Me gusto ser iniciada por mi tio

Autor: Gaby | 01-Jul

Amor Filial
Cuando cumplí 10 años de edad, mis padres se separaron, a mi me enviaron a un internado de monjas para Señoritas y las vacaciones de verano las pasaba con mi padre.

Este año me dijo que pasaríamos un mes en casa de su hermano que acababa de volver de Usa junto a su hija. Mi tío había comprado una hermosa casa en Chosica y nos esperaba.

Cuando llegamos todo fue genial, mi prima Pamela, tenía 19 años, uno más que yo, era muy simpática y nos hicimos amigas de inmediato.
El tío Marcelo tenía 50 años, tres años más que mi padre, era un tipo guapísimo, yo sólo lo había visto en fotografías ya que él se fue del país con su familia cuando yo tenía un año de edad.
Con Pamela nos quedábamos hasta la madrugada conversando y riéndonos en la habitación y durante el día nos dedicábamos a tomar el sol y nadar en a piscina que había en la parte trasera de la casona. Mientras que nuestros padres pasaban horas y horas conversando.

Una mañana desperté y Pamela no estaba en la habitación, me di una ducha me puse mi biquini y bajé a la cocina para comer algo. Cuando llegué al salón, escuché voces, una de ellas era de mi padre, pero la otra no era la de mi tío, era Pamela.

No se por qué decidí acercarme lentamente y mirar qué ocurría cuando descubrí que Pamela estaba coqueteando con mi padre... ¡Si coqueteando con mi padre! Ella le decía que pensaba que era fea, que sus pechos no era lo suficientemente grandes como para llamar la atención de los chicos, mientras mi padre le miraba las tetas embobecido y decía
- No linda estás en un error tus tetitas son hermosas.

- Seguro que lo dices sólo porque soy tu sobrina.
- No preciosa es la verdad.
Pamela se acerca y se saca la parte de arriba del biquini diciéndo
- Tócalas y dime que te parecen.
Mi padre agarra una con cada mano
- Son unas tetas realmente magníficas y esos pezones son el deseo de cualquier hombre - mientras las masajeaba y se las apretaba con delicadeza.

- ¿Quieres chuparlas? - pregunta Pamela.
A lo que mi padre sin responder se lanza como una animal hipnotizado a chuparle la tetas, pasando la lengua por ambos pezones mientras con las manos se las amasaba y estrujaba.
- Si tiiio.. siiii... chúpame las tetas, que riiiico, comételas son tuyas, que rico, asíiii, asíiii.. muérdeme los pezones , riiiico, riiico - lo alentaba Pamela.
Mi padre le chupaba con avidez las tetas, comenzando a dejarle chupones en la blanca piel y los pezones rojos de tanto morderlos.
- Me encantan tus tetas Pamelita son una verdadera delicia.

- Estoy segura que hay algo que te gustará mucho más - responde Pamela. Desabrochanco las amarras en sus caderas, dejando caer la parte de abajo del bikini, quedando completamente desnuda, mi padre la toma de la cintura y la sienta sobre el mesón del bar, ella abre sus piernas ofreciéndole su concha completamente depilada y húmeda.
Ofrecimiento que mi padre no tardó en aceptar metiendo su cabeza entre las piernas de Pamela lamiendo como un poseído sus coño.
Ella se retorcía sobre el mesón, se agarraba las tetas y apretaba sus pezones con los dedos mientras le pedía a mi padre que le comiera el clítoris.

- Cómeme el clítoris por favor, apriétalo con los dientes, así, así, succiónalo, tíralo, arráncalo, fuerte, más fuerte.

Yo miraba y no podía creer lo que estaba viendo, me encontraba paralizada por el espectáculo, sin poder reaccionar, o emitir palabra siquiera, mientras escuchaba los gemidos de placer que lanzaba la puta de mi prima.
- Voy a correrme... muérdeme, más por favor, no te detengas... chupa, muerde, tira mi clítoris con tus dientes tío soy tu perra.
Mi padre sin ningún control enterraba los dientes en el rosado y carnoso clítoris de mi prima, el cual desde donde yo me encontraba se veía perfectamente.

