Relaciones sexuales con mi amante

Autor: manucoruna | 16-Dec

Infidelidades
Voy a relatarles unas experiencias reales, con la que ha sido mi amante hasta hace poco tiempo. Ella, como yo, está casada y con hijos, es una mujer muy inteligente con un cargo público. Nos encontramos en un chat y luego de unos meses de conocernos discretamente a fondo, sexo virtual y por sms incluido, quedamos una tarde en la ciudad en la que ella vive.

La primera fase de nuestro encuentro fue tranquila, nos besamos delicadamente en la mejilla y fuimos a tomar un café. Hasta ese momento sólo la conocía por las fotos que me mandaba. Ella es guapa de cara, tenía 40 años entonces y, aunque un poco rellenita, gastaba un par de imponentes tetazas cuyas oscuras aureolas se transparentaban a través de la blanca blusa que llevaba puesta. Vestía además una falda de color azul, chaqueta y zapatos del mismo color. Tenía el pelo muy corto y estaba ligeramente maquillada. Al principio estábamos un poco cortados, ella me había pedido que fuésemos todo lo discretos que se puede ser en este tipo de situaciones y así lo hicimos.

Yo tenía que volar de vuelta esa misma tarde y apenas teníamos tiempo para conocernos mejor y estar seguros del tipo de relación que queríamos. Hablamos un par de horas, entre miradas furtivas y roces de manos sin concretar. Se acercaba la hora de mi vuelta y ella me dijo que podía llevarme en su coche al aeropuerto. Mientras conducía, empecé a acariciar sus piernas, con mucha suavidad al principio, ella se dejaba hacer moviéndose suavemente hasta que las caricias fueron haciéndose más comprometedoras. Empecé a notar como se le erizaba toda la piel y comenzaba a emitir suaves gemidos, sin dejar de conducir, mientras me acercaba al contorno de su pubis por encima de sus panties. Ya completamente excitada, buscó una salida de la autopista y detuvo el coche en un parque cercano. Nada más aparcar, se tiró encima de mí y me largó un desesperado beso con su lengua llegando hasta lo más profundo de mi boca, mientras yo seguía acariciándola. Respondí a su profundo beso y ella juntó su cuerpo contra el mío con violencia, abriendo las piernas todo lo que pudo para que la siguiese acariciando. Me excité tanto que di un fuerte tirón y rasgué toda la seda de sus panties, dejando un gran hueco por donde pude introducir mis dedos y alcanzar su coño entre los pliegues de su diminuto tanga, combinando el masaje de sus labios vaginales y de su abultado clítoris con la introducción de 1, 2 hasta 3 de mis dedos.

Empezaba a anochecer, algunas personas pasaban cerca de donde estábamos parados y al verlos nos excitábamos más. Ella alcanzó un fuerte orgasmo, y pude sentir mi mano izquierda llena de su fluido. Se reclinó hacia atrás en el asiento un momento para mejor disfrutar del orgasmo, mientras tomaba con una de sus manos mi voluminosa polla, hábilmente sacada del pantalón, y me ofrecía sus pechos para que se los acariciase. Después se agachó sobre mí, y tomo la polla entre su boca, lamiéndola con fruición mientras me pajeaba con su mano derecha. Yo me dejaba hacer, descompuesto de placer hasta que un largo rato después me corrí en su boca. Ella no desaprovecha ni una sola gota, se lo tragó entero con deleite. Estuvimos un rato más abrazados, morreando como posesos, sentada ya encima de mí, nuestros sexos unidos aunque sin llegar a penetrarla. Se me hacía tarde, así que salimos a toda prisa hacia el aeropuerto donde me dejó, luego de un largo y vicioso beso.

Nuestro siguiente encuentro fue en una ciudad distinta, aprovechando la libertad de nuestros respectivos trabajos. Quedamos sobre las 9 de la noche, ella vestía de forma muy parecida a la de la vez anterior. Cenamos pronto, en un bonito restaurante. Nuestra conversación giró en torno a los múltiples deseos que ambos teníamos, lo que habíamos imaginado que podíamos hacer juntos. Ella refregaba mi polla con sus pies por debajo de la mesa, sin importarle que nos pudiesen estar observando. Se ausentó un momento para ir al baño, mientras la esperaba me envió un sms al móvil. Me decía que no podía aguantar más y que se estaba haciendo una paja. Cuando volvió se le notaba relajada y con ganas de más juerga. Después de cenar estuvimos tomando unas copas y morreando desesperadamente, hasta que llegó un punto en que no podíamos aguantar la excitación, por lo que nos fuimos a la habitación de mi hotel. Ya, mientras subíamos en el ascensor, le quité el sujetador, restregando fuertemente sus poderosas tetas, tenía los pezones completamente duros y estirados.

