Con sabor venezolano

Autor: cubarelatos | 12-Feb

Confesiones
Hola a todos, había una vez… no, esto no va a comenzar así. Mejor empiezo diciendo que soy cubano y esto ocurrió en una calurosa noche del mes de agosto, en mí adorado país, todo muy inesperado, corto, pero con mucho sexo. Por estos días es muy frecuente encontrar en mi país a muchos venezolanos, debido a la relación que llevan los presidentes de ambos países, pero como no me gusta mucho la política, sino el sexo, vamos a centrarnos en el asunto.

Como les decía anteriormente, por estos días los venezolanos son parte de Cuba, y los podemos ver en cualquier lugar, desde oriente hasta el occidente de la isla. Es una experiencia agradable conocer sobre culturas diferentes, y sobre todo, conocer a las venezolanas, son mujeres muy bonitas, de diferente cultura, manera de comunicarse y sobre todo, la manera con que miran el sexo. El nombre de ella, la protagonista de esta historia, es Martha, morena, 1.60 de estatura, pelo largo hasta sus amplias caderas, un excelente par de tetas y una boca que desde que la vi supe que no podía parar hasta conseguir que me la mamara. Nos conocimos en un centro nocturno, yo estaba con mi mujer Miriam y ella se encontraba con 2 amigas. Estaba vestida... Si, a pesar de que su ropa era corta estaba vestida con una mini excelente, por encima de su blusa se marcaban sus redondos pezones por la ausencia de sostén y sus labios gruesos listos para sustraer todo lo que se le acercase. No pude hace otra cosa mas en ese centro que observarla.

Mi mujer estaba un poco indispuesta ese día y yo no hacia más que mirar a aquella mujer. Su edad aproximada era unos 35 años aunque parecía más joven, aunque la edad nunca me ha importado, desde hace un tiempo hasta la fecha solo me interesan las mujeres maduras o mayores que yo y ese era el caso, yo tengo 25 años y ella 10 más que yo, todo era perfecto. Solo había un problema, mi mujer.

Miriam, mi esposa, es trigueña, ojos negros, de mediana estatura, buen cuerpo, senos pequeños y tiene mi misma edad. No es porque sea mi mujer, pero puede llegar a atraer a cualquier hombre o mujer sin necesidad de que se esfuercen mucho, ella es sin dudas apetitosa y además a la hora del sexo es bastante abierta, puede parecer a veces ingenua pero no lo es a la hora de hacer el amor, le gusta probar cosas nuevas pero nada de compartirme con otra mujer. A mi siempre me ha gustado esa idea no creo que sea nada raro, no hay hombre o mujer que no tenga dentro de sus fantasías tener sexo con 2 personas de sexo opuesto.

Mientras tanto yo seguía desnudando a Martha con la vista, que maneras de bailar aquella mujer, sus caderas se meneaban como una diosa, y yo imaginándola encima de mí, cabalgándome una y otra vez. Coincidimos mirada a cada rato, y eso le puso más morbo al asunto, y mientras ella me miraba se movía mas deprisa como invitándome a desafiarla. Invité a mi esposa a bailar, y nos colocamos muy cerca de Martha, y ahí empezó todo. Ella se encontraba detrás de mí y no perdía oportunidad para rozarme con sus nalgas duras. Yo empecé a seguirle el juego y empecé a arrimármele, en varias ocasiones mi desafiante mano tocaba partes del cuerpo de aquella mujer. En una de esas oportunidades mi mano pudo apreciar que no tenía bragas o si las tenía eran diminutas. Miriam no se estaba sintiendo muy bien y me dijo.

- Sigue tú bailando que yo voy a sentarme un poco. Tengo un ligero dolor de cabeza.

- ¿Quieres que te acompañe?

- No, sigue disfrutando, mira, creo que esa extranjerita no tiene con quien bailar - me dijo señalando a Martha que había detenido su baile pero no dejaba de mirarme.

