Por la puerta trasera

Autor: Anónimo | 12-Jan

Amor Filial
Hola a todos, mi nombre es Montse y cuento con 43 años, estoy divorciada y soy asidua visitante de esta página de relatos y gracias a una persona muy especial, que escribió su historia, hoy puedo yo misma escribir la mía. Tengo que agradecer a Rachel y a su hijo Eduardo la ayuda que me han brindado, ya que gracias a una intensa correspondencia que he mantenido con ellos he podido ver cumplida mi más íntima y secreta fantasía. Todo empezó cuando leí la historia en la que una madre mantiene relaciones sexuales con su hijo, esta mujer dejaba su dirección de e-mail para que pudiéramos ponernos en contacto con ella, así pues yo lo hice. Le conté la verdad y nada mas que la verdad, algo que les pasa a muchas mujeres, que mi hijo me excita y que no me disgustaría en absoluto mantener sexo con él, es mas, lo deseaba y no dejaba de masturbarme pensando en él. He llegado al extremo de espiarlo, mi hijo tiene un pene bastante grande, le mide cerca de 19 cm y de un grosor importante, y eso a ninguna madre se le pasa por alto. Soy una mujer alta y que se sabe cuidar, nuestra condición económica no esta nada mal, vivo con mi hijo Jorge de 23 años y con mi hija Patricia de 18 años. Todo comenzó por culpa o gracias a Internet, he leído casi todos los relatos de incesto que ha publicado esta página y la idea de poder llevarme a mi hijo a la cama cada día era más obsesiva, pero no se me ocurría ningún plan verdaderamente eficaz para llevarlo a mi terreno, en otras palabras que no me atrevía a dar ese paso adelante, quería darlo pero también quería tener toda la seguridad de triunfar y de que me saliese bien, así que escribí a Rachel para que me aconsejara con ello, y me contó algo que he llevado a la práctica y ha dado todo el buen resultado que yo misma hubiese querido.

Rachel me contó que a la vez que se escribía conmigo también se escribía con otras mujeres y que una de ellas le contó un método, con el cual había conseguido follar a su hijo, lo había provocado de tal manera que era el propio hijo quien daría ese paso adelante sin apenas saberlo, ya que ningún hombre podría resistirse ante aquello. Yo le conté a Rachel que mi hijo entre otras cosas tiene un cursillo de primeros auxilios, así que me animó a que lo hiciera, me escribió una carta de cerca de cinco hojas explicándome todo lo que tendría que hacer y decir, también me puso en contacto con la mujer que había tenido la certeza de hacerlo primero y tras haber intercambiado unos cuantos e-mails ambas mujeres me animaron a que lo hiciera, y así acabó todo, cumpliendo mi incestuosa fantasía.

También agradecer a Eduardo, el hijo de Rachel, que me ha pasado a limpio este relato, enriqueciéndolo con un vocabulario menos repetitivo del que pudiera usar yo misma, mi hijo Jorge no sabe nada en absoluto de esto, ya que quiero enseñárselo una vez esté publicado en la sección de relatos de amor filial.

No era la primera vez que me paseaba por casa en bragas, tal y como me dijeron Rachel y la otra mujer, la cual no voy a decir su nombre por respeto, eso comenzaría a calentar el ambiente, me ponía unas braguitas de esas que apenas tapan nada y me las metía bien dentro de mis carnes, tengo una figura bonita y una buenas piernas, además soy una mujer alta y creo tener el peso mas o menos justo para mi estatura y mi edad, tengo unas buenas tetas y unos pezones hermosísimos, también tengo un culo muy bien puesto que mas de un chaval se ha dado la vuelta por la calle para vérmelo, sobre todo cuando me pongo unos pantalones téjanos. Y esa iba a ser la principal arma que usaría contra Jorge, mi culo, lo iba a provocar con mi culo.

