre la tomo y la amarro contra las barras de la cama matrimonial. Después de volvérsela a meter allí, amarrada, por delante, la saco y me la dio a comer.

- ¿A que te sabe ahora?

- A su concha.

Después me agarro y me puso sobre la cama bocarriba, y yo aliviado de que no me hubiera colocado bocabajo. Me amarro, y una vez comprobó que tenia las esposas bien puestas, me tiro sobre la cama y me esposo por el tobillo al otro extremo de la cama. Encontré extraña la posición: el tobillo de la pierna izquierda esposado contra el borde derecho de la cama. Cuando me di cuenta, ya era tarde. El macho había vuelto con un tarro de vaselina. Me unto un poco, y me dijo que me respetaba porque después de todo era hombre. Y me la fue metiendo diciendo, "lo siento mucho, lo siento mucho" y me la iba enterrando, desgarrándome por dentro. La vaselina ayudaba, pero igual el dolor era insoportable. Allí se estuvo unos cuantos minutos metiendomela despacito, sacándola despacio, haciéndome pensar dos veces. "Lo siento" me dijo.

- Mas lo siento yo - le dije sonriéndole con dolor.

- Yo sabia que te iba a gustar - me dijo.

- Me encanta - le dije.

Entonces me la saco y me la volvió a meter en la boca. Estaba embarrada con sangre de mi culo recién partido.

- Me sabe a mi culo desvirgado.

Después me la calzo por el culo otra vez, cada vez más maestro, cada vez mas amo de mí también. Me la saco justo cuando me estaba viniendo y se la dio a mamar a mi mujer. Mi mujer probo el sabor a culo mío en su verga todavía atada a mi lado. Después nos volvió a comer por otro lado, y me dejo dormir con ellos por esa noche. Las demás noches solo sale a orinar, oigo a la que era mi hembra la perra en la que se ha convertido. Vive nada mas para complacerlo a el día y noche, ni siquiera se ducha, anda hedionda a semen seco de el y con los pelos todos desordenados. El pareciera no tener sosiego. Yo los mantengo porque ninguno de ellos trabaja. El tipo se ha venido a vivir con nosotros. Yo solo espero que lo de aquella vez se repita.

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