Compartiendo habitación

Autor: Anónimo | 05-Oct

Orgias
Paco, Ricardo y yo formábamos un equipo bien conjuntado, convirtiéndonos en los primeros vendedores de seguros de nuestro grupo de zona, nuestra técnica en equipo funcionaba a las mil maravillas, no teníamos rival y nuestra facturación había sido la más destacada sacando gran ventaja al resto de compañeros. Por eso es que nos habíamos convertido en una pequeña gran familia. Yo nunca había tenido un problema por el hecho de ser una mujer ante dos hombres y siempre habían sabido combinar la caballerosidad con la igualdad a la hora de tomar decisiones y hacer un buen trabajo.

Ricardo era el jefe de grupo, a sus 45 años ya no le tenía que enseñar nadie lo que era vender o visitar a todo tipo de gente, conocía cada respuesta, cada carácter, cada personalidad, sabía afrontar los problemas y como tratarlos en cada momento, a su edad se conservaba muy bien, quizá le delataba su pelo medio canoso, pero estaba catalogado en esa franja de lo que se llama "hombre maduro interesante" y apetecible. Paco, era bastante más joven, con 30 años había aprendido mucho de su jefe pero sus dotes estaban en la habilidad de la palabra y sobretodo de su atractivo, la verdad es que estaba muy bueno y tenía unos labios preciosos, él también conseguía convencer al más indeciso, además de que todas las chicas se le rifaban, si le tocaba una mujer mayor, que era su especialidad, la venta estaba más que asegurada. A mí, sin duda, no me hacía falta abrir la boca, con dos compañeros así, estaba todo prácticamente hecho, además por mi juventud, 22 años, hacía más refrescante al grupo, por lo que la mayoría de los clientes varones eran para mí y lo cierto es que yo era un buen partido, jeje. Por entonces yo tenía una melena lisa de color rubio intenso procurando ir a cada visita bien peinada y maquillada, mis ojos verdes y una dulce sonrisa formaban parte de mis atributos para una buena venta, un pecho grande y bien colocado y unas largas piernas que solía lucir con faldas cortas, todo eso también influía para hacer más fácil la labor.

Aquel Martes, estaba "todo el pescado vendido" y nos disponíamos a regresar a Madrid, el día era muy frío y de seguro que nos encontraríamos con nieve por el camino. Teníamos 2 horas de camino hasta casa y preferimos no correr con el coche, pero a los pocos kilómetros la nieve hizo su aparición y a pesar de que eran cuatro copos, nos preocupaba a medida que íbamos subiendo el puerto. La nieve empezó a ser copiosa y la carretera cada vez más resbaladiza. Paco era un gran conductor, pero no pudo evitar que el coche le hiciera algún que otro quiebro y el susto correspondiente para todos. Llegó un momento en el que las ruedas del coche eran incapaces de coger una rodada limpia y la cosa se puso realmente seria.

- Deberíamos parar -dije bastante asustada.
- No podemos parar aquí, nos quedaríamos congelados toda la noche. - contestó Paco.
- Estoy asustada. - insistí.
- No te preocupes, dentro de un par de kilómetros hay un motel de carretera, vamos a intentar llegar. - interpuso Ricardo.

Después de unos cuantos derrapes, una noche cerrada y una nevada más que abundante conseguimos llegar hasta el pequeño hotelito, que se nos hacía más acogedor de lo que nunca hubiéramos imaginado.

Llegamos a recepción y solicitamos 3 habitaciones sencillas.

- Lo siento señores, el hotel está completo. - nos comunicó el recepcionista.
- Pero ¿no le queda ninguna? - preguntó Paco.
- Nada, está todo a tope, con esta nevada, ya se sabe. Bueno tengo una habitación que se está reformando, pero no tiene calefacción y pasarían mucho frío, además solo tiene una cama.

Los tres nos miramos indecisos, la verdad es que a pesar de nuestra confianza y camaradería nunca habíamos tenido que pasar por una situación parecida y mucho menos tener que compartir una habitación, teniendo en cuenta que eran dos hombres y yo, pero la cosa era irremediable, o eso o nada.

- Bueno, - intervino Paco señalándome-, yo creo que si a ella no le importa podemos compartirla como buenos hermanos, naturalmente tú dormirías en la cama y nosotros ya nos arreglaríamos.
- De eso nada, la cama la rifaremos - contesté.
- Venga mujer, no seas tonta, yo prefiero que seas tú quien te quedes con la cama, tómalo como una galantería ¿vale?
- Ya, pero no me parece justo...