Pues bien, yo andaba por casa en braguitas, me las metía bien adentro de mis labios vaginales, de mis cachetes culeros, me las metía entre las nalgas, dejándomelas casi al aire, no me cortaba en absoluto a la hora de agacharme ante el y poner mi culo en pompa ante sus ojos, me ponía camisetas holgadas y sin sujetador para que mis tetas se balancearán de un lado a otro, a su antojo. Todo esto me ponía terriblemente cachonda y debía de masturbarme a diario un par de veces, ya que me imaginaba a mi hijo masturbándose con su enorme polla en la mano mientras se imaginaba que me follaba, y la verdad es que en mas de una ocasión lo pillé mirándome casi a escondidas mientras yo me agachaba y levantaba mi trasero para que el me lo viese a todo esplendor, también anotar que Jorge se había metido en su habitación en mas de una ocasión tras alguna de mis exhibiciones, yo deseaba que fuese a masturbarse, eso sería síntoma de que su propia madre lo podría calentar hasta el extremo de pajearse, y así era.

Una vez me senté frente al televisor, en un sillón que tenemos un poco ladeado del sofá central, solo llevaba puesto un albornoz, totalmente desnuda debajo, Jorge estaba viendo la tele y yo tras salir de la ducha me senté y me puse a cortarme las uñas de los píes con auténtico descaro, levantando una pierna y enseñándole disimuladamente todo mi coño, recién depiladito, Jorge no hacía mas que mirarme de reojo y yo le abría aún mas las piernas para que pudiera contemplar con gusto el conejo de su madre, un conejo moreno y rasurado por los lados, un coño tentador, al final Jorge se levantó con un tremendo bulto en su paquete y se metió en su dormitorio, iba a pajearse, yo también me masturbé sin mas preámbulos allí mismo, deseando que Jorge saliese y me pillara, para ver sobre todo su reacción ante el cuadro que le presentaba su madre, pero no salió. Todo esto duró una semana hasta el día que iba a dar el paso adelante y proponerle algo que no rechazaría.

Me fui a una farmacia y hablé con el farmacéutico, quería unos supositorios para la fiebre, pero los quería para niños, de esos más pequeñitos, la cuestión es que quería automedicarme pero que no me sentarán mal, no quería que el simple hecho de ponerme unos antibióticos sin receta pudieran hacerme daño, así que el farmacéutico me propuso unos supositorios casi nocivos para un adulto, así que los compré y me los llevé a casa.

(Sí alguna mujer lo quiere intentar que no lo haga nunca sin consultarlo antes con un médico o con un farmacéutico).

Aquella misma tarde le dije a Jorge:

- ¿Jorge, vas a querer ponerme unos supositorios, cariño? - mi hijo se quedó un poco parado ante mis palabras.

- ¿Y eso mamá? ¿Te sientes mal? ¿Estas bien?

- Si hijo, no te preocupes, lo que pasa es que tengo una ligera infección en el recto y el médico me ha recetado unos supositorios pero como tengo el recto delicado me ha dicho que es preferible que antes me de un masaje en el ano, para que no me dañe al entrar.

- ¿Y quieres que te los ponga yo, mamá?.

- No hijo, sí lo digo porque tendrá que venir una enfermera hacérmelo, y he pensado que como tu tienes un curso de ATS, pues así nos ahorramos el que tenga que venir esa mujer, además, y sí fuese un enfermero, no sé, me da cosa que me toque el culo un tío que no conozco, por muy enfermero que sea, además tampoco es seguro que vengan a casa, igual tengo que desplazarme yo misma hasta el ambulatorio - le dije yo un poco haciéndome la victima.

- Tranquila mamá, que ya te los pongo yo mismo, ya te haré el masaje yo mismo sí hace falta

- Gracias cariño, eres un sol

- Mira mamá, voy a salir a la calle sí quieres compro unos guantes de látex para que no se te infecte nada mas, vale?

- Si cariño, por favor, quiero tener mucho cuidado con esto.