- Está bien, como tú digas, voy a ver si quiere bailar conmigo y luego te acompaño en la mesa.

Me dirigí hacia Martha con pensamientos de depredador, esa mujer tenía que ser mía. La invité a bailar y creo que no había yo terminado de pedírselo cuando ya ella me estaba sujetando las manos. Bailaba la salsa como una cubana, si antes me parecía maravillosa, ahora más, olía a lujuria, su respiración, sus movimientos, su manera de hablar, de tocarse el cabello… todo era sexy en aquella mujer. Mientras bailábamos comenzamos a tener un diálogo un poco movido, pero interesante, me era necesario saber más de ella, de donde era, como se llamaba, que le gustaba, etc.

- ¿De donde eres? - Rompí el hielo

- De Venezuela.

- Venezolana, que interesante, nunca había hablado con ninguna antes, siempre hay una primera vez.

- Si, siempre hay una primera vez, pero mi primera vez fue hace mucho tiempo - hizo una pausa, tenía cara de picardía - hace muchos años que llevo hablando con cubanos - añadió y sonrió.

- ¿Y que opinión tienes de ellos?

- ¿Opinión? Excelente, me gustan los cubanos, son amigables pero sobre todo, con mucha energía.

- Te decía que nunca había conocido a una venezolana, pero creo que si todas son como tú el mundo está en peligro.

- ¿Por qué en peligro? No somos mala gente.

- No, pero son asesinas, son extremadamente hermosas, son la perdición de cualquier hombre - respondí sin pensar lo que decía aunque creo que le gustó la respuesta.

La música concluyó y la invité a acompañarnos a la mesa con mi mujer, las presenté y comenzamos a hablas de varios temas, pero al final, cuando los tragos comienzan a tener efectos, comenzamos a hablar de sexo. Fue una conversación entre mujeres, Miriam comenzó todo.

- ¿Tienes algún novio o amante o compañero cubano?

- No, por ahora no, me divierto bastante estando sola.

- Y venezolano, ¿tienes novio en tu país?

- Si, a mi marido lo dejé allá, no le gusta mucho la isla, no está de acuerdo con la política que llevan pero a mi eso no me importa, mientras él no se oponga a mis viajes no hay problemas. Y ustedes, desde cuando están juntos.

- Aproximadamente 1 año, nos llevamos bastante bien, aunque creo que pudiera ser mejor si yo no fuese tan celosa.

En ese momento comprendí que el alcohol estaba haciendo un gran trabajo, oírle confesar a mi mujer que era celosa eso era un milagro. Martha continuó.

- No se puede ser celosa, el ser humano es inconforme por naturaleza, hasta las mujeres desean estar con otros hombres, no son solo ellos los infieles.

- Ya ves Miriam - dije yo - las mujeres son iguales, no se por que te pones conmigo así.

Miriam nos miró a ambos y le preguntó a Martha de una forma amenazadora.

- ¿Te gusta mi marido?

Martha creo que no se esperaba esa pregunta, para ser sincero yo tampoco, no sabía lo que sucedía con Miriam pero algo pasaba por la mente de mi mujer. Después de tartamudear por un momento Martha se repuso y respondió un poco tímida…

- Si, me parece atractivo, creo que tienes un hombre maravilloso, se ve que te quiere.

- ¿Te gustaría estar con él?.

Esa pregunta pareció no sorprender a Martha que ya estaba perdiendo la timidez que había entre nosotros y sin pestañar respondió.

- Claro, por que no, si te digo otra cosa sería engañarte.

- ¿Y por que no lo haces?

- Por ti, eso creo, aunque no se si el quiera acostarse conmigo.

En ese momento supe que estaba en aprietos, la pregunta se veía venir.

- ¿Quieres follarte a esta venezolanita?

No supe hacia donde mirar, por una parte quería follarme a esa puta hasta que me secara la polla, pero por la otra estaba mi mujer, ella nunca me había hablado de temas similares, por el contrario, era muy celosa. Después de estas un par de segundos que parecieron un par de horas sin decir palabras contesté.