Pamela se corrió en medio de gritos y aullidos... en ese momento mi padre se saca los pantalones y yo quedo anonadada por el tamaño de ese pene. Jamás imagine que mi padre tuviese una herramienta de ese calibre.

Toma el delgado pero voluptuoso cuerpo de Pamela por la cintura y le entierra su mástil de carne hasta lo más profundo de su vagina.
Pamela da un grito y dice.

- Me estás partiendo en dos tío querido es demasiado grande, siento que me desgarras, detente.... pero mi padre ya no escuchaba razones
- No te gustó jugar con fuego perra, pues ahora te aguantas putita, haciéndola subir y bajar más fuerte y rápido.

Los gritos de dolor de Pamela comenzaron a convertirse en aullidos de placer realmente estaba gozando ese gran pedazo de carne que la estaba taladrando.

Mi padre le ordena apoyarse en una mesa cercana y la penetra desde atrás por la vagina, agarrándole una teta con cada mano estrujándoselas con fuerza y brutalidad, enterrando las uñas en sus pezones como si quisiera reventarlos, mientras Pamela gritaba de placer....

- Métemela, métemela hasta el fondo, párteme en dos, déjame la concha muy abierta tío, por favor no te detengas, dame hasta el fondo, dame fuerte, viólame, siii, siii, siiii, más fuerte, más fuerte.

Mi padre la embestía como un animal su cara estaba transformada en la de un sádico salvaje. Continuó bombeando hasta que se corrió dentro de Pamela, luego que ella había acabado dos veces.
Por fin pude recuperar el control de mi cuerpo, pero no sabía que hacer, me dirigí a la puerta de salida y di un portazo al cerrarla.

Estaba absolutamente desconcertada, no podía creer ni entender lo que había visto, trataba de convencerme que había sido un sueño, en realidad una pesadilla, pero sabía que era realidad.
Llegué a la piscina y me tiré sobre el pasto tratando de poner en orden mis ideas.
No podía borrar la imagen de la cara de placer que tenía Pamela mientas mi padre disfrutaba de su cuerpo, sus gritos de placer los escuchaba una y otra vez y un extraño calor comenzó a recorrer mi cuerpo.

Mis pezones se pusieron duros al recordar los dientes de mi padre en las tetas de Pamela.
La rabia mezclada con excitación se apoderaba rápidamente de mi cuerpo y una idea se instaló mis pensamientos, una idea de venganza, que saciaría mi ira y apagaría mi calentura.
Me puse de pie y me dirigí al invernadero, donde todas las mañanas mi tío permanecía dos o tres horas atendiendo su colección de bonsai.
Lo encontré como imaginaba sentado frente a uno de sus pequeños árboles, estaba trabajando en una araucaria, tan concentrado que no se dio cuenta de mi presencia hasta que estuve frente a él y dando un salto al verme.

- Me has dado un susto tremendo Gabi.
- Si, perdona, he sido una mala niña al no anunciar mi llegada, por favor, por favor discúlpame.

- Tranquila tesoro, no te preocupes, no pasa nada.
- No tío, yo cometí un error, he sido una mala niña y merezco un castigo - me di la vuelta y puse mis nalgas casi en su cara y le dije - merezco un castigo dame una palmada.
mi tío quedó petrificado, sin decir palabra.
- Por favor, dame una palmada es la única forma de no quedar con cargo de conciencia.
Apenas pudo decir - No Gabriela, no es necesario.
Bajé mi bikini y dejé mi trasero desnudo frente a si cara, tomé su mano y la puse en un glúteo diciendo

- Dame una palmada - me dio una suave nalgada con la mano abierta y le pedí que lo volviera a hacer.
- Castígame tío, he sido una mala niña, castígame!
Me dio una segunda nalgada esta vez apretando mi carne.