Así fue como Jorge se fue a la farmacia a por un paquete de guantes de látex para hacerme unos masajes en el culo, el plan estaba funcionando a las mil maravillas, no me lo podía creer. Tengo que decir que con solo imaginármelo ya me estaba poniendo cachonda y no tuve mas remedio que meterme en la ducha y masturbarme bajo un agua calentita. Aquella misma noche antes de acostarnos, le dije que me pusiera el primero, esperé a que Patricia se fuese primero a la cama y después invité a mi hijo a mi habitación, me duché por segunda vez, para estar totalmente limpia, no quería que mi hijo sacara su dedo de mi culo con alguna clase de mancha, me moriría del disgusto.

Cuando entró Jorge, yo ya estaba con mi camisón puesto, me bajé las bragas delante de el, pero de espaldas, dejando todo mi culo al aire, me subí a la cama y me puse de rodillas, con las bragas a la altura de las rodillas y el camisón levantado por la cintura, aupé mi trasero y empiné todo mi culo, estaba totalmente cachonda, estaba expuesta ante mi hijo, para mi no iba a ser un masaje, para mi iba a ser una masturbación anal y tenía pensado disfrutarla.

- Caramba Jorge, me da vergüenza que me veas así, con el culo al aire - le dije yo tímidamente.

- Tranquila mamá, no te preocupes, sabes una cosa, voy a traer de mi dormitorio un flexo para así verte mejor, no quiero hacerte ningún daño.

- Gracias cariño - le dije yo.

Mi hijo trajo de su cuarto un flexo y con la luz de mi dormitorio y el flexo apuntando a mi ano se puso un guante de látex y me colocó en la misma entrada de mi culo una pomada de vaselina para facilitar la entrada de su dedo y del supositorio. Mi hijo comenzó a repartir la pomada por todo mi ano, cosa que yo respondía con unos pequeños escalofríos voluntarios y movimientos de mi trasero.

- ¿Esta frío mamá, te molesta?

- No hijo, no, tu tranquilo, tu sigue, que lo haces muy bien.

Poco a poco Jorge fue apuntando la pomada hacía mi agujero pero sin meter ningún dedo dentro, yo consciente de lo que hacía y de mi extrema calentura abrí un poco mas las piernas, dejando mi coño un poco más levantado, a la vista de mi hijo. Entonces Jorge con una mano me separó los glúteos, yo con una mano le separé también el otro glúteo, en ese momento empiné mi culo un poco mas, mi coño también se abrió un poco, mi hijo tenía una panorámica estupenda de mis cuartos traseros, totalmente expuestos ante el. Jorge comenzó a introducirme un dedo en el ano, nada mas sentir como entraba me corrí con un estremecimiento muy notable que mi hijo no pasó por alto.

- ¿Estas bien mamá? ¿Te hago daño?

- No Jorge, cariño, sigue, sigue, me gusta mucho como lo haces.

Entonces mi hijo empujó un poco mas su dedo y consiguió meterlo hasta la mitad, fue ahí cuando solté un gemido y empujé mi trasero hacía la mano de mi hijo, como haciéndole entender que me metiera mas dedo.

- ¡Mamá!, ¿De verdad que no te molesta, seguro que no te duele esto?

- No hijo, sigue, sigue, hazme un masaje bien profundo, cariño.

Jorge siguió metiendo y sacando dedo y yo mientras cerraba mis músculos anales para atraparlo dentro, mis movimientos eran descarados, le seguía con mis caderas, me doblaba mientras mi hijo me hurgaba el culo con auténtica maestría.

- ¡Aaaahhhh... aahh... Jorge, cariñooooo!!!

- ¿Dime mamá, te duele?

- No corazón, no, me gusta mucho, lo haces muy bien, mi vida - le decía yo con la voz entrecortada, abriéndome mas de piernas y levantando el trasero a mas no poder.

