Susana... la pendeja del tatuaje

Autor: Anónimo | 19-Dec

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Antes de nada me describiré. Soy peruana pero vivo desde hace 2 años en España, junto con dos amigas y en este tiempo he descubierto lo calientes y viciosos que son los españoles. Tengo 22 años, llevo el pelo de color negro azabache, ondulado, casi siempre suelto, y largo, a algo mas de media espalda. Mido 1.62 cm y no me considero ni delgada ni gordita con mis 52 kg. Uso una talla 95 copa c de sujetador y una talla 38 de pantalón y si quieres saber como es mi culito, pues estoy orgullosa, de algo me tendrían que servir mis sesiones de aeróbic y step. Ah, y me he hecho un pequeño tatoo de un escorpión en mi nalga derecha.

Te conocí por Internet y poco a poco me fuiste conquistando, hasta que un día me enseñaste una página de sumisión y me dijiste cuales eran tus gustos sexuales y entonces descubrí que no solo me gustabas, sino que me daba muchísimo morbo que tuviéramos una cita.

Por fin me he decidido a quedar contigo, y para la ocasión me he puesto un top crema de tirantes, un sujetador de cazuela, una falda vaquera corta y un tanga negro de Unno; llevo unos zapatos sin mucho tacón de color crema también y el pelo suelto. Uff, eres aun más guapo en persona, pareces un Dios griego, con esa espalda tan ancha y esos brazos tan fuertes, y además tienes un culo bonito, y por como te abulta la entrepierna veo que yo también te he gustado a ti, así que después de tomar un café me has preguntado si quería ir a tu casa y me has llevado.

Al llegar me la enseñas con detalle, habitación por habitación, es una casa como siempre me gustaría tener, pero lo que más me fascina es tu habitación, con una cama grandísima, del tipo victoriano, con cabecero y pie de barrotes de hierro, nunca pensé ver una cama así. Me vendas los ojos con un pañuelo de seda anudado tras mi cabeza y me dices que me desnude, mientras te sientas en un sillón mirándome.

Dejo caer mi falda, me quito el top y el sujetador y junto mis pechos, señalándote con mis pezones; los tengo duros, mmm..., como me gustaría que los tuvieras en tu boca, que los succionaras y saborearas como si fueras un niño que mama de ellos. Me quedo solo con el tanga y me doy la vuelta, dándote la espalda, y me lo bajo despacio, agachándome hacia delante y mostrándote todo mi culito y mi coño, separando las piernas para que los veas bien y huelas el aroma de mi sexo.

No te he oído levantarte así que me sorprendes cuando pones tus manos en mi cadera y me diriges a la cama. Mientras me mirabas te habrás desnudado, porque noto tu pecho desnudo junto a mi espalda y me rozas con tu polla entre mis nalgas. La noto dura, muy dura. Pasando una mano entre mis piernas me levantas a pulso, parezco una muñeca junto a ti, pero es que aunque nunca me lo has dicho calculo que medirás 1.90, y me subes a la cama en posición de perrita, y empujando con las dos manos en mi espalda haces que me tumbe boca abajo, con un pequeño cojín bajo mi vientre. Separas mis brazos y llevas mis manos al cabecero de la cama, esposando mis muñecas, cada una a un barrote.

Pasas tus manos por mi cuerpo, recorriendo mis brazos, mi cuello, donde me aprietas un poco, mi espalda, mis caderas, donde sopesas como agarrarte mejor a ellas, mi culito, el interior de mis muslos, donde te paras un poco rozando con la yema de los dedos mi sexo, y mis piernas, hasta llegar a mis tobillos. Me agarras de ellos y separas mis piernas, para atar mis tobillos esta vez con cuerdas y según creo haciendo un doble nudo, un tobillo a cada barrote del extremo, dejándome totalmente abierta, mis brazos y mis piernas en cruz, y mi culito ligeramente elevado.

Pasas un dedo por mi coñito, sin penetrar en mi interior, solo acariciando mi botoncito y mis labios, y me descubro a mi misma dando gemidos de placer, y eso te la pone mas y más dura según me dices. Metes dos dedos en mi boca y ávidamente los chupo, esperando ansiosa lo que vas a hacer con ellos. Empiezas a masturbarme, lentamente, suavemente, y empiezo a mojarme, y al mismo tiempo me rozas con tu polla para que la sienta. Lames mi nuca, sabes que eso me vuelve loca, y aprovechando que tengo la boca completamente abierta por la excitación, me pasas una mordaza de bola, apretándola tras mi cabeza con dos correas. Estoy tan excitada que no me he dado cuenta hasta que la tengo puesta.