- Si, me gustaría, ella es una mujer muy bonita y con un excelente cuerpo, pero no quiero que te pongas molesta con estas cosas que digo - le dije a Miriam.

- Eso en estos momentos no me interesa, quiero verlos a los dos follando como dos perros.

Sin demorar más la situación, fuimos hacia mí casa, una vez dentro y sin perder tiempo Martha agarró a mi esposa por detrás y comenzó a sobarle sus tetas mientras las suyas estaban muy bien apretaditas contra la espalda de mi mujer, mi mujer fue girando lentamente hasta que estuvo de frente a ella y comenzaron a darse un beso que parecía no tener fin. Fue Miriam la que se separó de repente.

- Esta fiesta no es para mí, es para mi esposo, quiero que el sea el que la pase bien, aunque siempre habrá algo para nosotras.

Esa situación me puso a mil, mi mujer con otra mujer y yo ahí, en el lugar perfecto, se iban a cumplir dos de mis fantasías sexuales más anheladas, tener sexo con dos mujeres, y tener sexo con alguien con más experiencia que yo. Como encantada por las palabras de Miriam, Martha se me fue acercando, me empujó hasta llegar al sofá y me obligó a sentarme, Miriam se sentó enfrente de nosotros mientras se iba desnudando completamente, sin dudas, mi mujer es hermosa. Martha seguía con la tarea encomendada, cuando estuve sentado en el sofá, se arrodillo enfrente de mí y comenzó a despojarme poco a poco de mi ropa, mientras me quitaba la camisa me iba besando y lamiendo como una perra en celos, no paró hasta dejarme como Dios me trajo al mundo.

Al fin llegaba la hora en que iba a tener a esos labios chupándome mi palo como si fuera un caramelo, Martha comenzó con su trabajo, me lamía la verga como nadie nunca me lo había hecho, mi verga empapada en su saliva y cada vez que ella quería me daba unos pequeños mordiscos en la cabeza de mi pene. Eso fue maravilloso. Mientras esto ocurría y sin darme cuenta Miriam se nos fue acercando y comenzó a disputarse con aquella mamadora venezolana mi palo. Aquellas dos bocas tratando de tener la mayor porción de mí pene producían una excitación descomunal, 2 mujeres para un solo hombre, 2 mujeres para una sola verga. Sus lenguas recorrían todo pene, se entrelazaban y se mordían los labios cada vez que se encontraban.

Yo estaba a punto de estallar, ellas lo notaron y abrieron las bocas como pidiendo que las inundara con mi espeso líquido. No tardó en ocurrir el suceso, me vine dentro de la boca de Martha, Miriam me miró como diciéndome que ella también quería, y sin pensarlo más se dedico a quitarle todo mi semen de la boca a su contrincante. Estuvieron besándose y lamiéndose por dos minutos y ya mi verga estaba lista para la segunda batalla. Comencé a comerme la concha de Miriam mientras Martha que todavía estaba con sus ropas comenzó a desvestirse. No tardó en colaborar conmigo y juntos empezamos a lamerle el sexo a mi mujer. La dejé sola en esa tarea y me puse a sus espaldas, era una vista espectacular, que caderas las de esa mujer. Sin pensarlo más comencé a lamerle todo su culo, ella se retorcía de placer mientras mi mujer también disfrutaba la mamada de Martha. Recorría mi lengua por todo su culo, y parte de su chocha, de un sabor exquisito. Mi polla no podía aguantar más esa vista sin poder penetrar aquella cuca, me la empecé a coger por detrás, cuando comencé a penetrarla empezaron unos pequeños quejidos que poco a poco iban subiendo de tono hasta convertirse en verdaderos gritos de lujuria, mi mujer se levanto del sofá y me dijo:

- ¿Te gusta su culo? ¿Por qué no se lo rompes?