Nos tiramos casi 10 minutos en aquella posición, estaba deseando que mi hijo se emocionara y que comenzara a meterme otro dedo, que me tocara el coño, que se sacara la polla, pero creo que eso era pedir demasiado, así que le pedí que me pusiera el supositorio. Jorge me lo metió suavemente acercando el flexo mas a mi ano, y cuando este estuvo bien adentro, me dijo:

- Ya esta mamá, ya lo tienes dentro, no te ha dolido, ¿verdad?

- Dolerme, cariño, pero sí no me enterado de nada, ha sido incluso placentero, mi vida, eres un buen enfermero, el mejor del mundo.

Diciendo aquello, mi hijo se quitaba el guante de látex y sin decir nada mas me propinó un par de besos en las nalgas, uno en cada una, unos besos muy sonoros.

- Y esto para que te cures pronto, hay que mimar este culo, mamá.

Jorge salió de la habitación riendo y con un impresionante paquete hinchado en su entrepierna, quedamos a que al día siguiente repetiríamos la operación.

Esa noche tras ir al lavabo y expulsar el supositorio por la vía más fácil, me masturbé como una loca sobre la cama, con el culo aún húmedo del dedo de mi hijo, Jorge también se masturbó, porque lo escuché ir al lavabo a los pocos minutos de haberse metido en la cama. A la mañana siguiente mi hijo me preguntó sí había sentido molestias en el ano, yo le respondí que todo lo contrario, que ahora lo tenía más tranquilo que nunca, entre bromas le dije:

- Sí al final vas a tener que darme masajes todas las noches, y sí no ya lo verás, hijo mío.

- Sí eso te hace feliz, mamá, yo te haré todo lo que me pidas.

Aquellas palabras me sonaron a que Jorge sabía lo que decía, eran palabras con una clara segunda intención, lo tenía todo preparado, aquella misma noche, iba a provocarlo mas aún, iba a disfrutar del todo con el masaje de mi hijo, iba a dejarle bien claro que era lo que necesitaba dentro de mi, además era viernes y posiblemente Patricia cenaría con unas amigas aquella misma noche. Solo de pensarlo me estaba poniendo cachondísima perdida, como deseaba la polla de Jorge, mas que nunca.

Solo pensaba en aquella mujer con la que me había escrito y me había aconsejado esto, me la imaginaba de rodillas sobre la cama y con el coño abierto a las manos de su hijo, me imaginaba como su hijo se sacaba la polla y comenzaba a penetrarla sin poder evitarlo, víctima de una súper excitación y también me la imaginaba gozando mientras su hijo le arremetía su preciosa polla hasta lo mas hondo de ella, sintiendo el placer, el inmenso placer que siente una madre al alcanzar un orgasmo tras otro con su hijo, es la cosa mas morbosa y mas emocionante que jamás pudiera haber imaginado ni experimentado. Amigas lectoras, no podéis ni imaginaros lo que puede llegar a sentir una mujer mientras su hijo la sodomiza, es algo increíble, he tenido relaciones via e-mails con algunas mujeres incestuosas y todas dicen lo mismo, que no hay nada como la penetración anal por parte de tu hijo, muchas madres no habían probado el sexo anal hasta que sus hijos las habían desvirgado. Intentar cerrar los músculos del recto mientras tu hijo eyacula dentro de ti es algo que no tiene precio, escuchar sus gemidos y escuchar como te llama “mamá” mientras se corre con convulsiones es algo maravilloso, lo aconsejo a todas las madres que tengas incesto con sus hijos, y las que estáis aún con dudas os aconsejo que hagáis lo que yo hago, provocar un encuentro que ningún hombre podría rechazar.

Llegó la noche y antes de que pudiera darme cuenta Patricia ya se había ido con sus amigas, cenamos Jorge y yo solos, viendo la televisión, cuando mi hijo me asombró con un comentario que me dejo fuera de sitio, no eran ni las diez de la noche cuando me dijo:

- Bueno mamá, vamos a por ese masaje ¿o no?