Vuelves a masturbarme sin dejar de lamerme, mi nuca, mi cuello, mis orejas, donde metes tu lengua y me muerdes los lóbulos. Bajas con tu lengua por mi espalda y más abajo aún, hasta llegar donde empieza mi culito y me imagino que te arrodillas al pie de la cama, frente a mi culo y mi coño abiertos para ti. Te acercas a mi coño y soplas, y consigues que me estremezca. Separas mis labios un poco y deslizas tu lengua dentro, mientras tus manos juntan y separan mis nalgas y tus dedos comienzan a hacer círculos alrededor de mi ano, cada vez más pequeños, hasta que con el índice comienzas a presionarlo, y salvado el primer obstáculo metes el dedo en mi interior.

Atrapas mi clítoris con tus dientes y tiras de el. Lo chupas, lo succionas, casi me llevas al climax, pero no me dejas que me corra y lo sueltas, aunque con tu lengua sigues recorriendo mi coño, lamiéndolo entero. Sacas el dedo de mi culito, subes encima de la cama y dejas que tu polla dura palpite entre mis piernas y después abrigada entre mis nalgas. Avanzas por mi cuerpo, dibujando sobre mi espalda con tu polla y la acercas a mi cara, y quitándome la venda de los ojos y la mordaza penetras mi boca, dándomela para que la chupe. Cuando esta bien ensalivada, me pones de nuevo la mordaza, más apretada si cabe que la primera vez, y veo como sacas una media de un cajón. Me pasas la media por la cabeza, cubriéndome hasta el cuello, dejando mi pelo suelto sobre mi espalda, para acercarte después a mi oreja y decirme:

“Voy a follarte como nadie lo ha hecho”.

Te pones de nuevo detrás de mí, y otra vez un dedo penetra mi culito. Lo sacas y entonces separas mis nalgas, y pasas la punta de la lengua por mi ano, lamiéndolo, esperando que poco a poco me relaje de nuevo y te deje penetrarme con tu lengua. Cuando consigues que me deje llevar pones tu polla entre mis nalgas, dejando que poco a poco resbale entre ellas hasta que tu glande tropieza con mi ano. Siento pánico y trato de cerrar las piernas pero ya es muy tarde, desde el momento en que me ataste soy tuya, mi cuerpo te pertenece, pero aún así quieres vencerme totalmente, así que con tus dedos buscas mi clítoris y lo pellizcas. Aprovechas ese calambre que recorre mi cuerpo para presionar mi entrada más secreta y logras introducir el glande en mi culito.

Siempre supe que la primera vez me dolería, y trato que me oigas, pero son tantas las ganas que tienes de sodomizarme que sigues empujando, haciendo caso omiso de mis súplicas. Cuando te paras me imagino que ya está toda dentro, pero agarrándote de mis caderas das un empujón más para que entre del todo. Trato de abrir mi boca para conseguir el aire que necesito, la sensación de sentirte ocupando mi interior me hace creer que no puedo respirar, pero la mordaza y la media me lo impiden. Bajo tus 85 kg, trato de mover mi culo para que tu polla se acople y pase este tormento.

“Tu culo es una delicia”, me susurras, y empujas más aún.

Me parecía imposible pero noto como llega más adentro. Sé que son 23 cm, varias veces te lo he preguntado y te he imaginado penetrándome, incluso el culito, y ahora que la tengo toda dentro la noto casi en el estomago. Aprietas con tus dos manos mi cabeza contra la almohada, y sacas y metes tu polla como un poseso, acelerando el ritmo. Me tiras del pelo para que levante la cabeza y me dices al oído:

“Como me pone tenerte así de sumisa”.

Me coges con las dos manos del cuello, me aprietas y tiras de mí hacia ti. Azotas mis nalgas una y otra vez, haces que me apriete a tu cuerpo cogiéndome de los pechos y muerdes mis hombros. Metes dos dedos en mi coño y con la otra mano me agarras del pelo mientras te corres, tu leche caliente y espesa baña mi intestino. Sacas la polla aun dura y la dejas entre mis nalgas, rozando mi ano, exprimiéndola con ellas al más puro estilo de una cubana, para no dejar ni una gota.

“Desde ahora eres mi perrita y gozaré de ti cuando quiera”, me dices mientras apoyas todo tu cuerpo sobre mi espalda.

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