Martha sacó mi polla de su húmedo agujero y empezó a apuntar a su culo con aquella arma que estaba lista para entrar en acción. Miriam se encargó de humedecer aquel agujero con abundante saliva y todo estuvo listo en pocos minutos. Miriam sabía que eso era una de las cosas que me gustaban a la hora del sexo y lo disfrutaba como si me la estuviera cogiendo a ella aunque a ella no le gustara mucho ofrecer su culo. Mi polla muy lentamente comenzó a ganar terreno en aquel apretado agujero, Martha gritaba esta vez muy alto, pero de dolor, se le notaban los ojos a punto de soltar una lágrima, pero aguantó todo mi palo, y pronto comenzó a pedir más. Empecé a cogérmela con toda mi furia, se la metía hasta el fondo y se la sacaba casi completa, todo aquello a un ritmo que yo marcaba pero que ella con sus gestos pedía.

Entonces, después de un tiempo dándole por su apretado y caliente culo, sucedió algo que no pude evitar, mi semen empezó a acumularse en el interior del culo de esa venezolana, Miriam comenzó a besarse con Martha, besos apasionados de todos tipos, lentos, rápidos, con lengua, sin lengua pero con muchos deseos. Mientras me corría sentía como Martha también lograba un orgasmo, sentía los latidos de su sexo en mi polla. Quedé tendido en el suelo por unos minutos mientras que Miriam seguía con sus besos a Martha. Como poniéndose de acuerdo, las dos comenzaron a limpiarme la polla, recogieron con sus bocas todo líquido que había quedado.

Yo había tenido dos buenos combates pero mi mujer nada, estaba muy caliente, por lo que empecé a mamarle su concha, a ella le gustaba mucho que yo le comiera su concha. En esa labor me comenzó a ayudar Martha por poco tiempo, ya que fue dejando poco a poco su tarea y comenzó a mamármela para que estuviera a punto para otra batalla. Mi polla no la defraudó, enseguida comenzó a reaccionar y no tardó mucho en alcanzar su tamaño adecuado.

Entonces abandoné mi tarea como mamador y comencé a cogerme a mi mujer. La penetraba con fuerzas y demostrándolo mucho amor, gracias a ella había tenido la posibilidad de cogerme a Martha, y no podía hacer otra cosa que complacerla, cambiábamos de posición cada vez que ella se corría. ¡Que locura! Gritaba como nunca en cada orgasmo, todos los vecinos la debían estar escuchando, pero no importa yo seguí follándome a mi hermosa mujer acompañado de Martha. Después de muchas corridas de mi mujer, y notando que ya todos sus deseos habían sido complacidos me senté sobre una silla e invité a Martha a cabalgar en aquella montura especial, donde sobresalía un potente palo que del cual seguro no se iba a caer. Ella no lo dudó y con movimientos lentos y sensuales se introdujo toda mi polla. Sus tetas me quedaban a la altura de mi boca, unos pezones redondos, grandes y rosados que invitaban a morderlos con locura.

Mientras yo le comía sus senos ella cabalgaba con un ritmo asombroso, sus orgasmos cada vez más esporádicos venían acompañados de enormes gritos de placer, ya yo estaba a punto de correrme por tercera vez, intenté sacarle mi polla para correrme afuera pero ella, se aguantó con fuerza y me dijo que quería sentir mi leche caliente dentro de ella, no había terminado ella de decir esas palabras cuando mi líquido, esta vez escaso, comenzó a invadir todo su interior, ella gritaba alcanzando su último orgasmo de la noche y los tres nos fundimos en un solo abrazo.

Tomamos una ducha juntos y caímos en la cama como piedras después de tan ardiente jornada. Al despertar, Martha ya no estaba con nosotros en la cama, se había marchado, nunca más he sabido de ella. Miriam y yo desde ese día comenzamos a tener una mejor vida sexual, nos contamos nuestras fantasías y nos complacemos en todo.

Espero que mi historia les haya gustado y no duden en darme sus comentarios.

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