Ricardo intervino como jefe zanjando la situación:

- Venga, ya está decidido, te quedas la cama ¿de acuerdo?
- Además prometemos portarnos bien ¿verdad? - interpuso Paco.

Los tres reímos por la situación, un poco embarazosa por cierto, pero inevitable en cualquier caso. Yo me sentía algo nerviosa, pero al fin y al cabo ya teníamos la confianza suficiente como para pasar una noche juntos, como compañeros, claro. Así que sin ningún tipo de equipaje subimos a la habitación. El muchacho que hacía las veces de recepcionista y botones nos acompañó y nos hizo entrega de un buen surtido de mantas.

La habitación era más cutre de lo que imaginaba, pero tampoco era cuestión de estar escogiendo. Las paredes renegridas, denotaban la humedad que las había empapado durante mucho tiempo, un papel pintado medio arrancado adornaba otra de las paredes y el frío se hacía más que notar, aunque siempre se estaría más calentito que en la calle; dos sillones más viejos que el hotel y cuyo asiento casi tocaba el suelo eran los únicos muebles de esa habitación, aparte de la cama; al menos disponíamos de un pequeño baño y una ducha que afortunadamente tenía agua caliente.

Los tres nos miramos de nuevo, intentando buscar la manera de como pasar la noche, bastante incómoda tal y como se preveía.

- No sé chicos, me parece abusar el hecho de que tenga que ser yo la que duerma en la cama - dije.
- Oye no nos consideres unos machistas, pero creo que debemos cedértela como buenos caballeros, no te preocupes por nosotros que nos arreglamos bien ¿verdad Ricardo? -afirmó Paco.
- Bien, si queréis nos podemos turnar - insistí.
- De ninguna manera - respondió Ricardo - la cama para ti.
- Como queráis, pero creo que vais a pasar mucho frío.
- No te preocupes.
- Bien, me pegaré una ducha a ver si entro en calor. - dije intentando acomodarme a aquella situación.

Por un momento pasó por mi mente que los tres compartiéramos la cama, no era muy grande que digamos pero al menos dormiríamos todos más calentitos, pero eso tampoco era muy correcto, una mujer y dos hombres que a pesar de conocerse no tenían la suficiente confianza como para eso. El solo hecho de pensarlo ya me hizo ponerme algo cachonda.

Entré en el baño, abrí el grifo de agua caliente y me fui despojando de mi chaqueta, después mi falda de tubo, a continuación mi blusa blanca, mi combinación, mis medias, mi sostén y por último mis braguitas. Me miré en el espejo y vi que mis mejillas estaban rojas, síntoma de estar algo excitada, mis pezones se habían endurecido y eso también reflejaba que la idea de pasar la noche con mis compañeros podría ser... ¿pero en que estaba pensando? , me metí en la ducha y eso hizo que me relajara un poco más. Una vez que estuve aseada y más cómoda decidí no volver a ponerme la ropa interior y solo me coloqué mi combinación de raso como única prenda, al día siguiente tendría que volver a usar mis braguitas y prefería conservarlas lo más fresquitas posibles, asi que las lavé en el lavabo y las dejé tendidas junto a la ducha para que se secaran.

Me daba cierto corte salir en paños menores a la habitación, pero me armé de valor y cuando entré, los dos hombres se quedaron boquiabiertos, sin duda la vista era más sensual que verme siempre con mi traje chaqueta; ahora estaba ante ellos una mujer joven, con el pelo mojado, los ojos brillantes y cubierta únicamente por una prenda muy sexy que realzaba mi silueta y remarcaba mi pecho, mis pezones y mis piernas sin medias... en fin todo aquello hacía que ellos no me quitaran ojo... Me sentí deseada por ellos y eso volvió a excitarme, por un momento pensé para mí ¿y si me desnudo ante ellos y les digo si follamos a trío?, pero eso era otra de mis locuras.

- Ya podéis pasar al baño - dije con toda la naturalidad.