- Dame otra tío, para expiar mi culpa- y él comenzó a golpear mis cachetes, intercalando con sendos apretones a mis turgentes carnes.
- Oh! eso me dolió. Me duele mucho - Dije con voz de niña mimada.

Mi tío reaccionó volviendo en si de pronto y me dijo.
- Lo siento me dejé llevar, lo siento mucho linda.
- Dame un besito, bésame donde me dejaste rojo.
Comenzó tímidamente a besar mis nalgas, con mucha delicadeza y ternura. Comencé a girarme y él seguía besando a medida que yo cambiaba mi posición, besaba mi cadera con pasión y no se detuvo cuando quedé parada frente a él exponiendo mi depilado sexo abriendo mis labios mayores con los dedos y dejando expuesto mi clítoris.
- Ahí también me duele mucho ¿me lo besas?- dije con tono dulce e inocente.

Me dio dos delicados besos, con sólo con los labios, después pasó la punta de su lengua y metió mi botoncito de carne en su boca. La humedad y temperatura que se experimentaba en esa boca me hacía estremecer de placer, yo ya no tenía que decir nada ni tío había tomado el control, sabía que hacer y cómo hacerlo.

Apretaba mi clítoris con los labios, tirando y succionando a la vez, estirando mi clítoris hasta que se le escapaba luego se acercaba y lo volvía a atrapar.
En ese momento recordé la imagen de mi padre comiéndole el coño a Pamela y sus palabras sonaban en mi cabeza, donde sin poder evitarlo llegaron a mi boca y salieron a borbotones...
- Chupa, muerde, tira mi clítoris con tus dientes tío soy tu perra.

Mi tío que hasta ese momento había sido bastante sutil y cuidadoso reaccionó a mis palabras como a un autómata y comenzó a atacar mi clítoris con brutalidad.

Yo jamás había tenido una experiencia igual, el único novio que había tenido en el colegio, había pasado tímidamente su lengua en una ocasión. Pero mi tío, mi tío estaba literalmente devorando aquel pedacito de carne que me producía tanto placer.
Yo ya no me podía mantener en pie, mis piernas temblaban y mi cuerpo se estremecía por el placer que esa boca me estaba otorgando, pero la calentura me hacía sacar fuerzas de alguna parte y refregaba mi pubis en su cara, deseaba desesperadamente que enterrara su cara en coño, mientras de mi vagina era una vertiente inagotable de fluidos.

Me corrí en un orgasmo eterno, jamás había sentido esa sensación, había tenido orgasmos vaginales, pero por estimulación del clítoris nunca con otra persona, sólo los que me provocaba con mis dedos al masturbarme, algo que realizaba con mucha frecuencia.

Ese fue un orgasmo increíble, sintiéndolo hasta en lo más recóndito de mi cuerpo, casi al punto de desmayarme.
En un abrir y cerrar de ojos, mi tío se bajó los pantalones se volvió a sentar en su silla dejando expuesto un pene inmenso, creo que incluso más grande que el de mi padre, un trozo de carne descomunal.

Yo estaba apoyada en su mesón de trabajo, tratando de mantenerme en pie, cuando siento unas fuertes manos que me toman como una muñeca de trapo, me puso a horcajadas sobre sus piernas atravesándome con su impresionante ariete.

Di un grito desgarrador, el dolor era inconmensurable, cuando vi su pene pensé que no sería capaz de recibirlo dentro de mi, ya que el pene de aquél novio era más bien pequeño, pero eso, eso muy, muy grueso, parecía un pepino.
De hecho con la primera embestida y a pesar de lo lubricada que estaba mi vagina, fue imposible introducirlo más de de un tercio.

- Estás muy apretada cariño, tienes una vaginita deliciosamente estrecha, te va a doler un poco, pero ya no hay vuelta a atrás te dejaré la conchita bien abierta.