- Caramba Jorge, sí que tienes ganas de tocarme el culo, hijo, yo pensaba que hasta que no nos fuéramos a dormir no me pondría el supositorio.

Mientras le decía esto entre risas, mi hijo se estaba levantando del sofá e iba hacia el cuarto de baño, poco después sacó el bote de vaselina y los guantes de látex.

- Para que esperar mas, mamá, estamos solos, Patri no está y como tengo que ponértelo que más da ahora que más tarde.

Así que nos dirigimos a mi dormitorio y sin mas preámbulos me subí la bata de estar por casa hasta la cintura y me quité unas bragas blancas que tenía puestas, mi hijo me miraba como impaciente, con ojos de deseo, acto seguido me puse de rodillas sobre la cama y con la bata remangada en la cintura puse mi culo en pompa, totalmente ofrecido a Jorge.

- Nada hijo, aquí tienes mi culo, tócamelo a tu gusto, que estamos solos, intenta no hacerme daño, mi vida.

- Tranquila mamá, que no te haré ningún daño, al contrario, hoy te voy a dar un masaje mas largo y delicado que ayer.

Esa respuesta era mi oportunidad, así que sin ningún tipo de miramientos ni escrúpulos le respondí con total cara dura:

- Pues recuerda nene, que soy una mujer además de ser tu madre, y que no soy de piedra, no sea que me toques demasiado bien y no quiera separarme de ti en toda la noche.

- Eso es lo que voy a intentar mamá, tocarte tan bien que no me pidas nunca que lo deje.

La conversación estaba llegando demasiado lejos, estábamos diciéndonos las cosas muy claras y aquello tenía pinta de acabar como yo quería. Jorge le propinó dos besos a mis glúteos, y comenzó a repartir la crema de vaselina por todo mi ojete como el día anterior, yo me movía a su compás mientras comenzaba a penetrar su dedo dentro de mi, un grito por mi parte lo alarmó y me dijo:

- ¿Te hago daño, mamá, o es que te gusta demasiado?

- Cariño, mi niño, te he dicho que no soy de piedra, ¿tu que crees?, Sí me estás metiendo un dedo por un sitio en que nunca ha entrado nada.

- ¿Eres virgen mamá, eres virgen por aquí?.

- Si cariño, nunca he tenido sexo por aquí, ni con tu padre ni con nadie.

- Pues no lo sabía mamá.

- ¿Y tu Jorge?, Has tenido alguna relación con alguna chica por atrás.

- Tampoco mamá, nunca le he dado por el culo a ninguna chica, pero tengo unas ganas enormes de hacerlo con alguna.

Al decirme esto, me di la vuelta y observé que los ojos de mi hijo se clavaban en los míos, su paquete estaba a punto de reventar dentro del pantalón, así que le dije, sabiendo como acabaría la cosa:

- ¿Te gustaría estrenarte ahora mismo?, ¿Te gusta mi culo, te parece sexy?.

En ese momento mi hijo se bajó el pantalón y sacó su enorme herramienta de amar.

- Mira mamá como me tienes, a ti que te parece, estoy deseando cambiar ese dedo que te meto en el culo por esto, te deseo mucho mamá, deseo hacerte al amor, por delante y por detrás.

Yo estaba asombrada, mi hijo me estaba diciendo todo lo que yo quería oír para empezar a gozar, supongo que no tengo que contar nada más, solo que en ese preciso momento nos desvirgamos el uno al otro, mi hijo me penetró el ano con maestría y yo lo acepté con la misma maestría que el estaba empleando para penetrarme. Nunca he conseguido tantos orgasmos en mi vida, el acto sexual con mi hijo va cada vez mejor y yo me encuentro cada día más feliz y bonita, mas satisfecha, más sexy y más activa. A partir de ese día mi hijo Jorge y yo hacemos el amor cada día, y nos hemos vuelto unos expertos en el sexo anal, nuestro preferido.

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