El primero fue Ricardo que tardó un buen rato en salir, mientras yo me metí en la cama y revisé por encima los papeles de las ventas del día. Ricardo salió del baño en calzoncillos y camiseta. No pude evitar una pequeña risita nerviosa. Nunca había visto a mi jefe en paños menores y aquella situación era un poco ridícula y divertida a la vez. Después fue Paco quien pasó al baño y también salió con sus calzoncillos y camiseta. De nuevo una pequeña risita de los tres. La verdad es que dos hombres que siempre iban bien vestidos con su traje y corbata se veían ahora como dos extraños y eso les hacía más interesantes. Volví al baño con la disculpa de secarme el pelo y con la intención de que se acomodaran sin estar yo presente y no se sintieran violentos. Cerré la puerta tras de mí y puse en marcha el secador, pero no pude evitar oír los cuchicheos de mis dos compañeros.

- ¿Has visto lo buena que está? - oía como le decía Paco a Ricardo.
- Ya lo creo, esta irresistible, nunca la había visto tan sexy. -contestó Ricardo.
- Vaya polvo que tiene, me la comía ahora mismo - interpuso Paco.
- No seas bruto. - le recriminó Ricardo.
- ¿Acaso tu no?
- Calla, calla, que la tengo como una piedra.

Aquella conversación hizo que me sintiera muy halagada por mis compañeros, pues nunca me comentaban nada con respecto a mi físico, siempre me trataban como colegas con respeto y educación, pero esta vez me sentí deseada de verdad por ellos y eso hacía que me pusiera muy cachonda. Notaba como los pezones comenzaban a remarcarse de nuevo bajo la tela de mi corta combinación.

Al cabo de un rato, volví a la habitación y me encontré a mis compañeros uno en cada sillón y tapados hasta el cuello con sus respectivas mantas, se veían más ridículos todavía, pero también la situación era inevitable. Me metí en la cama, me tapé con las mantas y apagué la luz. Intentamos dormir...

A medida que avanzaba la noche el frío se hacía más intenso, en el exterior debía haber varios grados bajo cero y en la habitación no había una temperatura mucho mayor. Desde luego la más cómoda era yo y la más calentita, dentro de lo que cabe, pues si yo sentía frío, ellos debían estar prácticamente congelados.

Apenas llevaba una hora dormida, cuando me desperté pues el frío iba en aumento y los chicos no dejaban de tiritar. Sentía remordimientos por la situación y por mi ventaja de estar algo más cómoda que mis colegas.

- Eh chicos, no podéis estar así, vamos a morirnos de frío, yo estoy helada. Veniros aquí a la cama y la compartiremos como podamos ¿vale?
- No, eso no puede ser. - contestó Ricardo.
- Vamos, no seáis tontos, solo vamos a darnos algo más de calor, este frío es insoportable, no seáis niños.

Conseguí convencerlos y es que el frío fue el que nos obligó a tomar esa determinación. Los dos hombres se metieron en la cama junto a mí, uno a cada lado y a pesar de estar muy apretados intentamos acomodarnos lo mejor que pudimos. Ricardo y Paco muy educadamente me dieron la espalda para que no me sintiera incómoda, pero no podían evitar que estuviéramos en contacto, pues la cama no daba más de sí. Paco, el más joven, estaba espalda con espalda conmigo y Ricardo notaba mis voluptuosos pechos en la suya. Lo que sí conseguimos en poco tiempo era volver a recuperar una mejor temperatura, lo que hace el calor humano.

Una vez que entramos en calor, yo me sentí mucho mejor y al mismo tiempo me sentía excitada con el solo hecho de pensar que estábamos los tres tan juntitos, me imaginaba que podíamos estar retozando como colegiales en aquella cama, pero de momento no ocurrió nada. Digo de momento porque a la media hora sentí como Paco, el que estaba a mi espalda, se había dado la vuelta y ahora lo que sentía era su pecho tras de mí. Ricardo debía estar dormido porque se le oía respirar plácidamente.

Al poco rato, Paco posó una de sus manos en mi cadera como un acto involuntario de estar dormido y así lo interpreté. Después pude notar como un bulto considerable y duro se apretaba contra mi culo, lo que me hizo pensar que realmente no dormía. Yo me quedé inmóvil y comencé a sentir un gusto por todo mi cuerpo que me encantaba. En vista de que yo no reaccionaba ante su nueva postura, la mano de Paco, pasó de la cadera a la cintura. Yo seguía respirando fuerte haciéndome la dormida.