Entramos en la habitación y me pidió que la dejase ser dueña de la situación y que le diese todo el tiempo que necesitase para hacerme feliz. Hizo que me tumbará en la cama y comenzó a desnudarse lentamente, se quitó la chaqueta y la blusa que aún llevaba, se quitó la falda y quedó sólo con un pequeño tanga de color negro, las medias y los zapatos del mismo color. Acercó junto a ella el perchero metálico que había en la habitación y comenzó a moverse lentamente, al ritmo de la suave música que se filtraba por el hilo musical, contoneando sus caderas y restregando su coño y su culo con el perchero metálico. Me ordenó que no me moviese bajo ningún concepto de la cama en la que estaba. Lentamente se fue acercando a mí. Primero me quitó la corbata, atando una de mis muñecas al cabecero de la cama. Después me quitó la camisa para atarme el otro brazo. Ya dominado, se sentó a horcajadas sobre mí para acariciarme y besarme lentamente, de manera embriagadora y dolorosa. Mi polla no podía más estallaba de dolor y sólo pensaba en follármela hasta reventarla. Pero me hizo esperar y sufrir.

Lentamente me fue quitando la ropa que me quedaba, hasta que por fin libero mi polla de tan despiadada cárcel. La cogió y la lamió solo con la lengua un largo rato. Después acercó su coño a mi boca y ordenó que lo chupara, cosa que hice con deleite, saboreando cada gota de su humedad entre los pliegues de su tanga. En ese momento liberó una de mis manos y me pidió que le metiese mi dedo índice en el ojete de su culo. Con mi dedo dentro y mi lengua llenando su vagina, empezó a retorcerse como una loca hasta llegar al orgasmo. Yo conseguía aguantar, no sé de que manera, sin correrme. Sin tregua, montó encima de mí y me cabalgó enloquecida el tiempo suficiente para que los dos alcanzásemos el orgasmo a la vez entre gemidos. Descansamos un rato, yo tumbado atado todavía de una mano, la cabeza de ella apoyada en mi relajada polla. Aún tenía el tanga, la media y los zapatos puestos.

Pasados diez minutos decidimos ducharnos juntos, estuvimos largo rato bajo el agua templada y después comenzamos a enjabonarnos mutuamente. Rápidamente entramos de nuevo en situación, ella apoyo sus manos en la pared, inclinando ligeramente el cuerpo, mientras yo la frotaba con jabón, de arriba abajo primero, hasta llegar a sus durísimas tetas. De abajo a arriba después, hasta detenerme en su coño que enjaboné con descaro, metiendo hasta dentro la pastilla y parte de mis dedos. Ella comenzó de nuevo a gemir, momento que aproveché para volver al ojete de su culo que enjaboné a conciencia hasta meter otra vez el dedo índice. Estaba claro que no era nada virgen por esa zona porque mi dedo la penetró hasta el fondo sin problemas, ella comenzó a agitarse frenéticamente y a pedir más dedos. Le metí otros dos hasta el fondo y me dijo que no era suficiente. La saqué de la ducha y la acerqué de nuevo a la cama, colocándola de rodillas en ella, de espaldas a mí con el culo en pompa. De un certero golpe le metí la punta de mi polla y empecé a empujarla. Ella comenzó a disfrutar de lo lindo.

Cuando ya estaba listo para metérsela entera me pidió que me acerca a su bolso para coger un objeto que tenía reservado para la ocasión. Salí de ella y tomé su bolso, dentro de una funda había un pequeño vibrador de unos 12 cm de largo y unos 4 de ancho. Lo tomó en sus manos y lo introdujo sin miramientos por su vagina, suplicándome que de nuevo volviese a penetrarla por el culo, cosa que hice después de humedecerla de nuevo. A partir de ahí perdimos absolutamente el control, yo la follé largamente por detrás, ella gritaba, chillaba, insultaba, gemía como la zorra que era pidiendo más, mientras seguía con el juguete bien introducido en ella y vibrando a plena potencia. No sé cuantos orgasmos tuvo. Yo me corrí lentamente después de un largo rato, soltando toda mi leche dentro de su culo. Ella quedó tendida en la cama, desfallecida de placer, despatarrada, sudorosa. Me abracé a ella, mi cara en su coño, mi polla en su cara, y así, entre tiernas caricias, estuvimos un largo rato.

El resto de esta experiencia y de otras mantenidas con semejante mujer incendiaria lo iré contando en otro momento.

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