Me atrae el sexo con desconocidos

Autor: Akasha | 12-Jan

Confesiones
Lo he vuelto a hacer. Y salgo a la calle con una mezcla de sentimientos que me vuelven loca. Por un lado estoy pletórica, me siento muy viva y el sol brilla más que nunca, pero por otro…, no sé si será por ese lastre de educación y religión que todos portamos encima, más o menos consciente, que me hace sentirme sucia y querer olvidar lo ocurrido, y prometerme a mi misma que no va a volver a suceder. Pero acto seguido, mientras camino y el sol calienta mi cara, me vienen a la mente imágenes sin cesar, de lo que acaba de ocurrir allí arriba, y una punzada de placer me recorre el vientre de arriba abajo.

Se me ha pasado la hora de comer y no he probado bocado, pero me toca volver al hotel. Aunque me quedan bastantes horas por delante para terminar mi jornada, las afronto con bastante optimismo y una gran sonrisa de tonta en la cara. Mañana hay una convención y no paran de llegar clientes durante toda la tarde, así que no tengo demasiado tiempo para pensar en lo de mediodía. Pronto se hacen las ocho y por fin me puedo quitar el uniforme de recepcionista que nos hacen llevar este año.

De camino a casa me asaltan las imágenes, los sonidos, las caricias y al entrar por la puerta corro hacia mi habitación para tumbarme en la cama y dar rienda suelta a todo eso que llevo dentro. Recuerdo ese torso fuerte, esos hombros, su manera de pasarme la mano por el vientre, y menuda mano… no muy limpia, eso sí, pero grande y fuerte, como las que me gustan a mí. Tenía una manera de besar, que más que besar parecía que me quería engullirme, pero me ha gustado, aunque me haya dejado el cuerpo lleno de babas. Todavía puedo sentir su olor, a hombre que lleva toda la mañana poniendo ladrillos bajo el sol de Madrid. Aún así, había retazos de olor a jabón en su cuerpo, y la mezcla de olores, lejos de resultar desagradable, creo que me excitaba todavía más. Parece que tenía prisa y se ha desnudado a la velocidad del rayo, levantándome en brazos y poniendo su cara entre mis pechos. Me he tenido que quitar yo el sujetador porque el señor parecía algo torpe al respecto, y se ha lanzado a mordisquearme las tetas, succionarme los pezones y posteriormente intentar meterse la teta entera en la boca. Cosa bastante difícil, porque a pesar de tener una boca considerable, mis tetas lo son aún más, y eso me ha encantado.

Cuando por fin me ha soltado, he comenzado yo a explorar su torso, por cierto, precioso, con mis manos y con mi boca, recorriendo la suave piel de sus pechos con mi lengua. Acariciando su espalda con las manos y besándole tiernamente la nuca. Notando cómo se contraía a cada caricia mía y como pedía más manteniéndose totalmente quieto y sin apenas respirar, para sentir aún más profundamente si cabe el roce de mis manos y mi boca. Me ha subido la falda y ha metido la nariz entre mis piernas, aspirando para olerme bien, después ha deslizado un dedo dentro y me ha rozado suavemente. Ahí la que se ha contraído, más bien diría yo, convulsionado de placer, he sido yo. Después, acercando su cara ha metido la lengua debajo de la braguita y una oleada de calor ha recorrido mi cuerpo. Un leve roce ha sido suficiente para ponerme la cara colorada de pasión.

Después, girándome, ha colocado su cara en mi culo y he sentido un nuevo roce de lengua, eso no me lo esperaba. Agazapado entre mis piernas, me he inclinado hacia delante dejándole al descubierto mi sexo, me ha lamido por detrás con unos lengüetazos largos y lentos, mientras aferraba sus manos a mis sendas nalgas y las apretaba con firmeza. Si quedaba algo de pudor en mi, se ha disipado rápidamente, dando paso a la fierecilla que llevo dentro, así que he pasado a la acción arrodillándome delante de su sexo y admirando la gallardía con la que se mantenía erecto. Cogiéndolo con la mano, he deslizado mi lengua por su parte inferior, de la base al glande, y me lo he introducido lentamente en la boca. Él ha dejado escapar un leve gemido, y su cuerpo se ha estremecido. He repasado su miembro de arriba abajo con la boca, sin dejar un espacio, como una niña que saborea un delicioso caramelo, he engullido su sexo con placer y me he recreado en cada rincón. Disfrutando con su cara de extremo placer.

Me ha tumbado sobre la cama y me ha penetrado, y una oleada de sensaciones ha recorrido mi cuerpo. A cada embestida suya mi cuerpo se arqueaba y dejaba escapar un leve gemido, él me miraba fijamente, para no perder detalle de mi goce. Luego se ha tumbado y he cabalgado sobre él sintiendo su sexo muy dentro de mí, inclinándome hacia delante y poniéndole mis pechos en la cara para dejar que me los comiese, casi literalmente, mientras yo acariciaba mi clítoris con firmeza para llegar al tan ansiado clímax. Con sus manos en mis caderas guiaba mis movimientos hasta que, llegado el momento, se ha dejado llevar y he acelerado el ritmo hasta ver cómo su cuerpo se arqueaba y tensaba y yo me sentía flecha a punto de salir disparada hacia el cielo.

Mirándonos a los ojos nos hemos besado en la boca y he caído al otro lado de la cama exhausta. Definitivamente me ha gustado, y mucho, pero es tarde y debía asearme para volver al trabajo.

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