Pasaron unos segundos en los que volví a pensar que abandonaría, pero la mano de mi compañero continuó palpando mis curvas acariciándome a través de la tela de mi combinación hasta llegar a mi teta derecha, ahí se detuvo esperando acontecimientos, pero al ver que yo no reaccionaba, siguió palpando con mayor intensidad hasta sobarla con todo descaro. Yo estaba disfrutando como una niña y me estaba poniendo a cien. Mi pezón sobresalía de la tela y se enredaba entre sus dedos. Su habilidosa mano bajó por mi vientre hasta llegar a mi pubis. Se sorprendió que no llevara braguitas debajo, pues pudo notar los pelos de mi coñito a través de la tela. Su polla dura como una piedra seguía apretada contra mi culo y comenzó a bambolearse sobre él, frotándose una y otra vez. Aquello me estaba volviendo loca de verdad. Su mano se coló esta vez por debajo de la tela acariciando mi muslo primero por fuera y luego por la parte interna. Lentamente subió hasta mi entrepierna y allí se detuvo. Por un momento pensé que se arrepentiría de su exploración, pero no fue así, siguió acariciándome hasta tocar mi coñito que pudo notar bastante húmedo. Notaba su aliento en mi nuca y como su respiración se aceleraba. Yo sentía un gusto tremendo y deseaba que aquello no acabase nunca. Siguió acariciando mis labios mayores, mi pubis, rozando con la yema de sus dedos todos los rincones de mi intimidad. Acarició mi clítoris y entonces me desbordó un orgasmo que intenté disimular por todos los medios, pero mi respiración agitada y mis jadeos eran más que evidentes, a continuación noté como se despojó de sus calzoncillos y como me subía la combinación hasta la cintura, para luego volver a pegarse a mí. Esta vez pude notar su calor y su piel contra mi piel, su polla, que notaba enorme, se pegaba a mi culo, como deseaba que me follara... Permaneció quieto unos instantes, supongo que para ver mi reacción, pero yo seguía inmóvil. Entonces con su glande empezó a recorrer mi culito, notaba que él estaba muy mojado, luego me pasó su miembro entre las piernas, me las abrió ligeramente y pasó de arriba a abajo por mi rajita toda aquella grandiosidad que poseía entre sus piernas. Yo me sentía en la gloria...

Ricardo no parecía enterarse de nada pero tampoco podía evitar sentirme a gusto pegado a él y sentir mi pecho contra su espalda...

Paco estaba muy lanzado y ya no había quién le parase, su polla estaba rozando los labios de mi vagina y hacía lo imposible por querer entrar en mí, que por cierto era lo que yo más deseaba. Después de unos cuantos intentos en esa difícil postura logró introducir la punta de su miembro en mi coño caliente, hizo un movimiento hacia atrás y luego hacia adelante y me la metió hasta el fondo.

- Ahhhhhhhh. - un jadeo profundo me invadió.

Siguió con toda su polla metida dentro de mi y después comenzó a moverse follándome sin compasión. Yo ya no podía seguir haciéndome la dormida.

- Sigue, sigue, cabrón, que gusto me estas dando.

A Paco aquello pareció encantarle y siguió bombeando esta vez con más fuerza. Notaba como las paredes de mi vagina atrapaban aquel falo dentro de mi y lo bien que me estaba follando. Me acomodé de tal forma que le permití que sus embestidas llegaran a lo más profundo de mi ser, notando como me entraba aquella enorme polla hasta las entrañas.

- Que bien, que bien, fóllame, si, siiiii.
- ¿te gusta? , lo estabas deseando ¿eh?

Él seguía follándome por detrás y Ricardo no parecía inmutarse aunque se revolvía en la cama ya que nuestro movimiento le empujaba hasta casi tirarle de la cama. Yo estaba fuera de mis casillas, estaba como una loba en celo y metí la mano por el slip de mi jefe y comencé a acariciarle. Al momento la polla de Ricardo tomó un tamaño más que considerable. Esta vez no me limité a acariciarle sino a masturbarle con ganas y eso hizo que se despertara. Podía oír sus gemidos, notar como su respiración se hacía más agitada y se quedaba inmóvil, desconcertado por como había despertado de su sueño. Aquello se había convertido en una orgía en toda regla.

- Toma, toma, toma. - decía a cada embestida Paco como si me estuviera martilleando.

Ricardo se puso boca arriba y permaneció con los ojos cerrados para recibir mejor mis caricias y la paja que le estaba haciendo en mejor posición. Me encantaba tener la polla de mi jefe entre mis dedos y no me lo pensé dos veces, cuando bajé mi cabeza hasta esa preciosidad y comencé a metérmela en la boca.

- Ugggghhhh, Dios mío. - gemía Ricardo.