- No por favor, déjame. Si quieres te lo chupo, pero sácalo de mi vagina.

- Tentadora oferta, tu boquita debe ser una delicia, pero por nada del mundo me perderé la oportunidad de romperle la concha a una lindura como tú.

Me levantó hasta sacar todo el pene de mi vagina y la volvió a penetrar con fuerza, logrando introducirse un par de centímetros más dentro de mi cuerpo, aunque aun la mayor parte de su verga quedaba afuera.

Repitiendo varias veces el mismo proceso, retirando completamente su pene y metiéndolo con fuerza tratando de llegar cada vez más profundo. Con cada estocada, yo sentía que me desgarraba el alma, hasta que luego de unos 10 intentos, logró penetrarme completamente.

Sentía que me partía en dos, pero ese dolor era una sensación extrañamente placentera y lo resistía estoicamente, ya que en mi cabeza se repetía la imagen de mi padre penetrando a Pamela y yo sentía que haciendo que mi tío me usara, me estaba vengando de mi padre.

Mi tío sin sacar su pene de mi vagina, se pone de pie y me recuesta aun empalada sobre una mesa, en la cual mi pélvis quedaba justo a la altura de su cadera. La ubicación perfecta para ser follada con toda comodidad.

Rompió la parte de arriba de mi biquini dejando al descubierto mis redondos y suaves pechos, coronados con un pequeño par de pezones, que con todo el placer que estaba teniendo se encontraban duros como rocas.

Tienes unas tetas maravillosas sobrinita, te voy a magrear las tetas como nunca lo han hecho. Y tenía razón, ya que sólo mi novio las había tocado con mucha delicadeza alguna vez.

Definitivamente tienes el cuerpo de una chica de internado de monjas, que delicia convertir a una chica tan virginal en una puta.

Mientras me penetraba con fuerza y rapidez, agarrando con sus manos mis tetas y estrujándolas en cada embestida.

Me apretaba las tetas como si fueran de esponja pellizcando mis pezones con sus dedos sin parar de penetrarme cada vez con más fuerza.

- Siente como te abro la concha, siente como te conviertes en una perra en celo.

Yo no podía parar de gritar ahora de placer y sin darme cuenta comencé a emitir palabras que jamás imaginé que podrían salir de mi boca.
- Métemela toda, aaahhhhhh, que riiicooo, métemela hasta el fondo, dame fuerte, parteme la concha, soy una puta, soy tu puta tío.

Él seguia aferrado a mis tetas presionando mis pezones con una brutalidad desmedida, en su cara se notaba que estaba gozando con torturar mi cuerpo de esa manera, yo sentía que me penetraba con rabia y depravación.

Yo no daba más de placer, oleadas de orgasmos recorrían mi cuerpo y él no me daba tregua, continuaba con sus furiosas estocadas en mi vagina, sin dejar de decir lo rico que se sentía abrir esa vagina tan apretada y dejarla como la de una perra viciosa.

Con un gemido que salió de los más profundo de su interior, apretó con más fuerza mi pezones, sacó su pene completamente y lo metió hasta lo más profundo de mi ser, estallando en mi interior, llenándome con su leche.

Luego de unos minutos, sacó su mástil de mi cuerpo, se puso los pantalones y se fue. Al salir del invernadero dijo
- Eres realmente una puta deliciosa, igual que tu madre - y se marchó sin volver a mirarme.
Yo estaba en un estado deplorable, tirada de espalda sobre la mesa, sin poder moverme, con la vagina chorreando semen y mis propios fluídos, con el clítoris hinchado, enrojecido y los pezones lastimados, casi sangrantes, pero aun sintiendo algo así cómo descargas eléctricas producidas por los incontables orgasmos que se apoderaron mi cuerpo.

Abro los ojos y veo a Pamela a mi lado quién sonriendo me acerca una toalla diciendo.
- Ponte esto, vamos por un baño. Hemos tenido bastante acción ésta mañana y tenemos mucho que conversar.

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