Yo seguí mamándosela hasta la garganta, estaba en la gloria, Paco follándome por detrás y yo comiéndome la polla de Ricardo, era todo una delicia.

Paco empezó a respirar más profundamente y se agitaba y convulsionaba con cada metida que me daba, su polla pareció crecer dentro de mi y eso provocó que me corriera con un gusto enorme sin casi poder respirar por tener todo el miembro de mi jefe en la boca.

- Me corro, me corro... - gritaba Paco.

Y mientras decía eso me agarraba por las caderas y mantenía todo su miembro dentro de mí, fue entonces como noté como me inundaba con todo su semen en varios chorros que indicaban que hacía tiempo que no echaba un polvo como aquel. Unos segundos después fue Ricardo el que gritaba.

. Ohhh, ohhhh, aparta que me voy....

Pero lejos de apartarme metí más profundamente aquella daga en mi boca y pude sentir como inundaba mi garganta con su leche, me tragué todo y seguí chupándole hasta dejarle seco. Él se retorcía y me acariciaba el pelo.

Paco se quedó descansando y recuperándose un poco después de tanto ajetreo. Entre los dos me despojaron de la combinación y estuvieron observándome mientras me acariciaban por todo mi cuerpo. Por un lado estaba Ricardo acariciándome el coñito con sus dedos y por otro los labios de Paco chupando mi pezón izquierdo. Estaba en la gloria.

Paco no lo dudó dos veces y bajo las sábanas llegó hasta mi chochito y comenzó a besarme y a chuparme mientras Ricardo hacía lo propio con mis tetas. En poco tiempo consiguieron que tuviera un nuevo orgasmo. Entre los dos me estaban dando un placer enorme. Parecía mentira que una hora antes todos nos comportáramos tan educadamente y ahora estuviéramos dale que te pego.

Ricardo otra vez en guardia, apartó a Paco de mi entrepierna y se colocó encima de mí, se le notaba muy excitado y comenzó a masajear mis ingles con su polla, hacía círculos alrededor de mi pubis, podía notar como su glande rozaba mis labios vaginales y sin avisar me la metió hasta el fondo, lo hizo tan bruscamente que me hizo daño, pero se me fue apagando el dolor a medida que me metía todo su poder. Continuó follándome con gran maestría mientras Paco aprovechaba para subir su polla hasta mi cara y dibujar con ella mi nariz, mi barbilla y mis labios. No pude resistir la tentación y de un bocado me la metí en la boca, comencé a chuparle de igual manera que minutos antes había hecho con Ricardo. Ahora habían cambiado los papeles y era Ricardo el que me estaba follando mientras yo le hacía una poderosa mamada a Paco. Otra vez me sentí en la gloria y disfrutábamos todos de lo lindo, parecía que habíamos perdido el tiempo hasta entonces. Ricardo seguía follándome mientras me yo me agarraba a sus brazos y mis piernas bordeaban su cintura, no aguantó mucho, cerró los ojos, cogió aire y pronto noté como me inundaba con su leche las entrañas, salía a borbotones mientras se dejaba caer sobre mi pecho totalmente exhausto. Yo seguía saboreando la polla de Paco que disfrutaba mientras con sus dedos intentaba alcanzar mis tetas y sobármelas. Al poco rato Paco estaba listo para su segunda corrida que intenté tragar igual que antes, pero él la sacó de mi boca y prefirió soltarme toda su leche sobre mi cara, el primero chorro fue a caer a mis cejas, el segundo a mi barbilla, el tercero a mis labios, entrando parte en mi boca, otro más sobre mi pelo... parecía la nevada que estaba cayendo en la calle.

Permanecimos los tres abrazados y desnudos el resto de la noche y ya casi no necesitábamos las mantas, pues habíamos entrado más que en calor... Cuando no era uno era el otro el que me besaba y me acariciaba, nuestras lenguas se cruzaban una y otra vez. Sus dedos jugaban con todo mi cuerpo, explorándome, tanteándome... Asi estuvimos un buen rato hasta quedarnos dormidos.

A la mañana siguiente no hablamos del tema, todo había sucedido casi inesperadamente, involuntariamente diría yo y volvíamos a ser los mismos de ayer. Nos duchamos, nos vestimos y bajamos a desayunar como si nada hubiera pasado, después continuamos nuestro viaje hasta casa en el más absoluto silencio, nadie se atrevía a comentar nada de lo sucedido, parecía que aquella noche todo había sido un sueño.

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